El eterno desfile de Trump: entre exhibicionismo militar y controversia política

El plan para un desfile militar en el cumpleaños de Trump revive un viejo anhelo del expresidente y despierta inquietudes sobre costos, infraestructura y motivaciones políticas

Donald Trump nunca ha ocultado su fascinación por los grandes desfiles militares. Desde que presenció el Desfile del Día de la Bastilla en Francia en 2017, el expresidente estadounidense quedó prendado de la pompa, el orden y la demostración de fuerza que ese tipo de celebraciones representan. Ahora, mientras se trazan los planes para conmemorar el 250º aniversario del Ejército de EE.UU. —una celebración previamente programada para el 14 de junio, que coincide notablemente con el cumpleaños número 79 de Trump—, han resurgido completos planes para llevar a cabo el desfile soñado, un proyecto que nunca logró materializar en su primer mandato.

¿Un desfile costoso para una causa simbólica?

Los documentos de planificación, fechados el 29 y 30 de abril, detallan un evento de inmensas proporciones: más de 6.600 soldados, al menos 150 vehículos, 50 helicópteros, siete bandas del Ejército y la posible participación de miles de civiles. Todo tendría lugar en el icónico National Mall de Washington D.C.

Sin embargo, si algo impidió esta misma iniciativa en 2018, fueron los costos y repercusiones logísticas. El primer intento de Trump estimaba un coste de 92 millones de dólares, cifra que provocó su cancelación inmediata al acusar a las autoridades locales de inflar precios.

“Si se van a usar tanques, deberían venir acompañados de muchos millones de dólares para reparar las calles”, advirtió en abril la alcaldesa de D.C., Muriel Bowser.

Según las nuevas estimaciones no oficiales, el transporte de maquinaria militar desde todas partes del país, alojamiento y comida para miles de soldados, acondicionamiento urbano y seguridad especial apuntan, una vez más, a cifras multimillonarias.

¿Celebración patriótica o culto a la personalidad?

La fecha elegida para el desfile —14 de junio— no es una coincidencia: además del aniversario del Ejército, es el cumpleaños de Trump. La conexión entre ambos eventos genera suspicacias en diversos sectores políticos. La posibilidad de un despliegue militar a gran escala el día de su cumpleaños ha hecho que muchos vean el desfile como una forma de exhibicionismo político personal, enmascarado tras un evento institucional.

Esto ya ha sido señalado en múltiples instancias. El desfile que Trump observó en Francia —presidido por Emmanuel Macron— en 2017 sirvió como referencia explícita cuando propuso su propia versión estadounidense, pero más “espectacular”. En sus propias palabras:

“Quiero un desfile aún más grande, con tanques, misiles y soldados marchando por Pennsylvania Avenue”, declaró entonces Trump.

Sin embargo, esa idea fue objeto de críticas por evocar imágenes de regímenes autoritarios donde los desfiles militares son frecuentes como herramientas de propaganda del poder central. Por ello, no resulta descabellado pensar que detrás del supuesto homenaje al Ejército, se realce una glorificación de la figura del expresidente.

Un evento con implicaciones de seguridad masiva

La planificación prevé que el desfile sea clasificado como un “evento nacional de seguridad especial” (NSSE, por sus siglas en inglés), lo cual implica la participación de múltiples agencias de seguridad, incluyendo el Servicio Secreto, el Departamento de Seguridad Nacional y la Policía del Capitolio.

Uno de los documentos señala preocupaciones logísticas severas: desde la ubicación para el alojamiento temporal de tropas hasta la importación y ubicación de vehículos blindados, tanques y artillería.

Entre las unidades contempladas están:

  • Un batallón de tanques con dos compañías.
  • Un batallón de infantería con vehículos Bradley.
  • Vehículos de artillería Paladin y Howitzers.
  • Strykers y Humvees.

A ello se sumarían actos simbólicos como un salto en paracaídas de los Golden Knights del Ejército, bandas históricas y participación de asociaciones de veteranos y universidades militares.

La ciudad de Washington, otra vez en contra

En 2018, DC ya se había opuesto rotundamente a esta idea. La razón era más práctica que política: los daños al asfalto y al sistema de alcantarillado provocados por los vehículos pesados eran imposibles de pasar por alto. En aquella ocasión, el Pentágono decidió limitar el desfile a vehículos sobre ruedas y sin tanques.

Este año, las advertencias reaparecen. DC no ha dado ninguna aprobación formal y la alcaldesa Bowser ha reiterado su posición. En una entrevista reciente, fue tajante:

“Un desfile con tanques y equipamiento de guerra no es lo que necesita la capital del país”.

¿Quién lo impulsa realmente?

Oficialmente, se trata de un festival conmemorativo por los 250 años del Ejército. Pero desde abril, cuando se reveló que el Ejército había iniciado conversaciones para añadir el desfile, la narrativa cambió. Voceros como el coronel Dave Butler afirman que la intención es que “todo el país celebre con nosotros”.

Aún así, algunos analistas creen que este desfile podría forma parte de los intentos electorales de Trump para reposicionarse frente al electorado como símbolo de fuerza y nacionalismo, en particular ante su eventual regreso como candidato en 2024.

¿Coincidencia? Dificilmente.

Una visión histórica: ¿cuándo fue el último gran desfile militar en EE.UU.?

En 1991, tras la Guerra del Golfo Pérsico, tuvo lugar el último gran desfile militar en Washington. Fue organizado por el presidente George H. W. Bush y atrajo más de 200.000 espectadores. No obstante, la celebración tuvo oposición en su momento por sus altos costos; costó alrededor de 12 millones de dólares de la época (equivalente a más de 25 millones actuales).

Desde entonces, el país ha optado por conmemorar sus fuerzas armadas de maneras más discretas y descentralizadas, dejando los desfiles masivos para celebraciones como el Día de la Independencia, pero sin incluir maquinaria de guerra ni tropas en formación.

Libros, bibliotecas... y tanques

En simultáneo a las discusiones sobre el desfile, una batalla legal se desarrolla respecto a otra institución de la historia y cultura estadounidense: la Institución de Museos y Servicios Bibliotecarios (IMLS). Esta agencia federal enfrenta intentos de desmantelamiento por parte de la administración Trump, tras un decreto ejecutivo que la catalogó como "innecesaria".

Un juez federal ha bloqueado provisionalmente dichos planes. Argumentó que desmantelar unilateralmente un organismo creado por el Congreso excede las competencias ejecutivas. La agencia otorgó más de $266 millones en subvenciones en 2023, muchas de ellas claves para programas de alfabetización en comunidades rurales.

La paradoja es evidente: mientras algunos buscan mostrar la fuerza del Estado mediante exhibiciones militares, otros luchan por evitar que se cierren las puertas de miles de bibliotecas y museos en todo el país.

La presidenta de la Asociación Americana de Bibliotecas, Cindy Hohl, fue enfática:

“Estos fondos representan una mínima parte del presupuesto nacional, pero sostienen programas que podrían desaparecer y con ellos, oportunidades para miles de ciudadanos”.

¿Es este el desfile que Estados Unidos necesita?

La dualidad entre el impulso por celebraciones militares pomposas y los ataques a estructuras públicas esenciales como las bibliotecas representa de manera nítida la visión de país que encarna Trump: una nación de símbolos, fuerza bruta y culto al liderazgo, frente a otra que apuesta por el conocimiento, la infraestructura civil y el acceso equitativo a los bienes culturales.

¿Debemos ver el 14 de junio como una fecha cívica, institucional y de reflexión? ¿O como un evento hecho a la medida de un expresidente que se resiste a dejar el centro del escenario?

La respuesta, como casi todo en la política estadounidense reciente, divide al país en dos bandos. Uno mira con orgullo los uniformes y los tanques. El otro, con preocupación las calles por donde esos tanques podrían rodar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press