El ocaso de la evaluación climática federal y el despertar de la ciencia independiente en EE.UU.
Ante la censura y recortes de la administración Trump, las sociedades científicas toman la batuta en la lucha contra el cambio climático
El golpe político: Trump decide cortar la evaluación climática nacional
En un giro dramático que encendió alarmas dentro de la comunidad científica estadounidense, la administración del expresidente Donald Trump cesó de manera abrupta al equipo de científicos responsables de la creación del Informe Nacional del Clima, una herramienta clave y legalmente requerida por la ley federal desde 1990. Esta evaluación, que se publica cada cuatro o cinco años, detalla los impactos del cambio climático en la salud, economía y medio ambiente de los Estados Unidos.
La versión más reciente del informe, publicada en 2023, advertía sin reservas que el cambio climático ya está afectando la salud física, mental, espiritual y comunitaria de los ciudadanos estadounidenses, exacerbando enfermedades infecciosas, disminuyendo la calidad del agua y los alimentos, y generando desastres naturales más intensos y frecuentes.
No obstante, el nuevo enfoque del gobierno republicano ha sido el de desfinanciar o directamente cerrar oficinas encargadas de coordinar el informe y reevaluar su publicación, desplazando a cerca de 400 científicos que trabajaban en él. Esto ha disparado las alarmas de aquellas organizaciones que velan por la integridad del proceso científico.
La respuesta de la comunidad científica: tomar la batuta
Frente a lo que muchos consideran un intento de silenciar la ciencia, dos de las más grandes sociedades científicas en los Estados Unidos —la American Meteorological Society (AMS) y la American Geophysical Union (AGU)— decidieron tomar la iniciativa y continuar por su cuenta con la elaboración del informe.
“Estamos llenando un vacío en el proceso científico”, declaró Brandon Jones, presidente de la AGU. “Esto se trata de asegurar que la ciencia continúe, independientemente del clima político”.
Estas organizaciones, que reúnen a decenas de miles de expertos en ciencias atmosféricas, oceánicas y geofísicas, anunciaron que producirán documentos científicos revisados por pares que evalúen los impactos actuales y futuros del cambio climático exclusivamente para la nación estadounidense.
Un conocimiento vital para la infraestructura y la seguridad
Katharine Hayhoe, climatóloga de la Universidad Tecnológica de Texas y autora principal de los informes en 2009, 2018 y 2023, resalta que muchas personas aún desconocen cómo el cambio climático afecta decisiones cotidianas y estructurales, como:
- El tamaño adecuado para los desagües pluviales urbanos;
- La expansión de zonas de inundación;
- La planificación ante olas de calor extremas;
- El cultivo y el suministro de alimentos sostenibles.
“La gente necesita ese conocimiento para adaptarse no solo a los daños futuros, sino también a los presentes”, subrayó Hayhoe.
Un informe para todos, no solo para expertos
A diferencia de los grandes informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, que tienden a enfocarse a nivel global, el Informe Nacional del Clima es valioso por su enfoque regional y local. Permite que agricultores, alcaldes, urbanistas y ciudadanos en general comprendan los riesgos climáticos específicos para su comunidad.
El informe llega al corazón de la realidad: inundaciones más severas en el medio oeste, sequías extremas en California, huracanes más intensos en el Golfo de México, incendios forestales en el oeste del país o la desaparición gradual de ecosistemas en Florida. Todo esto alimenta un mapa urgente de adaptación y mitigación.
La censura no detiene los datos: la ciencia es resiliente
Aunque la intención del gobierno de Trump fue disminuir la difusión del informe, la realidad es que la información científica no depende exclusivamente del Estado. Así lo manifestó Donald Wuebbles, científico climático de la Universidad de Illinois y director de uno de los informes emitidos en 2018:
“Pueden poner algo científicamente basado, pero será muy pobre en calidad... La clave de la ciencia es que se basa en datos y observaciones, no en opinión política”.
Wuebbles añadió que las consecuencias del cambio climático no discriminan entre afiliaciones partidarias:
“Las tormentas y los incendios forestales no se preocupan si tu estado vota rojo o azul”.
¿Por qué el Informe Nacional del Clima es tan importante?
Este informe no es simplemente una lectura académica. Tiene peso político, económico y social. Desde su creación fue diseñado para influenciar decisiones políticas profundas, tales como:
- La implementación de planes de evacuación en zonas costeras;
- La categorización y zonificación de áreas propensas a incendios o inundaciones;
- La seguridad energética del país;
- La protección de cultivos estratégicos frente a olas de calor o plagas;
- La infraestructura crítica, como la resistencia de puentes y presas ante fenómenos extremos.
En su edición del año 2018, durante el mismo mandato de Trump, el informe fue también tajante al declarar que el cambio climático agrava las vulnerabilidades existentes en comunidades de todo Estados Unidos y que esto representa un desafío creciente para la salud, la seguridad y el crecimiento económico del país.
Datos frente a discursos: la urgencia de preservar la objetividad científica
Cuando la ciencia se ve politizada, ocurren retrocesos. Irónicamente, la administración Trump recurrió a expertos para justificar políticas sobre energía o desarrollo económico, pero desestimó los mismos criterios cuando el cambio climático entró en escena.
Como bien dijo la climatóloga Hayhoe:
“El cambio climático nos afecta a todos. No importa cómo votemos”.
En esa frase se encapsula la urgencia de que la ciencia siga hablando alto y claro, sostenida, si es necesario, desde las bases mismas de la comunidad científica, como están haciendo ahora AGU y AMS.
¿Qué podemos esperar del nuevo informe independiente?
La alianza entre la American Geophysical Union y la American Meteorological Society promete mayor rapidez (esperan completar su evaluación en un año) y un enfoque directo sobre los riesgos particulares por estado y región. Esto incluiría visión científica para los próximos:
- 25 años — Ideal para planificar infraestructuras a mediano plazo.
- 100 años — Proyectos de largo aliento como polideportivos, embalses, redes eléctricas o cambios en el patrón agrícola.
Las organizaciones pretenden mantener la estructura del antiguo informe, dividiéndolo por regiones y sectores (energía, agricultura, salud), con análisis basados en la literatura científica más reciente.
Como puntualizó Anjuli Bamzi, ex presidenta de la AMS y científica federal retirada:
“Con el informe climático estamos mejor equipados para enfrentar el futuro. No podemos actuar como avestruces y esconder la cabeza en la arena”.
Este esfuerzo ciudadano-científico podría convertirse en un nuevo modelo de gobernanza climática desde la sociedad civil, más transparente y despojada de presiones partidistas.
¿Y ahora qué?: Un campo de batalla de hechos contra la retórica
Lo que está ocurriendo constituye una confrontación directa entre dos visiones del futuro: una que reconoce la magnitud de la crisis climática global y busca soluciones basadas en la evidencia, y otra que intenta minimizarla o retrasar sus costos con fines ideológicos o económicos.
En este contexto, la movilización de AMS y AGU es más que una declaración académica. Es un acto de resistencia que defiende no solo a la ciencia, sino a las personas que dependen de esa ciencia para sobrevivir tormentas, sequías, olas de calor y pandemias intensificadas por cambios ecológicos.
Lo que se juega es mucho más que un reporte; es el derecho a saber cómo está cambiando nuestro entorno, y con ese conocimiento, poder actuar antes de que sea demasiado tarde.