George Ryan: Del Infierno Político a la Redención Moral
La vida del exgobernador de Illinois entre escándalos, cárceles y un legado contra la pena de muerte
El ascenso de un hombre común
George Ryan, quien inició su carrera como farmacéutico en un pequeño pueblo de Illinois, terminó ocupando uno de los cargos más importantes en la política estadounidense: gobernador del estado de Illinois entre 1999 y 2003. Nacido en Iowa pero criado en Kankakee, Ryan fue un político de vieja escuela, de esos que fumaban puros y cerraban tratos en el campo de golf.
Su carrera política comenzó en 1968 al ser nombrado comisionado del condado, lo que marcó el inicio de su ascenso meteórico. Pasó por varios cargos clave como presidente de la Cámara de Representantes de Illinois, vicegobernador y secretario de Estado antes de llegar a ocupar la oficina del gobernador.
Un republicano que desafió su propio partido
Aunque siempre fue republicano declarado, Ryan muchas veces rompió con la ortodoxia de su partido. Fue el primer gobernador contemporáneo en visitar Cuba tras la revolución de Fidel Castro y promovió la expansión de los juegos de azar, medidas impopulares entre los conservadores.
Incluso lideró un intento, fallido, de limitar la posesión de armas de asalto en 1989. Pero su mayor giro ideológico llegó con su visión sobre la pena de muerte: pasó de ser “duro contra el crimen” a ser uno de sus más prominentes opositores.
La tragedia que lo cambió todo: seis niños muertos por licencias fraudulentas
Mientras era secretario de Estado, la corrupción en su oficina permitió la expedición de licencias de conducir a cambio de sobornos. Uno de los casos más desgarradores fue la muerte de seis niños que fallecieron calcinados cuando una pieza defectuosa de un camión, operado por un conductor que obtuvo su licencia ilegalmente, causó un accidente fatal.
Este caso conmocionó a la opinión pública y puso en evidencia el nivel de corrupción al interior del gobierno estatal. A pesar de que Ryan negó conocimiento directo de los hechos, la tragedia fue un punto de inflexión que marcó no solo su carrera política sino su vida personal.
“No seguiré jugando con la maquinaria de la muerte”
En el año 2000, tras aprobar la ejecución de un condenado, Ryan se detuvo a reflexionar. Decenas de casos de condenas erroneas habían minado su confianza en el sistema judicial. Finalmente, en 2003 y antes de abandonar la gubernatura, conmutó todas las sentencias de muerte en Illinois, vaciando el corredor de la muerte y declarando una moratoria definitiva sobre las ejecuciones.
“Porque el sistema de pena de muerte en Illinois es arbitrario e inmoral, no seguiré jugando con la maquinaria de la muerte” — afirmó.
Su decisión, aunque polémica, fue celebrada por organismos internacionales de derechos humanos. Se llegó incluso a considerar su nominación al Premio Nobel de la Paz.
La caída: corrupción y condena federal
Pese a ese acto moral transformador, Ryan no escapó a la justicia. En 2006 fue condenado por cargos de corrupción, incluyendo sobornos, evasión fiscal y abuso de poder. Durante su tiempo como gobernador y secretario de Estado, había recibido regalos, viajes y préstamos a cambio de contratos públicos entregados a manos amigas.
Fue sentenciado a seis años y medio de prisión federal. El juicio y condena sacudieron la política de Illinois y mancharon para siempre la imagen de Ryan. En su momento, el reverendo Scott Willis, padre de los seis niños fallecidos, lo describió como “sin remordimiento alguno”.
Un indulto que nunca llegó
En el ocaso de su sentencia, Ryan apeló al presidente George W. Bush solicitando clemencia. Esta vez mostró una actitud distinta: “Acepto el veredicto y siento una vergüenza profunda. Pido disculpas al pueblo de Illinois por mi conducta”, escribió.
Sus súplicas fueron ignoradas.
La muerte de su esposa y su liberación
Mientras aún estaba en prisión, en 2011, su esposa Lura Lynn falleció. Ryan obtuvo un permiso especial para estar en su lecho de muerte pero le fue negado asistir al funeral. Fue liberado en enero de 2013, semanas antes de su cumpleaños número 79. A su llegada a casa, su nieto le entregó una urna con las cenizas de su esposa.
Un legado dividido
Ryan dejó un legado profundamente contradictorio. Por un lado, la corrupción institucionalizada durante su mandato arruinó vidas y debilitó la confianza ciudadana. Por otro, sus actos finales como gobernador dieron esperanza a muchos sobre las posibilidades de redención moral en la política.
El propio Barack Obama reconoció en su momento que el clima político post-Ryan permitió su sorpresiva victoria en Illinois, ya que los votantes buscaban una figura que prometiera limpiar Springfield del lodo de la corrupción.
Opinión: ¿héroe o villano?
La figura de George Ryan no encaja cómodamente en ninguna definición simple. Su historia es el crisol donde se funden las contradicciones del poder: ascenso meteórico, ambición desmedida, errores fatales y, al final, una chispa de valentía moral. No todos los corruptos vacían el corredor de la muerte como último acto; no todos los reformistas lo hacen después de haber vendido licencias por sobornos que terminan matando niños.
Ryan encarna una verdad incómoda: el ser humano es capaz de hacer el mayor de los daños, y el más glorioso de los actos, en una misma vida. Su historia es una advertencia y, para algunos, una inspiración.
Como dijo el escritor estadounidense F. Scott Fitzgerald: “Mostrar que hay algo redimible en los caídos, es una de las pocas cosas verdaderamente nobles”.
Ryan murió en su casa en Kankakee el 28 de junio de 2024, a los 91 años, bajo cuidados paliativos. Su vida —y su polémico legado— continúan siendo discutidos en mesas políticas, salas de justicia y aulas universitarias. ¿Redención o cinismo final? Usted decide.