El cardenal Álvaro Ramazzini y su cruzada por los migrantes en el corazón de la Iglesia Católica

Desde las tierras altas guatemaltecas hasta el cónclave en Roma, Ramazzini defiende una iglesia encarnada en la justicia social y comprometida con los olvidados

La voz profética desde Guatemala: un cardenal diferente

En medio del Vaticano y sus antiguas murallas, una figura poco convencional destaca entre los 133 cardenales que se preparan para elegir al próximo Papa. Se trata del cardenal Álvaro Ramazzini, pastor de los pobres, los migrantes y los pueblos indígenas, que lleva en su maleta más que sotanas: trae consigo una trayectoria marcada por la defensa de los marginados y el compromiso con la justicia social en uno de los países más desiguales del continente: Guatemala.

Ramazzini, de 76 años, ha sido obispo de la diócesis de Huehuetenango, una de las regiones más afectadas por la pobreza extrema, el narcotráfico y la migración forzada. Fue nombrado cardenal en 2019 por el Papa Francisco, quien también ha hecho de la causa migratoria una de las prioridades de su pontificado. Desde entonces, Ramazzini no ha guardado silencio, ni ha sido un eclesiástico acostumbrado al boato vaticano. Al contrario, con sencillez y determinación, levanta la voz por aquellos que no tienen acceso a los grandes centros de poder del mundo.

Un legado desde Medellín al Vaticano II

Ramazzini representa una línea eclesial que comenzó a desarrollarse tras el Concilio Vaticano II (1962-1965) y que en América Latina se materializó en la histórica conferencia episcopal en Medellín (1968). Desde entonces, la idea de una "opción preferencial por los pobres" ha marcado el espíritu de una parte del clero latinoamericano. El teólogo Gustavo Gutiérrez lo llamó “teología de la liberación”.

En esa línea, Ramazzini ha sido un testigo viviente del Evangelio encarnado en causas sociales urgentes. Ha denunciado empresas mineras que contaminan fuentes de agua, ha sido crítico de las políticas migratorias represivas de Estados Unidos, y ha abrazado a miles de guatemaltecos en tránsito hacia un norte cada vez más hostil. Esto le ha valido no solo el reconocimiento de Francisco sino también amenazas de muerte y ataques en su país de origen.

El peso de la migración en la próxima elección papal

Mientras el mundo católico se prepara para un nuevo cónclave, Ramazzini no esconde sus esperanzas y preocupaciones. Aunque formalmente no puede hablar del proceso interno de elección, sí deja claro que la orientación de la Iglesia no debe dar marcha atrás en su compromiso con los migrantes:

“Es un deber de conciencia que no perdamos de vista el camino iniciado por el papa Francisco. Estoy hablando de una Iglesia que acoge, protege e integra a los migrantes”, declaró desde Roma.

Y su crítica va más allá de los muros eclesiásticos. Al tocar el tema de la política migratoria estadounidense, se muestra tajante:

“No lo logramos con Clinton, tampoco con Obama, mucho menos con Trump —y ni Biden ha cumplido plenamente lo prometido”.

Ramazzini ve la migración no como una elección, sino como una necesidad nacida de la desesperanza, de la pobreza estructural y de la violencia. “Estas personas no huyen por gusto”, insiste.

Una espiritualidad con pies descalzos

El cardenal guatemalteco no cree en una espiritualidad descontextualizada. Su visión es profundamente pastoral, como lo dijo en una reciente entrevista:

“La verdadera espiritualidad se alimenta de la oración, pero debe proyectarse hacia el otro. No existe espiritualidad cristiana genuina que no se traduzca en acción concreta.”

Este enfoque lo convierte en una figura clave dentro del ala progresista del Colegio Cardenalicio, herederos ideológicos del papa Francisco. Junto a otros cardenales provenientes del llamado “Sur Global”, Ramazzini representa la esperanza de una Iglesia más abierta, acogedora y global.

Huehuetenango: la raíz de su servicio

Para entender a Ramazzini, hay que volver al terreno fértil de donde surge su teología: las montañas de Huehuetenango. Esta región del suroccidente guatemalteco fue epicentro del conflicto armado interno (1960-1996), que dejó más de 200,000 muertos, en su mayoría indígenas mayas. Aún hoy, estas comunidades sufren exclusión sistémica, racismo estructural y violencia política.

Durante la guerra, muchos sacerdotes y religiosos fueron asesinados por su labor social. Ramazzini, igual que otros como el beato Monseñor Juan Gerardi, no guardó silencio. Desde los años 80 ha defendido los derechos de comunidades campesinas y se ha enfrentado tanto con el poder político como con intereses económicos.

Un dato impactante: Guatemala es uno de los países más desiguales del continente, pese a tener importantes recursos. Según datos del Banco Mundial, más del 59% de los guatemaltecos vive en la pobreza, y casi el 80% de la población indígena no tiene acceso adecuado a educación ni salud.

El futuro de la Iglesia: entre reformas y continuidad

Ramazzini sabe que la elección del próximo Papa marcará si las reformas iniciadas por Francisco tendrán continuidad o quedarán solo como una época particular. Entre estas reformas, destaca:

  • La revisión del sistema económico del Vaticano, marcado por décadas de escándalos financieros.
  • El impulso para mayor presencia femenina en roles de liderazgo.
  • La lucha contra el clericalismo y abuso de poder dentro de la jerarquía eclesial.

“Hay una línea de continuidad que no puede romperse”, afirma con esperanza. Y reitera que la justicia social no es una moda político-eclesial: es el corazón del Evangelio.

La Iglesia como voz de los sin voz

La elección papal será, en parte, un examen sobre si la Iglesia católica profundizará su papel como “voz de los que no tienen voz”, o si retomará una posición más confortable dentro del orden establecido. Ramazzini representa a aquellos que entienden la fe no como un refugio intimista, sino como una palanca profética capaz de cambiar estructuras que generan exclusión.

“Nosotros podemos llegar a lobbys o foros donde los campesinos y migrantes no tienen acceso”, dice para defender la necesidad de usar los espacios de poder eclesial como plataforma de denuncia y solidaridad.

Un cónclave en tiempos convulsos

Este cónclave se realiza en un contexto internacional complejo. Desde el avance del populismo autoritario, pasando por el cambio climático y la nueva división geopolítica, hasta el éxodo forzado de millones de personas. La Iglesia enfrenta desafíos internos y externos. La credibilidad eclesial, erosionada por décadas de escándalos de abuso, necesita pastores creíbles, humildes y proféticos.

Ramazzini no aspira a ser Papa –como reconoce con humor—pero sí aspira a que el nuevo pontífice mantenga vivas las prioridades trazadas por Francisco: las periferias, los descartados y la tierra herida.

“Nada ocurrirá sin que Jesús lo permita. Él sigue siendo el verdadero Maestro de la Iglesia. Nosotros apenas somos sus servidores”, dice con fe. Y esa fe, anclada en la lucha diaria de su pueblo, es la que sin duda llevará consigo al corazón del Vaticano.

Imagen: Ramazzini durante una entrevista en Roma, en el centro Scalabriniano, orden misionera fundada para servir a migrantes.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press