Marruecos entre la presión social y los intereses estratégicos: la grieta que ensancha la normalización con Israel

Miles protestan, el puerto de Tánger se convierte en epicentro de la indignación y el gobierno enfrenta una crisis de legitimidad

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La indignación se traslada a los puertos marroquíes

Con pancartas que rezaban “Rechaza el barco” y una multitud ondeando banderas palestinas, decenas de activistas, entre ellos el ingeniero agrícola Ismail Lghazaoui, marcharon hacia el puerto estratégico de Tánger Med para protestar contra un buque de la compañía naviera danesa Maersk que, según denuncian, transportaba piezas de aviones de combate con destino final Israel.

La protesta no fue un hecho aislado. Se suma a una ola de movilizaciones que ha recorrido Marruecos desde que el gobierno decidió normalizar relaciones con Israel en 2020 como parte de los Acuerdos de Abraham impulsados por Estados Unidos. Si bien esta alianza diplomática trajo como recompensa el reconocimiento estadounidense a las pretensiones marroquíes sobre el Sahara Occidental, el costo nacional ha sido alto.

El punto de inflexión: la guerra en Gaza

La última guerra entre Israel y Hamás ha reavivado el rechazo popular en Marruecos a la normalización. A medida que los bombardeos israelíes se intensificaban en Gaza —con más de 30.000 muertos según cifras de la ONU, una mayoría de ellos mujeres y niños— las calles marroquíes se llenaron de protestas. Desde Casablanca hasta Rabat, miles marcharon exigiendo el fin de las relaciones con Israel.

"Rara vez he visto una brecha tan profunda entre la opinión pública y la monarquía. Lo que hacen las élites de poder va completamente en contra de la voluntad del pueblo marroquí", sostuvo Aboubakr Jamai, decano del Centro de Madrid del American College of the Mediterranean.

Ismail Lghazaoui: símbolo de una disidencia creciente

Lghazaoui, que ya había sido encarcelado por campañas similares de boicot en 2023, fue detenido nuevamente luego de publicar un post en redes sociales criticando a Maersk y su implicación en el transporte de componentes de cazabombarderos F-35. Durante una manifestación en Casablanca en noviembre, fue golpeado por policías de civil antes de ser arrestado.

Pasó cuatro meses en prisión. “Quieren silenciar a la gente”, denunció. “Me usaban como ejemplo para disuadir a otros”.

Los puertos bajo la lupa

La controversia se ha trasladado ahora a los puertos. Activistas y sindicatos exigieron bloquear el ingreso de dos barcos que cruzaron el Atlántico con piezas de aviones cuyos destinos sospechaban estaban ligados con la industria militar israelí. La Unión Marroquí del Trabajo (UMT), el sindicato más grande del país, respaldó los bloqueos.

Incluso más de 100 eruditos y predicadores musulmanes, varios afiliados al movimiento islamista Al Adl wal Ihsan —prohibido en política pero influyente en la protesta social— emitieron una de las fatwas más contundentes en contra de la normalización, apelando a la “dignidad nacional y moral del pueblo marroquí”.

El puerto de Tánger Med, por su rol clave como hub logístico entre Europa, África y América, se ha convertido en foco de tensión. Según empleados portuarios y activistas, la presión va en aumento, mientras la empresa Maersk negó haber transportado armas directamente a zonas de conflicto, pero reconoció haber movido componentes bélicos con certificado de uso final.

Maersk y la sombra de Lockheed Martin

Las críticas no van solo hacia el gobierno marroquí. La empresa Maersk ha sido blanco de protestas debido a su papel en la logística militar global. Se le acusa de ser parte indirecta del programa estadounidense Security Cooperative Participant Program, que apoya la producción de F-35, el avión furtivo de combate de quinta generación de Lockheed Martin. Este programa involucra a múltiples aliados de Estados Unidos, incluida Israel.

Los F-35 se ensamblan principalmente en EE.UU., pero utilizan componentes fabricados en todo el mundo, incluso en Israel, lo que alimenta más la rabia colectiva en Marruecos. Esto, pese a que las autoridades portuarias aseguran que mercancías que hacen escala y no están destinadas a desembarcar no son sometidas a los mismos controles que las que sí se descargan en Marruecos.

Legalidad vs. legitimidad

La constitución marroquí permite la libertad de expresión y reunión, pero criticar abiertamente a la monarquía o al rey Mohammed VI puede derivar en procesos judiciales. Durante toda la guerra en Gaza, quienes han mencionado al soberano en publicaciones digitales o han participado de boicots contra empresas asociadas a Israel han terminado en prisión.

Así, la brecha entre legalidad y legitimidad se amplía. Las medidas represivas han generado descontento generalizado pero no han conseguido silenciar las protestas. Al contrario, parecen haber catalizado aún más la rabia social, especialmente entre los jóvenes.

¿Prioridades nacionales desviadas?

En redes sociales, muchos empiezan a cuestionar si la atención excesiva sobre Gaza no deja en segundo plano otros conflictos locales. Algunos sectores nacionalistas han recordado los problemas aún no resueltos del pueblo amazigh, principal comunidad indígena del país, o el conflicto estancado del Sahara Occidental.

Por otro lado, incluso partidos que alguna vez apoyaron los Acuerdos de Abraham han dado marcha atrás. El Partido Justicia y Desarrollo, que lideró el gobierno entre 2011 y 2021 y apoyó la normalización durante su mandato, recientemente invitó a altos cargos de Hamás a su congreso nacional. Aunque su solicitud de visa fue denegada, el gesto marca un cambio político significativo.

“Palestina seguirá siendo nuestra causa primera”, declaró Abdelilah Benkirane, ex primer ministro y actual secretario general del partido.

Marruecos frente al espejo de la región

Los arrestos y represión social en Marruecos encuentran eco en otros países árabes que también normalizaron vínculos con Israel, como Egipto y Jordania. En todos ellos, la contradicción entre los discursos pro-palestinos oficiales y las alianzas estratégicas reales con Israel alimenta una frustración creciente.

Sin embargo, a diferencia de Egipto y Jordania, la represión marroquí no ha generado un efecto disuasorio. Los militantes regresan a las calles, incluso tras haber sido encarcelados, en un país donde la protesta social se reinventa con cada estallido geopolítico.

El dilema de la monarquía

Los analistas afirman que el Palacio Real se encuentra atrapado: por un lado, necesita mantener la relación con una potencia como Estados Unidos y las ventajas estratégicas que eso conlleva (como el reconocimiento del Sahara Occidental); por otro, enfrenta una presión social que no solo mira hacia Palestina, sino que se interroga sobre la ética y soberanía nacional.

¿Será sostenible esta grieta a largo plazo? Todo indica que a menos que el gobierno ofrezca una narrativa verosímil y acciones tangibles, las calles de Marruecos —como los contenedores del puerto de Tánger— seguirán llenas, no de mercancías, sino de dignidad en ebullición.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press