Zamzam: El infierno en la Tierra que el mundo ignora

Ataques, hambruna, violaciones y masacres en el mayor campo de desplazados de Sudán revelan una tragedia humanitaria silenciada

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Una tragedia repetida

La historia de Umm al-Kheir Bakheit comienza hace casi dos décadas, cuando con apenas 13 años llegó al campo de desplazados de Zamzam, huyendo del terror que sembraban las milicias árabes janjaweed en Darfur, Sudán. Si bien entonces pareció encontrar cierta estabilidad entre las tiendas improvisadas y el polvo, el horror ha regresado más cruel que nunca.

Hoy, con 31 años y tres hijos, Bakheit volvió a repetir el ciclo traumático que ha marcado la vida de más de medio millón de personas: fue obligada a huir nuevamente. Esta vez, quien sembró el terror fueron los herederos directos de aquellas milicias, los paramilitares conocidos como Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF por sus siglas en inglés), quienes arremetieron violentamente contra los residentes del campo en abril de 2024.

El asedio antes del caos

La peor parte del ataque ocurrió el 11 de abril, tras un prolongado asedio que dejó al campo sin suministros ni asistencia humanitaria. Las RSF bloquearon el acceso a Zamzam como parte de su agresiva ofensiva para tomar el-Fasher, capital de Darfur del Norte y último bastión importante de las Fuerzas Armadas sudanesas en la región.

La táctica resultó devastadora: miles murieron de hambre. “Durante mucho tiempo no tuvimos otra opción que comer hojas y pasto,” contó Bakheit. La hambruna fue oficialmente declarada en el campo en agosto de ese mismo año, después de que las fuerzas paramilitares obligaran a las organizaciones humanitarias a abandonar la zona.

El ataque: masacre sin límites

“Es una pesadilla hecha realidad,” dijo Bakheit tras sobrevivir al ataque de tres días que dejó al menos 400 muertos, en lo que ha sido descrito como la mayor masacre en los 20 años de existencia del campo Zamzam, fundado en 2004.

Testigos y trabajadores humanitarios relataron que los combatientes de las RSF disparaban sin distinción, incendiaban hogares, saqueaban mercados y violaban sistemáticamente a mujeres y niñas. Los relatos son escalofriantes, y las cifras podrían ser aún más aterradoras: solo en la localidad de Tawila, unas 24 mujeres denunciaron violaciones, aunque se estima que el número real es mucho mayor.

Marion Ramstein, coordinadora de campo de Médicos Sin Fronteras (MSF), fue clara: “Estamos hablando de saqueos, golpizas, asesinatos, pero también de muchas violaciones.”

La brutalidad documentada

Videos compartidos en redes sociales por los propios paramilitares RSF muestran cuerpos tendidos en el suelo mientras los combatientes se jactan de sus crímenes diciendo: “Vamos a matarlos así.”

Uno de los centros médicos del campo fue destruido, junto con nueve trabajadores de la ONG Relief International. En una madraza (escuela religiosa), al menos 23 personas, en su mayoría adolescentes, fueron asesinadas a sangre fría. Según la Coordinación General para Desplazados y Refugiados en Darfur, al menos un 10% del campo fue arrasado por las llamas.

Imágenes satelitales captadas el 16 de abril por el Laboratorio de Investigación Humanitaria de la Universidad de Yale confirmaron los incendios: 1.7 km² del campo estaban en llamas. En las imágenes también se identificaron vehículos en los accesos, presuntamente puestos de control de las RSF.

Una huida deshumanizante

Luego de ser detenidas durante tres horas y sometidas a maltratos, Bakheit, Ahlam al-Nour y otros civiles fueron liberados. Comenzaron una ardua caminata bajo el sol abrasador, cruzando un campo carbonizado lleno de cadáveres.

“Pasamos por casas ardiendo, el mercado principal reducido a cenizas, cuerpos de niños y mujeres en las calles,” relató al-Nour, madre de cinco hijos, quien había perdido a su hija de tres años por desnutrición meses antes.

Caminaron casi 64 km hasta Tawila. “Ví morir al menos a tres personas en el camino,” dijo. “Simplemente cayeron, vencidas por el hambre, el cansancio y la sed.”

Una guerra que no cesa

El conflicto en Sudán estalló en abril de 2022, tras una pugna de poder entre el ejército regular, encabezado por el general Abdel Fattah al-Burhan, y las RSF, lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, alias “Hemedti”.

Aunque las RSF han sufrido reveses recientemente, sus métodos recuerdan a los crímenes cometidos por los janjaweed durante el genocidio en Darfur a principios de los 2000, que dejó al menos 300,000 muertos según la ONU.

La región es testigo de una continua repetición de ciclos de violencia, donde la impunidad alimenta las atrocidades. En palabras de Ramstein: “La realidad de la guerra en Sudán durante los últimos dos años ha sido la de civiles masacrados, pueblos arrasados y la violencia sexual como arma de guerra.”

Zamzam y la memoria de un genocidio no resuelto

El caso de Zamzam no es una anomalía, sino parte de una secuencia de tragedias que reflejan un patrón: represión brutal, limpieza étnica y desplazamientos forzados de poblaciones no árabes. Bakheit lo resume con una amarga resignación: “Como hizo mi madre hace 20 años, no tuve más opción que irme con mis hijos.”

Sudán lleva más de dos décadas en conflicto, con breves intervalos de paz frágil. La comunidad internacional, tras condenas simbólicas, ha sido pasiva. La retirada de las misiones humanitarias y de la ONU de muchas regiones como Zamzam ha dejado a civiles a merced de grupos violentos.

Además, los crímenes de guerra documentados no han tenido consecuencias inmediatas. El Sistema Penal Internacional emitió órdenes de arresto en el pasado contra líderes responsables del genocidio de Darfur como el expresidente Omar al-Bashir, pero las milicias que entonces sembraban el terror han evolucionado, rearmado y se han institucionalizado bajo nuevas siglas: las RSF.

¿Dónde está el mundo?

Zamzam se ha convertido en un símbolo del viejo y nuevo Darfur: el epicentro del dolor de generaciones que crecen entre cicatrices físicas y mentales. En un momento en que el foco mediático se dirige a otras guerras como Ucrania o Gaza, el sufrimiento silencioso de millones en Sudán apenas despierta titulares.

Mientras tanto, miles siguen huyendo a pie, sin asistencia, sin protección, sin voz.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press