El Silencio como Memoria: Países Bajos conmemora 80 años desde su liberación del nazismo
Un análisis de la Jornada Nacional de la Memoria en Países Bajos y su impacto social, histórico y político en la Europa de hoy
El rugido ausente del tráfico, la pausa imprevista de la vida diaria durante dos minutos, y una nación entera contenida en un suspiro colectivo: eso fue Países Bajos el 4 de mayo. La ceremonia anual de conmemoración de las víctimas de la guerra, celebrada en Ámsterdam, este año tuvo un peso especial: se cumplieron 80 años y un día desde que los Países Bajos fueron liberados de la ocupación nazi en 1945.
Un silencio que habla más que mil palabras
A las 8 de la noche, puntuales como un péndulo de memoria, trenes, automóviles y aviones se detuvieron. Durante dos minutos, ningún motor rugió ni ninguna conversación interrumpió el homenaje. Este momento de silencio es un ritual profundamente arraigado en la sociedad holandesa, donde se recuerda tanto a los militares como a civiles caídos en conflictos desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Pero este año trajo ecos distintos. No solo por la fecha simbólica, sino por las voces que emergieron previo al silencio. Uno de los discursos más aplaudidos fue el del joven de 14 años, Marijn van der Wilk, quien leyó un poema original sobre la resistencia holandesa. “Eran hermanos, hermanas, vecinos. Gente, como tú o yo. En un tiempo en el que hacer el bien podía costarte la vida. Y aun así, lo hicieron”, recitó ante una audiencia conmovida.
El peso de la historia familiar en tiempos de guerra
Otra intervención importante llegó del nuevo primer ministro Dick Schoof, quien relató cómo su propio abuelo fue ejecutado por soldados nazis debido a su participación en la resistencia. “Cuando recordamos a quienes fueron asesinados simplemente por ser quienes eran, por su lucha por la paz y la libertad, recordamos también todo lo que se ha sacrificado por la libertad de la que hoy disfrutamos”, expresó desde el podio junto al Monumento Nacional en la Plaza Dam.
Es un recordatorio poderoso en una Europa actual que enfrenta nuevos desafíos democráticos, tensiones migratorias e incluso el alarmante ascenso de movimientos nacionalistas.
Una conmemoración diversa: voces que reclaman inclusión
No todos los actos se ajustaron al protocolo oficial. En La Haya, un grupo de empleados públicos organizó una conmemoración alternativa inclusiva bajo el lema "May 4 Inclusive". Su mensaje: la memoria debe ser para todas las víctimas, sin límites geográficos o políticos.
“Conmemoramos tanto a las víctimas del pasado como a las del presente, sin importar dónde, por quién o cuándo ocurrió la guerra, el genocidio o la opresión”, rezaba su manifiesto. Tal postura nace de una creciente frustración hacia lo que consideran una falta de liderazgo moral del gobierno ante crisis actuales como el conflicto en Gaza.
Un país dividido entre tradición y protesta
Aunque la mayoría de la población respeta la ceremonia nacional, hay zonas en el país, mayormente cristianas ortodoxas, que conmemoran el Día de la Memoria el sábado 3 para no interferir con el sabbat del domingo. Esto revela aún más lo diverso y plural que es el enfoque holandés hacia la memoria y la religión.
Además, entre los asistentes en Ámsterdam no pasaron desapercibidos algunos lemas pro-palestinos, mostrando que las agitaciones internacionales también encuentran eco en el tejido social neerlandés en días solemnes.
La Llama de la Liberación: un símbolo hacia el futuro
La jornada culminó con un acto simbólico cargado de emoción. La Llama de la Liberación se encendió en Wageningen, la localidad donde se firmó la rendición alemana en 1945. Los encargados de encender el fuego fueron dos veteranos centenarios: Mervyn Kersh, del Reino Unido (100 años), y Nick Janicki, de Canadá (101).
Su presencia fue todo un símbolo intergeneracional. Representan no solo el pasado bélico que aún persiste en la memoria, sino también una lección viva de compromisos con valores democráticos, paz y justicia social.
La guerra como memoria: entre arte y pedagogía
La conmemoración del 4 de mayo no solo se da en ceremonias oficiales. Las escuelas, los centros culturales y hasta las plataformas digitales realizan actividades educativas. Documentales, poesía, cartas de tiempos de guerra y hasta videojuegos son utilizados para transmitir el legado de la guerra a las nuevas generaciones.
Según la agencia nacional de educación cultural (Cultuureducatie.nl), el 86% de las escuelas primarias en Países Bajos incluye actividades didácticas relacionadas con la Segunda Guerra Mundial durante la semana del 4 de mayo.
Cuando la memoria se encuentra con el presente
No resulta casual que este Día de la Memoria coincida con un contexto geopolítico tenso. La guerra en Ucrania, el conflicto israelí-palestino, y las persistentes tensiones migratorias en Europa Occidental generan un paralelo inquietante: el recuerdo de una guerra pasada frente a los fantasmas del presente.
La memoria como herramienta de conciencia ya no se limita a vitrinas ni plazas. En los Países Bajos, la cicatriz histórica de 1940-1945 se utiliza para debatir las tensiones actuales sobre racismo, libertad de expresión, islamofobia y populismo.
El momento de redefinir qué significa ‘recordar’
Holanda ha sido históricamente un ejemplo de cómo la memoria colectiva puede institucionalizarse sin perder su relevancia contemporánea. Pero a 80 años del fin del terror nazi, urge redefinir la memoria para una nueva era. ¿Qué pasa cuando las últimas voces vivas del conflicto empiezan a desaparecer? ¿Puede una sociedad mantener intacto su espíritu de conmemoración sin caer en la repetición vacía?
Los nuevos retos requieren nuevas narrativas: desde los jóvenes inmigrantes que reclaman su espacio en el relato nacional hasta los artistas que combinan moda, historia y denuncia sociopolítica —como Jacques Agbobly, reflejado en la reciente exhibición en el MET de Nueva York—, la historia deja de ser un referente aislado para convertirse en herramienta de transformación social.
Una tradición que respira y evoluciona
La conmemoración del 4 de mayo no es un acto congelado en el tiempo. Es un organismo vivo que se adapta a las demandas de cada generación. Si bien eventos como el encendido de la llama, los minutos de silencio o los discursos políticos tienen peso simbólico, lo verdaderamente revolucionario es cómo los Países Bajos logran vincular esas ceremonias con la constante reflexión histórica y su aplicabilidad en tiempo real.
Desde el joven poeta que toma el micrófono con 14 años, hasta los centenarios veteranos que encienden la llama del recuerdo, todos forman parte de una misma narrativa donde cada gesto importa. Porque recordar, decía Primo Levi, es un acto de justicia. Y hoy, en Ámsterdam y más allá, se recordó con fuerza, con arte y, sobre todo, con conciencia viva.