Guerra del tomate: el nuevo frente comercial entre EE. UU. y México
Tras décadas de acuerdos y pausas, Washington reaviva una disputa que podría cambiar tu salsa para siempre
Una historia que vuelve a calentarse
Estados Unidos ha anunciado un nuevo arancel del 21% sobre los tomates frescos importados desde México, lo que marca el último capítulo en una larga y tensa historia comercial con su vecino del sur. La medida, que entrará en vigencia el 14 de julio, apunta a reconstruir una industria nacional que, según muchos productores estadounidenses, lucha por competir frente a los menores costos del sur del río Bravo.
La Florida Tomato Exchange, un grupo que representa a los productores nacionales, afirma que México provee actualmente el 70% del mercado estadounidense de tomates, una cifra drásticamente superior al 30% que representaba hace dos décadas. "A menos que igualemos las condiciones de precio, no tendremos industria nacional de tomates frescos en el futuro cercano", advierte Robert Guenther, vicepresidente ejecutivo de la agrupación.
Tomates, tarifas y tácticas
En el centro del debate están las acusaciones de dumping: vender tomates a precios artificialmente bajos para ganar cuota de mercado. Desde 1996, año en que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ya estaba en marcha, EE. UU. ha intentado contener esta práctica exigiendo precios mínimos, pero los controles han sido laxos y las revisiones del acuerdo frecuentes.
En abril de este año, el Departamento de Comercio de EE. UU. anunció su salida del último acuerdo de suspensión, alegando haber sido "inundado de comentarios" de agricultores que claman por protección frente a las importaciones mexicanas. Esto reavivó una batalla comercial que parecía contenida, pero nunca del todo resuelta.
Precios más altos para los consumidores
La arista más preocupante para los consumidores es el impacto en los precios. Según Tim Richards, profesor de Agronegocios en la Universidad Estatal de Arizona, los precios al por menor del tomate podrían aumentar en un 10.5% si se implementan los aranceles.
Empresas estadounidenses que también producen en México, como la texana NatureSweet, anticipan costos millonarios. Su director legal, Skip Hulett, asegura que dejarán de absorber parte del golpe financiero: "Estos costos adicionales tendrán que trasladarse al consumidor".
¿Quién tiene las de ganar?
Los defensores de los aranceles apuntan a una competencia desleal. Guenther sostiene que producir tomates en México cuesta entre un 40% y un 50% menos, gracias a tierras más baratas, costos laborales muy bajos y menores precios de insumos como semillas y fertilizantes.
Los trabajadores en EE. UU. bajo el programa H-2A ganaron un promedio de $16.98 por hora en 2023, mientras que en México los sueldos agrícolas equivalen apenas a una décima parte de esa cifra. Además, NatureSweet argumenta que el clima mexicano permite invernaderos sin iluminación, calefacción ni refrigeración, mejorando la eficiencia sin sacrificar sabor ni calidad.
Desde los campos hasta el plato
No es solo un tema agrícola. Restauranteros como Adrián Burciaga, dueño del aclamado restaurante Don Artemio en Fort Worth, Texas, sienten el golpe directo de estas políticas. Su local utiliza entre 300 y 400 libras semanales de tomates Roma provenientes de México. "Pagamos $19 por una caja de 25 libras. Con los aranceles, nuestro margen se reduce aún más", comenta Burciaga.
Para él, cambiar de proveedor no es una opción. "Al igual que elegimos un buen cabernet de Napa para un vino de calidad, los tomates mexicanos nos recuerdan a nuestras raíces y son esenciales para nuestras salsas y moles", dice. "No estamos dispuestos a sacrificar el sabor".
La posición mexicana
México, como era de esperar, no se ha quedado de brazos cruzados. Su presidenta, Claudia Sheinbaum, insinuó que si los aranceles al tomate entran en vigor, podrían responder con tarifas propias a exportaciones estadounidenses como piernas de cerdo y pollo.
Y no es una postura improvisada. Esta disputa tiene historia. En 2019, México ya enfrentó otra amenaza similar cuando el expresidente Donald Trump impuso tarifas para presionar por medidas migratorias. En ambos casos, las negociaciones evitaron una guerra arancelaria total, pero el ambiente sigue siendo volátil.
¿Una industria en extinción?
Florida y California son los principales productores de tomate en EE. UU., pero sus márgenes de ganancia y producción se han reducido. California dedica casi toda su cosecha a la elaboración de salsas y productos procesados. En tanto, Florida produce tomates frescos, pero enfrenta críticas por su calidad y métodos de cultivo.
Según Lance Jungmeyer, presidente de la Fresh Produce Association of the Americas, Florida cultiva tomates que se recogen verdes para madurar en almacenes. En cambio, los tomates mexicanos son vine-ripened, es decir, madurados en la planta, lo cual resulta en un sabor natural más apreciado por los consumidores.
Guenther, sin embargo, está en desacuerdo: "Si comparas un tomate de Florida con uno de México en una prueba de sabor, creo que el nuestro quedaría muy bien".
¿Y los consumidores?
En resumen, los consumidores estadounidenses deberán estar preparados para precios más altos y menor disponibilidad de variedades demandadas como los tomates Roma o cherry.
Restauranteros, importadores y cadenas de supermercados probablemente busquen ajustar sus compras y márgenes. Pero la verdad es que el tomate, una piedra angular de la cocina estadounidense y mexicana, se ha convertido ahora en un símbolo de la tensión comercial bilateral.
Más allá del tomate: una guerra comercial más amplia
Este nuevo capítulo es parte de una estrategia más amplia de Washington, que ya ha aplicado tarifas más severas desde el "Día de la Liberación" comercial proclamado por Trump en abril. En ese contexto, los aranceles son tanto herramienta económica como instrumento político.
El futuro del comercio entre ambos países pende de un hilo: negociaciones lentas, posturas rígidas y un mundo donde los tomates ya no son solo un ingrediente, sino una moneda de cambio diplomática.