Entre dos fuegos: Japón en la cuerda floja entre Estados Unidos y China

Con la guerra comercial como telón de fondo, Japón maniobra entre el proteccionismo estadounidense y el acercamiento diplomático de China

Una diplomacia delicada en un contexto turbulento

Japón se encuentra en un momento diplomático decisivo, atrapado en medio de una creciente tensión comercial entre Estados Unidos y China. Mientras Washington impone nuevos aranceles y presiona a sus socios para obtener beneficios, Pekín despliega una estrategia sutil para ganarse aliados, particularmente aquellos como Japón, que han sido históricamente cercanos a Estados Unidos pero que ahora sienten el peso de la incertidumbre.

La reciente visita del negociador japonés Ryosei Akazawa a Washington para discutir temas arancelarios coincidió con encuentros entre delegaciones legislativas japonesas e integrantes del gobierno chino en Pekín. Este paralelismo diplomático no es una coincidencia: es el reflejo de un cuidadoso equilibrio entre dos polos geopolíticos con intereses enfrentados.

El legado de la historia como sombra persistente

La relación entre Japón y China está marcada por profundas cicatrices históricas que todavía repercuten en la política contemporánea. La ocupación japonesa de la región nororiental de China, conocida como Manchuria, durante las décadas de 1930 y 1940, así como eventos atroces como la masacre de Nankín o los experimentos médicos en humanos, siguen siendo motivo de desconfianza.

La postura de los líderes nipones ha sido clave en la manera en que China reacciona a cualquier acercamiento. El actual primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, parece tener una visión más neutral respecto al pasado bélico japonés que sus predecesores, incluidas figuras tan influyentes como Shinzo Abe. Esto ha facilitado, en cierta medida, una reapertura del diálogo con Pekín.

Las grietas en la alianza con EE. UU.

Bajo la administración de Donald Trump, Japón ha visto cómo la alianza con Estados Unidos ha pasado por momentos de tensión a causa de la política "America First". En abril, el gobierno estadounidense anunció un arancel del 24% sobre productos japoneses —una medida que golpeó duramente al sector automotriz y manufacturero nipón.

A pesar de que se ha desactivado temporalmente la aplicación de algunos aranceles, el 25% impuesto sobre el acero, el aluminio y los automóviles continúa vigente. Estos impuestos han provocado incertidumbre entre los empresarios y políticos japoneses, quienes ahora se preguntan si el compromiso de Washington con sus aliados es tan firme como antes.

“Los aranceles y la incertidumbre que Trump ha generado están sacudiendo las decisiones de Tokio”, dijo Matthew Goodman, director del Greenberg Center for Geoeconomics.

El abrazo frío de China

En este contexto, China ha intensificado sus esfuerzos para atraer a Japón justo cuando este último empieza a cuestionar la fiabilidad del vínculo con EE. UU. Delegaciones como la del Partido Komeito —el socio menor en la coalición gobernante en Japón— han llevado cartas personales de Ishiba al presidente Xi Jinping, buscando nuevos puntos de acuerdo.

Uno de los temas discutidos fue la posible suspensión del embargo chino sobre los productos del mar japoneses, impuesto en 2023 a raíz de la liberación de aguas residuales tratadas de la planta nuclear de Fukushima. Aunque el veto no fue levantado, Pekín mostró una actitud más conciliadora al valorar con apertura el resultado de sus análisis sobre la seguridad de los vertidos.

Además, legisladores chinos como Zhao Leji expresaron disposición a generar espacios de intercambio y diálogo. Es una apertura cargada de simbolismo teniendo en cuenta el conflicto histórico y las tensiones actuales en torno a los territorios disputados de las islas Senkaku/Diaoyu en el mar de China Oriental.

Sudeste Asiático: el nuevo campo de batalla comercial

Mientras Japón y China intentan encontrar puntos de convergencia, ambos países luchan por ampliar su influencia en el Sudeste Asiático. Esta zona, rica en recursos y con poblaciones jóvenes en expansión, es clave para mantener competitividad en el sistema económico multipolar del siglo XXI.

Japón, que ha contribuido significativamente a la asistencia para el desarrollo desde la posguerra, mantiene una imagen positiva en muchos países de la región. Las visitas recientes de Ishiba a Filipinas y Vietnam reflejan el espíritu de fortalecer alianzas económicas y de seguridad.

“Queremos preservar un sistema comercial multilateral sin que las tarifas de EE. UU. obliguen a nuestros vecinos a girar hacia China”, expresó Itsunori Onodera, jefe de políticas del partido gobernante en Japón.

Sin embargo, China tampoco se queda atrás: Xi Jinping ha visitado recientemente Vietnam, Malasia y Camboya predicando la necesidad de reforzar cadenas de suministro y cooperación comercial.

¿Un viraje estratégico o una táctica temporal?

Los contactos japoneses con China pueden interpretarse más como una movida táctica frente al proteccionismo estadounidense que como un viraje estratégico a largo plazo. Expertos como Goodman señalan que Tokio considera su alianza con EE. UU. como el pilar de su seguridad, pero no niega que el sentimiento de desconfianza ha crecido ante la volatilidad de decisiones como la imposición de aranceles sin consulta previa.

Además, mientras Beijing promueve un discurso seductor a través de la diplomacia parlamentaria y la retórica del "win-win", la realidad geopolítica impone límites. Las inversiones japonesas en China han disminuido y Japón ha reforzado la cooperación militar con naciones del Indo-Pacífico como India, Australia y Filipinas, posicionándose como un actor clave en el marco de seguridad regional del Indo-Pacífico.

En pocas palabras, Japón no está abandonando a Estados Unidos, pero sí está ampliando su margen de maniobra con China como forma de presión indirecta y como paraguas ante futuros embates económicos procedentes de Washington.

El riesgo de dejar espacio a Pekín

Una cuestión clave en este juego geopolítico es evitar que los altos aranceles estadounidenses empujen a los países del Sudeste Asiático —aunque sea por interés económico— hacia la órbita de China. En este sentido, diplomáticos japoneses están particularmente atentos a cómo avanzan las relaciones chino-malaias, chino-vietnamitas y chino-filipinas, tanto en comercio como en defensa.

Para Japón, el equilibrio es complejo: necesita asegurar los beneficios de su comercio con China, con la cual mantiene fuertes lazos económicos (en 2023 el comercio bilateral alcanzó los 317,000 millones de dólares), sin poner en riesgo su posición estratégica con Estados Unidos dentro del marco de seguridad regional.

Lo que puede venir

Japón continuará apostando por una multipolaridad controlada: fortalecer el Tratado de Libre Comercio del Pacífico (CPTPP), aumentar su cooperación con la Unión Europea en tecnología y clima, y profundizar su rol en organizaciones multilaterales como el G7 o el FMI.

Sin embargo, no se descarta que, si las condiciones comerciales impuestas por EE. UU. se endurecen —especialmente si Trump regresa al poder—, Tokio explore con más decisión su rol de mediador entre Beijing y Washington, evitando verse absorbido por la lógica de bloques enfrentados.

En palabras de un alto funcionario japonés citado anónimamente en medios locales: “No queremos elegir. No se trata de abandonar a nadie, sino de no quedar atrapados en la pelea de dos gigantes.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press