Trump y Carney en la Casa Blanca: diplomacia al borde del espectáculo
Una mirada al nuevo estilo de relaciones exteriores de Donald Trump y cómo enfrentan los líderes mundiales sus caóticas reuniones en el Despacho Oval
Un escenario inesperado: Canadá en la mira
Cuando el nuevo Primer Ministro canadiense, Mark Carney, realizó su primera visita oficial al Despacho Oval de la Casa Blanca, nadie esperaba una sesión ordinaria. El presidente Donald Trump, fiel a su estilo controvertido, ya había sugerido previamente la posibilidad de anexar Canadá como el “51° estado” de los Estados Unidos. Las tensiones eran palpables.
Carney respondió con claridad ante la posibilidad, rechazando la idea tajantemente: “Algunos lugares nunca están en venta”, dijo con firmeza. “Canadá es uno de ellos y nunca lo estará.” Trump, por su parte, respondió con un encogimiento de hombros y el ya conocido: “Never say never.”
El nuevo guión de la diplomacia: una mezcla de reality político y show mediático
Las visitas presidenciales al Despacho Oval solían ser actos protocolares, hasta triviales. Pero Trump ha transformado estos encuentros en episodios impredecibles, formando una especie de show político que pone a prueba la templanza de cualquier jefe de Estado.
A lo largo del encuentro, el presidente habló desde la estimulación del gasto militar canadiense hasta el presupuesto para infraestructura de California, pasando incluso por el futuro de la biblioteca presidencial de Barack Obama, criticando que “prefiere constructores woke antes que trabajadores duros y eficientes”.
Los líderes del mundo: entre reverencias, astucia y silencios diplomáticos
Varias figuras de la política internacional han aprendido a sortear las aguas turbulentas de una reunión con Trump, y cada uno ha optado por estrategias distintas:
- Emmanuel Macron: Pudo corregir con sutileza a Trump sobre el financiamiento europeo a Ucrania, ganándose aprecio sin represalias.
- Abdalá II de Jordania: Evadió con diplomacia los comentarios sobre Gaza y los refugiados palestinos.
- Mark Rutte: Ignoró los comentarios sobre anexar Groenlandia (territorio de un aliado de la OTAN) y redirigió el tema al Ártico.
Como dijo Daniel Mulhall, exembajador de Irlanda en EE.UU., “No hay fórmula para tratar con Trump.”
El caso Carney: cortesía firme ante el caos
La estrategia del primer ministro canadiense pareció acertada. Mantuvo un silencio respetuoso cuando fue necesario, pero al llegar el momento crucial, defendió los intereses de su país sin caer en provocaciones emocionales.
Al final de la reunión, Trump soltó una frase que pocos esperaban: “I like this guy”. Carney solo sonrió. Había superado el reto.
¿Están los encuentros en la Casa Blanca perdiendo su seriedad?
Desde la década de 1930, reunirse con el presidente de los Estados Unidos es un honor diplomático reservado para momentos de gran seriedad. En estas visitas históricas, Franklin D. Roosevelt debatía sobre la Segunda Guerra Mundial, John F. Kennedy limaba asperezas con aliados europeos, y Ronald Reagan fortalecía la alianza con Margaret Thatcher.
Hoy, este simbolismo parece desdibujarse. Trump ha usado el Despacho Oval como un set de televisión: “This is going to be great television”, llegó a soltar tras una tensa reunión con el presidente Zelenskyy de Ucrania.
La “visibilización” de las emociones presidenciales: ¿efectiva o sumamente riesgosa?
Rufus Gifford, exjefe de protocolo del presidente Biden, fue tajante: “Trump logra poner los ojos sobre él. Eso es innegable. Pero lograr audiencia no necesariamente equivale a una buena estrategia diplomática.”
Max Bergmann del Center for Strategic and International Studies sostiene que cada invitación es ahora un enigma con posible costo político. “Normalmente era un honor. Hoy, un desafío impredecible.”
¿Un nuevo paradigma presidencial?
Más allá de los desacuerdos ideológicos, Trump ha reconfigurado la forma en que los líderes se relacionan con el poder político global.
- Control del espacio público: Cada encuentro se diseña como una puesta en escena.
- Mensaje constante: No importa con quién esté, el discurso contra los medios y enemigos políticos es omnipresente.
- Elementos de espectáculo: Humor, confrontación directa, anuncios sorpresivos y digresiones radicales.
Elise Labott, periodista y miembro del Council on Foreign Relations, lanza una conclusión contundente: “Esto no es transparencia, es parte del espectáculo.”
¿Qué queda para los líderes del mundo?
Muchos se preparan intensamente para estos encuentros. Es el caso del primer ministro británico Keir Starmer, quien abrió su reunión con una carta personal del rey Carlos III y elogios por el busto de Churchill. O el primer ministro irlandés Micheál Martin, que prefirió reírse de los reclamos sobre "impuestos injustos" y pasar a hablar con Trump sobre golf y boxeo.
Todos entienden lo mismo: si Trump te rechaza, pierdes acceso e influencia.
Reuniones que marcan la narrativa internacional
La transformación de las reuniones bilaterales no es simplemente un cambio de estilo. Representa una redefinición de la política exterior como herramienta de imagen y espectáculo. El presidente convertido en estrella y los mandatarios extranjeros en coprotagonistas, que deben jugar sus cartas con precisión quirúrgica.
Mientras tanto, el mundo observa con incertidumbre: ¿qué pasará si esta forma de hacer política se institucionaliza?
Como diría Carney: “Nunca es nunca”. Pero todos saben que con Trump, algo tan simple como una línea entre dos países puede ser, según él, simplemente "arbitraria".