¿Ventaja climática o trampa sintética? El fenómeno Bodø/Glimt y la controversia del césped artificial en Europa

El modesto equipo noruego sigue venciendo gigantes en temperaturas bajo cero y una cancha artificial que divide opiniones

El surgimiento del fenómeno Bodø/Glimt

En medio de un clima polar y una población de apenas 55,000 personas, el Bodø/Glimt se ha convertido en un fenómeno del fútbol europeo. El club noruego ha logrado hazañas increíbles en las competiciones continentales, eliminando a rivales históricamente más poderosos desde su fortaleza: el estadio Aspmyra, dotado de césped artificial diseñado para resistir las condiciones más brutales del invierno ártico.

Situado a más de 1,000 kilómetros al norte de Oslo, en el círculo polar ártico, Bodø es una de las ciudades más septentrionales con representación en el fútbol de élite. Allí, este club ha aprovechado su contexto climático y la tecnología de su cancha para convertir su estadio en un fortín inexpugnable... o al menos muy difícil de conquistar.

El campo de batalla: el Aspmyra Stadion

Con capacidad para 9,000 espectadores y equipado con calefacción subterránea, el Aspmyra Stadion ha sido ideal para albergar partidos incluso bajo fuertes nevadas, como sucedió recientemente frente a la Lazio por la UEFA Europa League. El terreno, recubierto de césped sintético, hace que la pelota ruede de manera diferente, exigiendo un estilo de juego particular y penalizando a los equipos acostumbrados al césped natural.

Equipos como Lazio, Porto, Besiktas, Twente e incluso la Roma de José Mourinho han caído en este estadio. En 2021, Bodø/Glimt dio la campanada al golear 6-1 a la Roma en la UEFA Conference League, lo que generó titulares a nivel mundial.

Tottenham y una prueba de fuego

El Tottenham Hotspur se encuentra ahora en medio de esta tormenta gélida y mediática. Luego de ganar 3-1 el partido de ida contra Bodø/Glimt en casa, el equipo inglés sabe que la vuelta en Noruega será un desafío radicalmente distinto. No solo por el clima, sino porque el campo sintético y la localía se han convertido en una ventaja táctica casi insuperable.

El delantero de los Spurs, Dejan Kulusevski, llegó a declarar que jugar en ese campo “es casi un deporte diferente”. El técnico Ange Postecoglou, que ya había perdido allí dirigiendo al Celtic en el pasado (derrota 2-0 y eliminación por 5-1 global), reconoció que el ambiente y la superficie representaban un reto sustancial pero no determinante si su equipo mantiene la disciplina táctica mostrada en el primer partido.

Una cancha artificial, muchas controversias

Lo que para Bodø/Glimt es una solución logística, para muchos equipos europeos y entrenadores de élite representa una injusticia deportiva. Técnicos como José Mourinho y Evangelos Marinakis (presidente del Olympiakos) han criticado abiertamente estas canchas sintéticas, que según ellos distorsionan el juego y aumentan el riesgo de lesiones.

“El fútbol de alto nivel en campos de plástico no es fútbol de alto nivel”, sentenció Mourinho tras un partido de clasificación de la Champions League en agosto de 2023, disputado contra el Lugano en césped sintético.

En un tono similar, Marinakis afirmó tras la derrota frente a Bodø/Glimt: “Uno de nuestros jugadores se lesionó debido a las condiciones de la cancha”. Aunque Olympiakos ganó la vuelta 2-1, fue eliminado por un 4-2 global.

¿Ventaja o necesidad?

Pero, ¿realmente se puede hablar de trampa o ventaja injusta cuando la geografía y el clima dictan la infraestructura? Jostein Gundersen, defensor del Bodø/Glimt, respondió con ironía a las quejas: “Me pregunto qué creen que podríamos haber hecho diferente en Bodø... si vieran dónde estamos geográficamente, entenderían que simplemente no es viable tener otro tipo de césped”.

Y tiene razón. Bodø disfruta de menos de una hora de luz solar diaria durante los meses de invierno. Las temperaturas descienden por debajo de cero incluso en mayo, y el mantenimiento de un campo de césped natural durante toda la temporada sería económicamente inviable. Por eso, desde hace años, el club usa césped artificial aprobado por UEFA, que permite su uso hasta las semifinales de sus competiciones.

¿Qué dice UEFA y FIFA?

UEFA permite el uso de superficies artificiales aprobadas hasta fases avanzadas de torneos como Champions League, Europa League y Conference League. Sin embargo, esta postura ha sido cuestionada no solo por clubes, sino por federaciones.

Por ejemplo, en Inglaterra, la Football League prohibió el uso de césped artificial desde 1988, y países como Países Bajos y Escocia ya han acordado vetarlo en ligas de primera división: en los Países Bajos entrará en vigor a partir de la temporada 2024-25 y en Escocia desde la 2026-27.

FIFA también permite superficies homologadas para torneos internacionales, aunque en 2015 protagonizó una fuerte polémica cuando decidió que la Copa Mundial Femenina de Canadá se jugara íntegramente sobre césped artificial. Jugadoras como la estadounidense Abby Wambach llevaron el caso a tribunales alegando discriminación de género.

El peso del contexto

Bodø/Glimt no solo juega en condiciones diferentes, sino que entrena constantemente en ese entorno. Cada pase, cada desmarque y cada rebote en su campo están calculados al milímetro por jugadores que dominan el medio. Para ellos, el piso sintético no es ventaja ni desventaja: es costumbre.

Además, esta adaptación les ha permitido alcanzar logros históricos. Esta temporada, se convirtió en el primer club noruego en llegar a las semifinales de una competición europea de élite, venciendo a gigantes en su camino. El esfuerzo y la estrategia detrás de este éxito no pueden resumirse solo en “juegan en plástico”.

¿Desigualdad o diversidad?

El debate se sitúa entonces en un cruce cultural y táctico. ¿Debe Europa unificar sus superficies de juego para garantizar la equidad? ¿O deberían respetarse las realidades climáticas y las soluciones que han permitido a clubes de regiones extremas competir en igualdad de condiciones?

La globalización del fútbol ha creado un estándar estético (cancha verde, césped natural, temperatura templada), pero clubes como Bodø/Glimt nos recuerdan que el juego puede adaptarse —y triunfar— bajo otras condiciones. La UEFA y FIFA tendrán que tomar decisiones pronto sobre cómo reconciliar estas diferencias sin excluir ni favorece a nadie.

Por ahora, los equipos deben prepararse para todo: desde la intensidad de un Camp Nou hasta la fiereza helada del Aspmyra Stadion.

¿Y si el problema es otro?

Algunos expertos sugieren que, más que enfocarse en la superficie de juego, los clubes deben enfocarse en preparar psicológicamente y tácticamente a sus jugadores para escenarios más diversos. Existen precedentes de clubes grandes que han vencido en campos artificiales. El problema, dicen, no es la cancha... es la falta de adaptación.

En este sentido, Postecoglou lo expresó bien: “Si jugamos con orden y disciplina como lo hicimos en la ida, no importará la superficie”.

Y allí, quizás, está la respuesta: el fútbol es un deporte de adaptación, y quien mejor se adapta, prevalece.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press