Una nueva batalla por los derechos animales en Turquía: ¿protección o condena silenciosa?
El Tribunal Constitucional de Turquía mantiene una ley que permite retirar millones de perros callejeros de las calles, desatando la indignación de activistas y temores de una matanza encubierta
Una ley polémica que remece la conciencia nacional
Turquía se enfrenta a una controversia que va más allá de los tribunales: su alma urbana y valores éticos están en juego. El pasado miércoles, el Tribunal Constitucional del país rechazó anular una ley que ha generado fuerte repudio en sectores de la sociedad: la normativa exige la retirada de millones de perros callejeros de las calles para reubicarlos en refugios, donde serían esterilizados y vacunados, pero también eventualmente sacrificados.
La medida, impulsada por el gobierno y defendida con argumentos de salud pública, ha sido duramente criticada por activistas defensores de los animales, quienes estiman que la ley abre la puerta a una matanza sistemática. La oposición parlamentaria la llevó hasta el máximo órgano judicial, alegando que viola derechos fundamentales como el derecho a la vida y el respeto a las criaturas vivientes. Sin embargo, el tribunal falló a favor del Ejecutivo.
¿Una amenaza real o una respuesta desproporcionada?
El Ejecutivo turco estima que hay cerca de 4 millones de perros callejeros en ciudades y campos del país. Y algunos casos de ataques —especialmente contra niños— han contribuido a la narrativa oficial que justifica una legislación más estricta.
Pero, ¿es esta cifra realmente alarmante? Según el portal Turkish Animal Rights Federation (HAYTAP), menos del 5% de los perros callejeros presentan comportamientos agresivos. La mayoría han sido abandonados por sus dueños y sobreviven gracias a la solidaridad de la comunidad que los alimenta e incluso construye improvisados refugios para ellos.
"No estamos pidiendo que estos animales vivan sin control o supervisión, pero sí que se respete su derecho a existir", declaró Meltem Dönmez, portavoz de HAYTAP. "Los municipios no tienen recursos para construir refugios adecuados, y lo que veremos será la eutanasia disfrazada de regulación".
Una historia de afecto entre ciudadanos y perros callejeros
En muchas ciudades turcas, y especialmente en Estambul, la convivencia con animales callejeros es parte del tejido urbano. Perros y gatos son cuidados por negocios locales, ciudadanos y ONG. Su presencia no solo es tolerada, sino también celebrada. Estambul es conocida como "la ciudad donde los animales callejeros son ciudadanos", como señaló el fotógrafo e historiador Murat Güngör.
Una visita rápida a redes sociales muestra centenares de videos en los que perros y gatos son acariciados en cafés o reciben platos de comida fuera de panaderías. Esta cercanía entre humanos y animales ha sido incluso tema de documentales como "Kedi" (2016), que retrata la relación singular entre los habitantes de Estambul y sus gatos callejeros, extendida también hacia los caninos.
Refugios saturados y condiciones indignas
La ley propone, en teoría, establecer refugios donde los perros callejeros sean alojados, esterilizados, vacunados y puestos en adopción. Pero la realidad es menos optimista.
Según un informe de la ONG "Animals International", menos del 25% de los municipios del país cuentan con la capacidad logística o financiera para cumplir con esa meta. Muchos refugios actuales ya se encuentran sobrepoblados, sin personal capacitado ni atención veterinaria continua.
"Tenemos testimonios de voluntarios a los que se les niega el acceso a ciertos albergues. Cuando finalmente ingresan, encuentran cadáveres apilados y perros enfermos sin tratamiento", explica Sezen Aylin, coordinadora de refugios en Ankara.
Eutanasia selectiva: un vacío legal peligroso
Uno de los puntos más criticados de la legislación es que permite la eutanasia de animales que estén "en dolor", "peligro de contagio" o que representen un "riesgo sanitario para humanos". Este lenguaje abierto permite interpretaciones muy amplias.
"Ya hemos documentado casos en los que veterinarios bajo presión política han optado por sacrificar animales sanos etiquetándolos como peligrosos, cuando en realidad eran simplemente perros grandes o poco dóciles", denunció la Asociación de Veterinarios Éticos de Izmir.
El temor es que la ley se utilice no para proteger a los ciudadanos, sino para "limpiar estéticamente las calles para fines políticos o turísticos", según el columnista especializado en derechos urbanos, Oktay Toker.
Activismo y resistencia en las calles
El rechazo social no ha pasado desapercibido. Decenas de activistas se reunieron frente al Tribunal Constitucional el miércoles, con carteles que decían: “Cancelen esta ley manchada de sangre”. Las protestas también se han replicado en redes sociales con los hashtags #KöpeklerİçinAdalet (Justicia para los perros) y #SokakHayvanlarıYalnızDeğildir (Los animales callejeros no están solos).
En cambio, sectores conservadores y algunos medios progubernamentales han impulsado campañas con títulos como “No más muertes por perros” y llaman a aplicar rigurosamente la ley para “recuperar el orden en los barrios”.
¿Un modelo internacional o una regresión?
Muchos críticos de la legislación apuntan a Europa occidental como ejemplo de cómo controlar las poblaciones de animales de una manera ética y eficiente. En Alemania, por ejemplo, el sistema de refugios públicos y privados actúa en sinergia con leyes estrictas contra el abandono y campañas educativas desde las escuelas. La tasa de perros callejeros en ciudades como Múnich o Berlín es prácticamente cero, no porque se eliminen, sino porque son adoptados o cuidados desde el origen.
Turquía ha sido señalada positivamente en el pasado por su compromiso con los animales: en 2004 se aprobó una de las primeras leyes en el mundo musulmán que considera los derechos de los animales. Pero ahora, esta decisión parece retroceder en ese camino.
El dilema entre seguridad pública y compasión
Los desafíos de gestionar grandes poblaciones de animales callejeros no pueden ser ignorados. Pero la vía elegida ahora por Turquía evidencia una falta de estrategia integral: no se han propuesto soluciones extensas de educación social, ni reformas del sistema de adopciones, ni inversiones masivas en sanidad animal pública.
El país se encuentra ante un dilema ético: ¿debe priorizar la comodidad visual u orden urbano sobre una historia arraigada de convivencia? Y más aún: ¿cómo garantizar que los animales, aunque no voten ni protesten, también tengan representación en el diseño del espacio urbano?
El futuro inmediato y una batalla sin resolver
Con la validación legal, se espera que la presión para aplicar la ley aumente. Los municipios que aún han postergado su implementación deberán ahora tomar decisiones rápidas: construir, cuidar o sacrificar.
Mientras miles de ciudadanos buscan nuevas formas de resistencia —desde adoptar animales hasta financiar refugios independientes—, esta ley se convierte en una prueba moral del tipo de sociedad que Turquía desea ser.
Lo que está en juego no es sólo la vida de millones de perros. Es, en última instancia, la relación entre humanidad y compasión.