¿Muñecas en crisis? El juego infantil como víctima colateral de la guerra comercial entre EE.UU. y China

La industria del juguete enfrenta tarifas, desafíos logísticos y dilemas éticos en medio de una pugna geopolítica

Las muñecas, esos pequeños íconos de la infancia que han acompañado a generaciones enteras, se han convertido inesperadamente en un campo de batalla económico y cultural. En el centro del conflicto: la guerra comercial entre Estados Unidos y China, impulsada durante el mandato de Donald Trump, cuyos efectos colaterales alcanzan incluso los estantes de juguetes en tiendas y las habitaciones de niñas y niños.

Cuando el juego se convierte en política

Durante su presidencia, Donald Trump adoptó una política agresiva de aranceles sobre productos chinos, con el objetivo de reducir el déficit comercial estadounidense y fomentar la producción nacional. En este contexto, casi el 80% de los juguetes vendidos en EE.UU. son fabricados en China, según cifras de la Toy Association.

Esto convirtió a juguetes —y específicamente a las muñecas— en un blanco estratégico pero controversial. "Si los niños tienen dos muñecas en vez de treinta, están bien", dijo Trump, desatando una ola de críticas tanto de padres como de figuras de la industria.

Un negocio multimillonario

El mercado de muñecas en EE.UU. no es marginal. Según la firma de análisis Circana, el nicho generó:

  • $3,4 mil millones en 2019
  • $2,9 mil millones en 2023
  • $2,7 mil millones en el último año

La baja progresiva responde a varios factores: el fin del confinamiento por la pandemia, el aumento de precios y una pérdida de interés en los juguetes tradicionales, especialmente entre niñas que migran hacia el maquillaje o el K-pop. Pero también, y no menos importante, los efectos de la guerra comercial.

Tarifas y su eco navideño

El 145% de aumento arancelario sobre importaciones chinas ha tenido un efecto dominó. Mattel, fabricante de Barbie y American Girl, anunció aumento de precios. Hasbro y otras grandes marcas tienen algo de margen gracias a su músculo financiero, pero las pequeñas compañías enfrentan un panorama dramático.

Jonathan Cathey, CEO de The Loyal Subjects —productora de muñecas como Strawberry Shortcake— pausó capacidades logísticas. “Nadie se puede blindar con tanto efectivo”, dijo. Con sólo cuatro meses de inventario, su temporada navideña depende de una rápida solución entre EE.UU. y China.

Por su parte, James Russell Hornsby, CEO de Cepia (padres de los populares Zhu Zhu Pets), lanzó en 2022 Decora Girlz, nueva línea de muñecas fashion de 11 pulgadas, también producidas en China. Aunque partidario de Trump, pidió calma: “Está arruinando la Navidad”.

El arte de hacer una muñeca

El proceso no es tan simple como parece. Las muñecas son extremadamente técnicas y delicadas de fabricar:

  • El cabello sintético se “enraíza” con precisión manual
  • Los rostros pueden estar pintados a mano o impresos con máquinas Tampo
  • No hay capacidad en EE.UU. para producir algunos componentes clave

No es cuestión de meter plástico en una máquina y que salga una Barbie”, advierte Hornsby. Las fábricas chinas en Guangzhou y Dongguan han perfeccionado estas técnicas durante décadas.

¿Muñecas peligrosas?

Stephen Miller, ex asesor de la Casa Blanca, sugirió que las muñecas fabricadas en China podrían contener pintura con plomo. Sin embargo, todos los juguetes vendidos en EE.UU. deben pasar certificaciones de la Comisión de Seguridad de Productos al Consumidor.

Teresa Murray, de U.S. PIRG (grupo de vigilancia al consumidor), aclaró que la mayoría de productos de grandes marcas (como Fisher-Price o LEGO) cumple con estos estándares. El problema, señala, está más bien en el mercado gris impulsado por el e-commerce: compras directas desde China que antes entraban exentas de impuestos si su valor era menor a $800.

Desde el 2 de mayo, esa exención fue eliminada para productos desde China y Hong Kong, lo que debería facilitar un mejor control de calidad.

¿Cuántas muñecas son muchas muñecas?

La declaración de Trump, trivializando el conflicto como si se tratara de limitar la cantidad de muñecas, molestó especialmente a padres en condiciones precarias.

Elenor Mak, fundadora de Jilly Bing, creó una muñeca asiático-americana porque no encontraba representaciones que se parecieran a su hija. Calificó de insensible la afirmación del entonces presidente: “Algunas familias luchan para poder comprar una sola muñeca”.

Katie Walley-Wiegert, madre de un niño de dos años en Virginia, sintetiza el dilema: “Es fácil decir eso cuando tu hijo tenía un Mercedes de juguete en la Casa Blanca, pero no refleja la realidad de otras familias”.

¿Qué hay detrás del juguete?

Las muñecas han evolucionado de simples objetos a vehículos de representación, cultura y desarrollo emocional. American Girl construyó su marca sobre personajes históricos; Barbie apuesta por la diversidad e inclusión; Jilly Bing busca representar niñas asiáticas en EE.UU.

El acceso a ese universo, sin embargo, queda en entredicho cuando el precio se dispara. Las familias hispanas y afroamericanas, en particular, son desproporcionadamente afectadas por la inflación y el aumento de aranceles, lo cual repercute no solo en qué juguetes pueden comprar, sino en qué historias y personajes pueden encontrar representación.

¿Resistencia o resignación?

Ante la falta de soluciones rápidas, Mattel ha acelerado el traslado de parte de su producción fuera de China a países como México y Vietnam. Pero reconstruir lo que tardó décadas en consolidarse en Asia no es tarea sencilla.

Mientras tanto, los consumidores enfrentan dilemas morales y financieros: ¿comprar menos juguetes pero más caros? ¿Acudir al mercado informal con potenciales riesgos? ¿Adaptar expectativas de lo que un niño o niña “debería” tener?

Como dice James Zahn, del medio especializado The Toy Book: “Los juguetes no son solo juguetes. Representan aspiraciones, estímulo e identidad”.

En una economía global interdependiente, incluso la inocente sonrisa de una muñeca puede esconder las tensiones de una pugna comercial, cultural y ética que parece estar lejos de acabar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press