¿Refugiados blancos en EE.UU.? La política migratoria de Trump y el debate sobre la discriminación racial invertida

La llegada de afrikaners sudafricanos como refugiados reabre un debate polémico: ¿discriminación auténtica o estrategia política del trumpismo?

Una excepción en medio de la suspensión general

En una decisión que ha causado revuelo tanto en Estados Unidos como en Sudáfrica, la administración del expresidente Donald Trump reactivó parcialmente su programa de reasentamiento de refugiados para recibir, de forma prioritaria, a decenas de sudafricanos blancos que alegan ser víctimas de discriminación racial.

El caso resulta peculiar por varias razones. Desde 2017, Trump había suspendido las operaciones de reasentamiento de refugiados de buena parte del mundo, especialmente de África, América Latina y países musulmanes. Sin embargo, en este caso puntual, la Casa Blanca consideró que "la persecución basada en raza" justificaba reactivar el programa para esta población específica.

La llegada del primer grupo, conformado por más de dos docenas de afrikaners de cuatro familias diferentes, fue programada para el lunes siguiente en el Aeropuerto Internacional Dulles, cerca de Washington D.C. Serán recibidos por delegaciones oficiales que incluyen a altos miembros del Departamento de Estado y del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), quien supervisará su procesos de integración bajo la Oficina de Reasentamiento de Refugiados.

¿Discriminación racial invertida en Sudáfrica?

Desde el fin del apartheid en 1994, Sudáfrica ha implementado una serie de políticas para corregir décadas de desigualdad sistémica. Entre ellas se incluyen acciones afirmativas que buscan aumentar la representación de ciudadanos negros en puestos de poder, educación y propiedad de tierras. Algunas voces conservadoras, tanto dentro como fuera del país, han calificado estas medidas como "discriminación racial inversa".

La administración Trump —en particular Stephen Miller, uno de los arquitectos ideológicos del trumpismo— argumentó que los afrikaners enfrentan hoy un tipo de persecución que se ajusta a la definición clásica de "refugiado", lo cual motivó la priorización de sus casos sobre otras poblaciones desplazadas.

“Esto es persecución basada en una característica protegida: la raza. Esta es una persecución racial”, afirmó Miller ante medios estadounidenses.

Según el Departamento de Estado, la Embajada de EE.UU. en Pretoria condujo entrevistas y análisis de casos tras la emisión de una Orden Ejecutiva específica de Trump relacionada con Sudáfrica. En dicha orden se alega que los afrikaners sufren "acciones atroces" que justifican su reasentamiento.

El rechazo oficial de Sudáfrica

El gobierno sudafricano ha respondido con contundencia ante esta jugada política. El presidente Cyril Ramaphosa declaró que las afirmaciones de persecución racial contra ciudadanos blancos son “completamente falsas”. Añadió que ningún sudafricano debería ser considerado refugiado, particularmente en Estados Unidos, una nación que históricamente ha recibido refugiados de contextos de guerra, hambruna o genocidio.

La reacción fue aún más contundente por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores, que calificó toda la operación como “motivada políticamente” y diseñada “para desprestigiar a la democracia constitucional sudafricana”.

“Sudáfrica ha sufrido verdadera persecución racial bajo el apartheid. Nuestro país ha trabajado incansablemente para evitar que esto vuelva a ocurrir en cualquier forma”, indicó el ministerio en un comunicado.

Sin embargo, el mismo gobierno también admitió que no puede y no bloqueará a nadie que desee salir del país, dado que la Constitución garantiza la libertad de movimiento. Eso sí, demandó que se aclare el estatus legal bajo el que dejarán Sudáfrica: ¿como refugiados, como solicitantes de asilo o como ciudadanos ordinarios?

El trasfondo político en Estados Unidos: ¿inclusión selectiva?

Este episodio revela un patrón coherente con la política migratoria de Trump, que favorecía la inclusión de ciertos grupos étnicos o religiosos mientras restringía de forma severa la entrada de personas de otros contextos.

Durante su presidencia, Estados Unidos redujo su cuota anual de admisión de refugiados de 85,000 en 2016 a solo 18,000 en 2020. A la par, emitió restricciones de entrada para personas provenientes de países como Siria, Irán, Somalia o Nicaragua. La excepción para los afrikaners blancos —que representan apenas el 8% de la población sudafricana según el censo de 2022— se interpreta por muchos críticos como una manifestación clara de racismo institucional.

Organizaciones como Human Rights Watch y Amnesty International han advertido en varias ocasiones que la persecución racial hacia blancos en Sudáfrica no constituye una amenaza sistémica ni justifica el estatus de refugiado. Al contrario, han documentado persistentemente casos de marginalización estructural hacia las mayorías negras y mestizas sudafricanas.

El simbolismo de los refugiados "al revés"

Históricamente, el sistema de asilo y refugio de Estados Unidos ha estado dirigido a poblaciones vulnerables por motivos de guerra, opresión política o desastres naturales. En 1975, se aceptaron unos 130,000 refugiados de Vietnam tras la caída de Saigón. En los años 80, llegaron miles desde Centroamérica, huyendo de conflictos armados. Más recientemente, la mayor parte de las solicitudes provienen de personas desplazadas por violencia de pandillas, ejecuciones extrajudiciales o represión política.

La bienvenida a refugiados blancos, procedentes de un país considerado democrático, estable y miembro del G20, marca un cambio sustancial en los criterios implícitos del sistema. Algunos han calificado esta acción como un experimento ideológico que busca probar, en la práctica, la teoría de la “discriminación racial inversa”.

Este debate recuerda los principios fundamentales de la protección internacional. Según la Convención sobre Refugiados de 1951, una persona puede recibir asilo si tiene un “temor fundado de ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas”.

No obstante, Sudáfrica no ha sido señalada por organismos internacionales como país con prácticas sistemáticas de persecución racial hacia blancos.

¿Un paso hacia la legitimación de una narrativa supremacista?

La decisión de priorizar estos casos ha causado alarma entre académicos y activistas por los derechos humanos. Más allá del caso puntual de los afrikaners, esta acción abre la puerta a la institucionalización de narrativas que —a juicio de muchos expertos— buscan justificar ideologías supremacistas blanco-centristas.

La elección de incluir a este grupo en un momento en el que se bloqueaban otros refugiados, con consecuencias humanitarias devastadoras (por ejemplo, para mujeres y niñas afganas o familias desplazadas en América Central), ha sido interpretada como doble moral migratoria.

Además, críticos señalan que esta excepción refleja una peligrosa tendencia de reinterpretar conceptos humanitarios con fines políticos. Michael Clemens, investigador del Center for Global Development, comentó en una columna en Foreign Policy:

“La inclusión de refugiados blancos en el sistema estadounidense en un contexto de restricción generaliza la idea de que solo ciertos grupos ‘merecen’ protección. Esto erosiona la legitimidad de todo el sistema.”

¿Qué sigue ahora?

A nivel político, el tema aún genera tensiones. Marco Rubio, secretario de Estado de Trump, ya boicoteó una reunión del G20 en Sudáfrica por considerar que el país promueve una agenda “de inclusión, diversidad y cambio climático” con la que no comulga el trumpismo.

Con miras a las elecciones de 2026, esta narrativa podría cobrar más fuerza si el bloque conservador promueve una reinterpretación de los derechos humanos que priorice la raza blanca bajo el argumento de la “nueva discriminación”.

A nivel internacional, Sudáfrica exigió explicaciones formales. El Ministerio de Asuntos Exteriores solicitó mecanismos de verificación para asegurar que quienes emigran no tengan antecedentes penales o casos pendientes, advirtiendo que no tolerará interferencias políticas extranjeras que busquen debilitar su soberanía ni su lucha histórica contra la segregación racial.

Reflexión final

El caso de los afrikaners aceptados como refugiados en EE.UU. no puede entenderse únicamente como una operación de inmigración humanitaria. Es una jugada cargada de simbolismo, ideología y consecuencias para las políticas migratorias y de derechos humanos a nivel global.

Más allá de la situación de estas familias específicas, lo que está en juego es el modelo mismo de protección internacional en la era de las narrativas polarizadas: ¿estamos ante un nuevo paradigma donde el racismo se redefine desde el poder o siendo testigos del principio de su disolución?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press