Gaza bajo asedio: hambre, hospitales sin recursos y un futuro incierto
Mientras Israel bloquea el acceso a alimentos, los gazatíes luchan por sobrevivir sin agua, comida ni atención médica adecuada
El costo humano del bloqueo: hospitales que no alimentan
En el Hospital Nasser, ubicado en la ciudad de Khan Younis al sur de Gaza, el hambre se sienta al lado de cada cama. Asmaa Fayez, una madre desesperada, llevó sopa de calabacín y arroz a su hijo de cuatro años, internado por una obstrucción intestinal. El plato, que fue su única comida del día, reemplaza las latas de atún y frijoles que normalmente puede llevar. “Cuesta una fortuna”, dice Fayez. El kilo de calabacín ha pasado de costar menos de un dólar antes de la guerra a más de $10 hoy.
La situación no es un caso aislado. “La mayoría, si no todos los pacientes heridos, han perdido peso, sobre todo en los últimos dos meses”, explica el Dr. Khaled Alserr, cirujano general en el mismo hospital. Las unidades de cuidados intensivos carecen incluso de suplementos nutricionales básicos. En sus palabras: “Nuestras manos están atadas”.
Malnutrición generalizada: una realidad ocultada
Las cifras que emergen desde Gaza son alarmantes. Según estimaciones de la ONU, más de 16,000 mujeres embarazadas y madres primerizas enfrentan desnutrición aguda en 2024. Niños esqueléticos, adultos famélicos y pacientes que no tienen otra opción que depender de la bondad de sus familiares o las pocas ONG que aún pueden operar.
El Programa Mundial de Alimentos ha alertado que miles de niños presentan signos graves de desnutrición aguda. Los mercados están vacíos, productos básicos como pan o carne han desaparecido o se venden a precios impagables mientras el campo agrícola ha sido destruido en un 80% por las operaciones militares israelíes. El resto está en zonas militares inaccesibles.
¿Humanidad o estrategia militar? El debate sobre el hambre como arma de guerra
En marzo de este año, Israel restringió aún más la entrada de alimentos, insumos médicos y ayuda humanitaria hacia Gaza. Justificó su decisión como presión para que Hamas libere a los rehenes restantes capturados en el ataque del 7 de octubre de 2023, que dejó 1,200 israelíes muertos —en su mayoría civiles— y 251 secuestrados. Desde entonces, más de 52,000 palestinos han muerto, muchos de ellos mujeres y niños, aunque el Ministerio de Salud no distingue entre civiles y combatientes.
Organizaciones de derechos humanos han catalogado esta estrategia como un “método de hambruna” y alertan sobre la posibilidad de que constituya un crimen de guerra. En palabras del Coordinador Humanitario de la ONU, Martin Griffiths: “Impedir sistemáticamente el acceso a alimentos es una clara violación del derecho internacional humanitario”.
La vida bajo fuego: relatar la lucha cotidiana
Sobhi al-Bursh, un joven de 30 años, yace inmóvil desde hace tres meses en una cama del hospital. Perdió una pierna y tiene vértebras fracturadas tras un ataque aéreo. Su padre, Mohamed, le da frijoles en pequeñas y cuidadosas cucharadas. El dolor es constante. Al-Bursh dice que su recuperación se ve obstaculizada por la falta de proteínas: “Han pasado tres meses y no me he recuperado. Es como si mi cuerpo no pudiera sanar.”
En otra cama cercana, Asmaa Faraj, de 19 años, lleva metralla en el pecho tras un bombardeo cerca de su campamento. Sobrevive con algunos dátiles, una galleta y un poco de agua. Su hermana Salwa le trajo pickles, el único "manjar" asequible. "Antes, cuando se visitaba a alguien enfermo, se traían frutas como muestra de cariño", dice Salwa. "Ahora, traemos botellas de agua. Nada más."
La comida como campo de batalla: el dilema de la distribución humanitaria
Israel plantea ahora que empresas privadas controlen la entrega de ayuda dentro de Gaza, idea que ha sido ampliamente rechazada por la ONU y las organizaciones humanitarias. Temen que esto limite la elegibilidad de quiénes pueden recibir alimentos y que muchas familias sean forzadas a trasladarse, lo cual violaría el derecho internacional al provocar desplazamientos forzados bajo coerción.
En una Gaza fragmentada por la guerra, imposibilitada de movilización y con uno de los sistemas de salud más colapsados del mundo, incluso algo tan simple como caminar buscando asistencia alimentaria puede significar la muerte.
Una pregunta urgente: ¿dónde está la comunidad internacional?
Mientras hospitales como el Nasser sufren escasez crítica de insumos médicos, generadores, agua potable y alimentos, las voces de quienes experimentan esta catástrofe humanitaria apenas se escuchan en los foros internacionales. Las declaraciones de condena no dan de comer a un niño que solo tiene sopa de calabacín en un día.
¿Hasta cuándo se puede tolerar que el hambre se use como arma? ¿Dónde están las líneas rojas que no deben cruzarse en tiempos de conflicto? La Convención de Ginebra prohíbe el uso de la hambruna como arma de guerra desde 1977, sin embargo, los ojos del mundo parecen haberse acostumbrado al sufrimiento cotidiano del pueblo palestino.
Un vistazo a la historia: otras guerras, misma táctica
No es la primera vez que el asedio alimentario se convierte en táctica militar. En la Guerra de Bosnia (1992-1995), la hambruna fue usada como medida de coerción. En Yemen, desde 2015, se ha denunciado la utilización de bloqueos para inducir hambre. Gaza es el caso más reciente y, quizás, el más documentado.
En palabras de Jan Egeland, secretario general del Norwegian Refugee Council, “Estamos viendo el ejemplo más claro de asedio total del siglo XXI. Y el mundo actúa con una parsimonia inaceptable”.
¿Esperanza o desesperación?
Ali, el pequeño hijo de Asmaa Fayez, sonríe cuando toma un bocado más de su sopa. No sabe que su madre vendió parte de sus pertenencias para comprársela. No sabe que el hospital donde se encuentra no tiene escáner para saber si necesita cirugía. Solo sabe que tiene hambre y que hoy, al menos, comió algo diferente.
El futuro de Gaza es incierto, pero su presente es una herida abierta. No son cifras: son vidas. Cada cucharada de sopa, cada lata de atún, cada caminata entre ruinas para alimentar a un ser querido, es un acto de resistencia. En silencio, los gazatíes escriben una crónica de supervivencia que el mundo no puede seguir ignorando.