La polémica llegada de los afrikaners a EE.UU.: ¿refugiados o prioridad política?
La administración Trump acoge a 59 sudafricanos blancos mientras millones de refugiados en conflicto esperan su turno. Una mirada crítica a lo que se esconde tras el discurso del ‘genocidio blanco’.
Un recibimiento con banderas y controversia
El 12 de mayo de 2025, un hecho inusitado llamó la atención en Dulles, Virginia: un grupo de 59 sudafricanos blancos, conocidos como afrikaners, fueron recibidos en territorio estadounidense con pequeñas banderas de EE.UU. en las manos y la promesa de una nueva vida. Entre ellos había niños en pijama, adultos visiblemente aliviados y un fuerte acompañamiento mediático y gubernamental.
La escena podría parecer la imagen clásica de bienvenida a víctimas de guerra o persecución, sin embargo, el contexto es más complejo. Estos individuos forman parte de un grupo étnico históricamente privilegiado en Sudáfrica, y su llegada ha reabierto un debate racial y político que no solo involucra a la nación africana, sino también a la política interna estadounidense y su uso del sistema de refugiados.
Trump y el discurso del ‘genocidio blanco’
El expresidente Donald Trump, quien volvió a asumir el mando en 2025, alegó que los afrikaners estaban huyendo de lo que describió como un “genocidio” en Sudáfrica, donde supuestamente cientos de granjeros blancos han sido asesinados por motivos raciales. No es la primera vez que lanza esta afirmación; ya en 2018, durante su primer mandato, Trump había difundido este discurso impulsado por medios conservadores y figuras como Elon Musk.
“Hay que proteger a quienes están siendo exterminados por su raza”, afirmó Trump, prometiendo dar prioridad a estos casos por encima de otros conflictos en el mundo. Esta narrativa, sin embargo, ha sido fuertemente refutada por el gobierno sudafricano y por expertos en seguridad internacional.
¿Realmente enfrentan persecución?
Sudáfrica, con una población de más de 62 millones de personas, es mayoritariamente negra (más del 80%). Los afrikaners, descendientes de colonos neerlandeses y franceses, suman alrededor de 2,7 millones y han sido históricamente los artífices del régimen del apartheid que dominó el país desde 1948 hasta 1994.
Aunque los crímenes en las zonas rurales afectan tanto a negros como a blancos, la narrativa del “genocidio blanco” ha sido descrita como una exageración sin sustento. El ministro de Relaciones Exteriores sudafricano, Ronald Lamola, declaró: “Los agricultores blancos son víctimas de crimen como cualquier otro ciudadano sudafricano. No hay evidencia que respalde una persecución sistemática por motivos raciales”.
Hasta la organización AfriForum, que representa intereses de la minoría blanca, ha señalado que los ataques ocurren, pero que la palabra “genocidio” es alarmante e inexacta.
Un sistema de refugiados selectivo
La legislación estadounidense sobre refugiados, creada por el Congreso en 1980, establece que quienes desean obtener dicho estatus deben demostrar un temor bien fundado de persecución por motivos de raza, religión, membresía en un grupo social, nacionalidad u opinión política.
No obstante, los críticos señalan que, tras suspender el programa general de reasentamiento de refugiados desde el primer día de su presidencia, Trump introdujo una excepción específica para los afrikaners. Esto ha levantado alarmas entre organizaciones de defensa de los refugiados, que ven una clarísima doble vara de medición.
Senadores como Jeanne Shaheen criticaron duramente la medida: “¿Cómo justifican admitir a este grupo cuando hay miles de afganos, rohingyas birmanos y sudaneses que han estado esperando durante años?” cuestionó públicamente.
Discriminación “al revés”: ¿mito o manipulación?
La narrativa conservadora de la “discriminación al revés” sostiene que quienes antes tenían poder ahora sufren persecución por políticas de restitución histórica. En Sudáfrica, continúan enormes esfuerzos hacia la redistribución de tierras y reducción de desigualdades, todos herencia directa del apartheid.
La Constitución sudafricana permite la expropiación de tierras con indemnización como forma de reparación histórica, pero hasta ahora, no ha habido evidencia de confiscaciones forzadas ilegales. Aun así, la maquinaria ideológica de derecha global ha usado esta posibilidad como plataforma de propaganda.
El profesor Steven Friedman, politólogo sudafricano de la Universidad de Johannesburgo, explicó: “Lo que estamos viendo es una estrategia geopolítica impulsada por miedo a la pérdida del poder blanco, disfrazada como persecución humanitaria.”
¿Qué dice la Iglesia Episcopal?
Otra arista del conflicto fue la negativa de la Iglesia Episcopal en EE.UU. a participar en el proceso de asentamiento de estos refugiados. La Iglesia dijo que su compromiso con la justicia racial le impedía facilitar el reasentamiento de aquellos cuya condición como refugiados era, al menos, políticamente ambigua.
“Durante décadas nos hemos enfocado en apoyar a quienes huyen de la opresión, no de la distribución equitativa del poder”, dijo un portavoz eclesiástico. Esta decisión ha sido respaldada por otras organizaciones religiosas y civiles que consideran la medida de Trump como una utilización electoral del sistema de inmigración.
La lucha por la narrativa internacional
Para el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa, la situación era insostenible. Desde Costa de Marfil, declaró: “Le dije al presidente Trump que su percepción ha sido modelada por grupos que rechazan nuestro proceso de transformación social. Hay quienes no aceptan que ya no estamos bajo el dominio colonial o del apartheid.”
Esta lucha es también un símbolo de cómo la geopolítica contemporánea pasa por el control del relato: ¿quién es víctima?, ¿quién es opresor?, ¿cuál es la verdad?
Estadísticas, crimen y verdades selectivas
Sudáfrica tiene una de las tasas de crimen violento más altas del mundo. Según datos oficiales de la South African Police Service, hubo más de 27.000 asesinatos en 2023. Los crímenes contra granjeros, incluyendo blancos y negros, representan una porción mínima dentro del universo general de violencia.
El Centro de Estudios para la Violencia y la Reconciliación (CSVR) informó en 2022 que, de los asesinatos registrados en zonas rurales, el 45% de las víctimas eran negras y el 37% blancas, mientras que el resto pertenecía a otras etnias. No se identificaron patrones raciales clasificables como persecución.
¿Refugiados por miedo o por privilegio perdido?
Este caso deja interrogantes graves sobre el principio de equidad en la política migratoria. A lo largo de la historia, EE.UU. ha repetido discursos humanitarios mientras excluye selectivamente a solicitantes de refugio según consideraciones estratégicas o ideológicas.
En enero de 2025, unos 9 millones de refugiados en situación de trámite esperaban su destino, afectados por conflictos en Siria, Yemen, Afganistán y Myanmar. Sin embargo, solo un grupo limitado —todos blancos y originarios de un país considerado “amigo”— recibió prioridad y atención especial.
Una política con antecedentes
Esta no es la primera vez que se privilegia a blancos en situaciones grises. En los años 70 y 80, durante la Guerra Fría, EE.UU. recibió a decenas de miles de cubanos y vietnamitas anticomunistas con rápida tramitación, mientras que haitianos y centroamericanos —mayormente no blancos— eran deportados u obligados a esperar en condiciones precarias.
En palabras del historiador Gerald Horne: “La política migratoria nunca ha sido completamente humanitaria. Siempre ha privilegiado a aquellos grupos que el poder político considera funcionales a sus objetivos.”
Un debate urgente sobre la equidad
El caso de los afrikaners reabre preguntas incómodas pero necesarias: ¿a quién consideramos merecedor de protección? ¿Cuánto influye la raza, ideología o alianzas políticas en esa decisión? ¿Y qué sucederá cuando lleguen otros postulantes no blancos, también víctimas de violencia, pero nacidos fuera del marco conveniente del poder?
Mientras el grupo de sudafricanos blancos recibía su nuevo comienzo en ciudades como Boise y Omaha, millones siguen en campamentos, sin visa, sin refugio y sin esperanza.
Quizá la escena de niños afrikaners ondeando banderas estadounidenses no era solo un símbolo de bienvenida, sino también el reflejo de un sistema que aún selecciona quién puede llamarse «víctima», y quién no.