La paz cuesta: la crisis financiera en las misiones de paz de la ONU
Con presupuestos en caída y compromisos incumplidos, el futuro del mantenimiento de la paz internacional pende de un hilo
El Secretario General de la ONU, António Guterres, lanzó una advertencia urgente durante la reciente conferencia ministerial sobre operaciones de paz organizada en Berlín: las misiones de mantenimiento de la paz están en peligro si los Estados miembros no cumplen con sus compromisos financieros.
Una herramienta esencial en crisis
Desde su primera operación militar en 1948 en Medio Oriente, cuando se desplegaron observadores para supervisar el alto el fuego entre Israel y sus vecinos árabes, las fuerzas de paz de las Naciones Unidas se han convertido en un emblema global de intervención internacional no agresiva. Actualmente, el Departamento de Operaciones de Paz de la ONU lidera 11 misiones activas en áreas de conflicto como Congo, Sudán del Sur, Líbano, y Kosovo.
Estas misiones varían en tamaño, alcance y propósito. Van desde observadores militares desarmados hasta brigadas armadas con mandato para proteger a civiles, apoyar elecciones, o facilitar el desarme, entre otras tareas. Su eficacia ha sido señalada en diversos contextos. Por ejemplo, un estudio del Instituto de Investigación sobre Paz de Oslo sugiere que la presencia de cascos azules reduce significativamente la posibilidad de que el conflicto vuelva a estallar (PRIO, 2020).
Un presupuesto tímido frente a desafíos masivos
Para el ciclo fiscal que termina el 30 de junio, el presupuesto total asignado a nueve de estas operaciones suma 5.600 millones de dólares, una reducción del 8,2% respecto a 2023. Aunque esta cifra puede parecer elevada, representa apenas 0,5% del gasto militar global, que en 2023 alcanzó los 2,4 billones de dólares, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI).
“Con un presupuesto tan pequeño en comparación con los gastos militares, el mantenimiento de la paz de la ONU sigue siendo una de las herramientas más eficaces y rentables para construir la paz y la seguridad internacional”, — António Guterres.
El problema, advierte Guterres, es que este sistema solo funciona si todos los miembros aportan. Cada uno de los 193 Estados miembros tiene la obligación legal de financiar su parte correspondiente. Sin embargo, la mora en los pagos ha generado una crisis de liquidez sin precedentes.
El impacto de los impagos
En 2023, solo el 40% de los Estados miembros habían cumplido sus obligaciones financieras en tiempo y forma. Estados Unidos, el mayor contribuyente histórico de la ONU, redujo su aporte en más del 25% durante la administración Trump, argumentando ineficiencias y falta de resultados tangibles. Aunque la administración Biden ha mostrado mayor apertura, la deuda acumulada sigue rozando los $1.000 millones.
La falta de fondos pone en jaque desde el pago de salarios hasta la logística básica de despliegue, alimentación y equipamiento. En 2022, la misión en la República Centroafricana debió suspender monitoreos en regiones claves por falta de combustible. “Sin apoyo financiero, nuestros cascos azules no irán a ningún lado”, dijo en su momento el vocero de la misión MINUSCA.
¿Por qué están fallando las contribuciones?
El incumplimiento de los aportes se puede atribuir a múltiples factores:
- Crisis fiscales internas: muchos países están lidiando con inflación, guerra o post-pandemia.
- Debate sobre la eficacia de las misiones: algunos gobiernos cuestionan el impacto real de las tropas en zonas de conflicto.
- Geopolítica: nuevas potencias emergentes prefieren invertir en alianzas regionales (como China con sus proyectos en África) más que en soluciones multilaterales.
La llamada desde Alemania
El ministro de exteriores alemán, Johann Wadephul, anunció que su país está dispuesto a aumentar su aporte, pero también instó a renovar la forma en que se diseñan las operaciones: “Debe haber un esfuerzo por hacer que las misiones sean más eficientes y enfocadas”, subrayó. Es decir, menos burocracia y mandatos más concretos.
Este no es un llamado aislado. En octubre de 2023, Francia, Noruega y Canadá propusieron un “Pacto de Responsabilidad Compartida” para reorganizar las contribuciones financieras en función de la capacidad económica actualizada de los Estados. La idea busca aliviar la carga de países menos desarrollados y exigir más a grandes economías.
El caso de la MONUSCO: ¿una salida con sabor a fracaso?
Un ejemplo reciente de lo que una crisis presupuestaria y política puede provocar es la retirada acelerada de la MONUSCO (la misión en República Democrática del Congo), prevista para fines de 2024. Tras años de críticas, protestas populares, y muertes de civiles aún con presencia internacional, la ONU acordó con el gobierno congoleño retirarse de forma progresiva.
La percepción de ineficacia convirtió una operación de paz en una fuente de tensión política local. La falta de fondos y recursos fue una de las causas estructurales del problema: menos helicópteros, tropas sin logística, compromisos sin cumplimiento.
¿Un futuro fuera de la ONU?
En este contexto, surgen preguntas sobre el papel real y futuro de la ONU como actor global de paz. Algunos expertos como Richard Gowan, analista en Crisis Group, sostienen que “las potencias están volcándose a alianzas regionales y no ven a la ONU como solución real”. Otros, más optimistas, insisten en que “la ONU es imperfecta, pero es insustituible”.
Una salida podría ser replantear el mandato de las misiones, orientando más fondos a misiones políticas sin presencia militar, que han mostrado buen desempeño en contextos como Colombia o Túnez. También se plantea el uso de tecnologías para monitoreo remoto, inteligencia artificial para análisis de riesgo, y redes de ONG locales para implementación logística.
Volver a confiar… y a pagar
Guterres finalizó su alocución con una frase que resume la situación actual: “Salvar el mantenimiento de la paz no es una cuestión de voluntad, sino de acción”. Y la acción comienza por los presupuestos nacionales y por darle a la paz el lugar que merece en la agenda global.
Mientras el mundo se enfrenta a conflictos armados, golpes de Estado, violencia climática y migraciones forzadas, resulta paradójico que el instrumento más ampliamente respaldado desde 1945 lucha por sobrevivir con un financiamiento menor que el de una gran empresa tecnológica.
Si deseamos realmente un orden mundial más estable, justo e inclusivo, el mantenimiento de la paz no puede seguir siendo la excepción en lugar de la regla.