El debate sobre las remesas: ¿un recurso vital o una palanca política en la política migratoria de EE.UU.?
En un contexto electoral y migratorio candente, los intentos por gravar o restringir las remesas desde EE.UU. plantean un dilema económico y humanitario. ¿Qué efectos tendría cortar esta línea vital?
Una economía construida sobre remesas
En Cajolá, un pequeño pueblo situado en el oeste de Guatemala, la vida gira en torno a un flujo invisible pero poderoso de dinero: las remesas. Israel Vail, como tantos otros, ha construido su hogar, su emprendimiento y, sobre todo, la estabilidad de su familia gracias al dinero que envían sus tres hijos desde Estados Unidos, donde trabajan en la construcción y viven sin documentos legales.
“La gente aquí no vive con lujos, pero vive gracias a las remesas”, comenta Vail. Su tienda de comestibles, abierta con dinero recibido desde Norteamérica, es uno de los motores económicos de su comunidad. Sin embargo, esta relativa tranquilidad podría estar en peligro debido a propuestas legislativas en Estados Unidos que intentan gravar o incluso restringir las remesas enviadas por personas que se encuentran allí ilegalmente.
Propuestas para gravar las remesas: ¿qué hay detrás?
En un esfuerzo por frenar la inmigración ilegal, legisladores republicanos han impulsado propuestas para imponer impuestos a las transferencias de remesas. La última iniciativa incluida en un proyecto de ley impulsado por el expresidente Donald Trump contempla un impuesto del 5% sobre las remesas enviadas desde EE.UU. por personas que no sean ciudadanos estadounidenses, incluidos titulares de visas temporales y residentes permanentes legales.
Asimismo, Trump ha declarado en la red social Truth Social que está en proceso de redactar un memorando presidencial para “cerrar las remesas” enviadas por personas sin estatus migratorio legal en el país. Aunque los detalles aún no se han hecho públicos, las intenciones son claras.
La economía mundial y las remesas
Las remesas no son un problema menor ni aislado de ciertos países centroamericanos. De acuerdo con datos del Banco Mundial, en 2023 las remesas enviadas desde EE.UU. alcanzaron un total de $656 mil millones de dólares, una cifra comparable al Producto Interno Bruto de Bélgica.
- México recibió $63.3 mil millones en remesas solo en 2023, un incremento del 7.6% respecto al año anterior.
- India y China también están entre los principales países receptores de remesas globales.
Estas cifras no solo reflejan la magnitud de este tipo de transferencias, sino que también indican que son una fuente económica significativa que ayuda a mantener a millones de familias en zonas con escasos recursos y oportunidades laborales.
¿Una medida efectiva o contraproducente?
Varios expertos advierten que limitar o gravar las remesas podría causar más problemas de los que pretende solucionar. Manuel Orozco, director del Programa de Migración, Remesas y Desarrollo en el Inter-American Dialogue, asegura que cualquier intento por reducir estas transferencias “tendrá un impacto negativo en el interés nacional de EE.UU.”.
Según él, obstaculizar el envío de dinero podría:
- Forzar a utilizar canales clandestinos y menos seguros para transferencias.
- Reducir el monto enviado, afectando la capacidad de ahorro y gastos esenciales de los receptores.
- Aumentar la presión migratoria, al eliminar una fuente de ingresos que justamente incentiva a muchas personas a quedarse en sus países.
Un estudio del Center for Global Development ha demostrado que por cada aumento del 10% en remesas, se reduce en aproximadamente 1,2% la intención de migrar a corto plazo.
La única excepción: el caso Oklahoma
Aunque la mayoría de las propuestas de gravámenes a nivel estatal han fracasado – en al menos 18 estados han sido debatidas y rechazadas – el estado de Oklahoma impuso en 2009 un impuesto sobre las remesas: una tasa fija de $5 por transferencias inferiores a $500, y un 1% sobre montos mayores.
Defensores de este modelo argumentan que es una medida para recuperar parte del dinero que, según ellos, sostiene actividades ilegales como el tráfico de personas. Sin embargo, críticos sostienen que la penalización termina pagando la comunidad inmigrante trabajadora, muchos de los cuales cumplen con la normativa fiscal, pero no pueden legalizar su estatus migratorio.
El argumento moral y económico
El impacto psicológico, social y económico de restringir las remesas va más allá del bolsillo. En comunidades como Cajolá, donde adolescentes abandonan los planes de emigrar al ver posibilidades económicas locales gracias al dinero enviado por sus familiares, recortar ese flujo podría significar el colapso de una frágil cadena de sostenibilidad.
“Hay mucho miedo”, dice Vail. “Temor de que para los que vivimos aquí en Guatemala no haya trabajo porque todos los negocios desaparecerán”. Desde la presidencia de Trump, ya ha notado una caída en las ventas de su tienda. “Cuando ganó Donald Trump, mucha gente dejó de mandar remesas o empezó a guardar el dinero. Las ventas bajaron mucho.”
Alternativas propuestas
Algunos legisladores, como el senador J.D. Vance, han propuesto soluciones como la WIRED Act, que busca imponer un impuesto del 10% sobre las remesas, pero con la opción de devolución para ciudadanos verificados mediante un crédito fiscal. De fondo, el propósito declarado fue frenar actividades ilícitas como el tráfico de personas y drogas.
Sin embargo, esta propuesta tampoco logró avanzar en el Congreso. Según varios economistas, hay maneras más efectivas de abordar la inmigración ilegal sin recurrir a medidas que afecten a comunidades enteras y a su vez impacten en la economía estadounidense, ya que las remesas, en muchos casos, regresan en forma de consumo de bienes y servicios producidos en EE.UU.
El dilema político
Esta medida se enmarca en una política migratoria más amplia y restrictiva que ha sido impulsada con fuerza por sectores conservadores del país, sobre todo de cara a las elecciones presidenciales. En medio de este escenario, el destino de millones de familias, tanto en EE.UU. como en países en desarrollo, está en juego.
Como reflexiona Orozco desde una perspectiva crítica, “una medida así no solo perjudica al país receptor, también debilita la imagen y la política exterior de Estados Unidos. Se pierde más de lo que se gana”.
Cuando la economía es una extensión del amor
Detrás de cada transferencia internacional, hay una historia. Un padre separado de sus hijos, una madre que trabaja limpiando casas para poder pagar la escuela de sus sobrinos, un hermano que camina kilómetros en campos agrícolas para asegurarse de que sus hermanas puedan graduarse. Las estadísticas son contundentes, pero no revelan la humanidad que hay detrás de cada envío.
Quizás por eso, las remesas deben tratarse no solo como una cuestión económica o de estrategia migratoria, sino también como un acto de conexión, de responsabilidad y de amor.