El oscuro precio del Mundial 2034: las vidas invisibles de los trabajadores migrantes en Arabia Saudita
A medida que Arabia Saudita se prepara para recibir el Mundial de Fútbol 2034, crece la preocupación por la seguridad, los derechos y la vida de los miles de trabajadores migrantes empleados en sus megaconstrucciones
La maquinaria del desarrollo saudí y su lado más sombrío
Arabia Saudita está viviendo una de las transformaciones más ambiciosas de su historia moderna. En el corazón de esta metamorfosis se encuentra el plan Visión 2030: una iniciativa estatal que busca diversificar la economía nacional más allá del petróleo, posicionando al reino como un centro global de turismo, tecnología e infraestructura. Entre sus proyectos más destacados están Neom, una gigaciudad futurista proyectada en medio del desierto, y por supuesto, la reciente adjudicación como país anfitrión para el Mundial de Fútbol de 2034.
Pero todas estas promesas están sostenidas sobre una realidad más cruda: cientos de miles de trabajadores migrantes, en su mayoría procedentes del sur de Asia —India, Nepal, Bangladesh—, laboran en condiciones que han sido objeto de duras denuncias por organizaciones de derechos humanos. Según informes recientes de Human Rights Watch (HRW) y FairSquare, decenas —y posiblemente miles— de estos migrantes han muerto debido a accidentes laborales prevenibles y enfermedades relacionadas con el trabajo, sin que las autoridades saudíes investiguen o compensen a las familias afectadas.
Muertes evitables e impunidad sistemática
Uno de los casos más impactantes que recoge el informe de HRW es el de un trabajador bangladesí que murió electrocutado en la obra. El empleador, lejos de hacerse responsable y rendir cuentas, habría utilizado el cuerpo del trabajador como moneda de negociación, afirmando que la familia solo podía recibir compensación si aceptaban enterrarlo localmente, impidiendo así la repatriación del cadáver.
Este patrón de ocultar información, no realizar autopsias y omitir las causas reales de la muerte impide que miles de familias puedan acceder a compensaciones o siquiera conocer la verdad sobre cómo murieron sus seres queridos. Algunas han tenido que esperar más de 14 años para recibir alguna clase de indemnización.
FairSquare, por su parte, documentó al menos 17 muertes de trabajadores nepaleses en los últimos 18 meses. Sin auditorías independientes ni transparencia institucional, anticipan que esta cifra será solo el principio si no se establece algún tipo de rendición de cuentas.
“En algunos casos, las familias son acosadas por prestamistas tras la muerte del padre o esposo, quien había pedido dinero prestado para poder trabajar en el Golfo”, denunció James Lynch, codirector de FairSquare.
Un Mundial que repite errores recientes
El foco mediático sobre las condiciones de los trabajadores migrantes no es nuevo. Qatar, que acogió el Mundial de Fútbol de 2022, fue también objeto de controversia tras identificarse miles de muertes sin explicación entre quienes construyeron la infraestructura deportiva en tiempo récord.
La gran pregunta ahora es: ¿está Arabia Saudita repitiendo —incluso superando— esos mismos errores?
La respuesta parece afirmativa. Según Minky Worden, directora de Iniciativas Globales de HRW, no existe actualmente algún comité equivalente al de Qatar (el 'Supreme Committee') que supervise condiciones laborales, seguridad o contratos:
“En Qatar había seguros de vida, protección contra el calor e infraestructura legal débil pero al menos funcional. Nada de eso existe todavía en Arabia Saudita.”
A eso se suma que la edición de 2034 del Mundial será aún más exigente: con más equipos, estadios e infraestructura previstos, la cantidad de trabajadores migrantes —y su exposición al riesgo— aumentará drásticamente.
El rol silente de FIFA y los organismos internacionales
La FIFA, por su parte, ha defendido su decisión de seleccionar a Arabia Saudita como sede del Mundial, asegurando públicamente que el reino está comprometido con el bienestar de los trabajadores y que existen esfuerzos colaborativos con la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Sin embargo, los hechos parecen indicar lo contrario. No solo no existen mecanismos independientes de verificación, sino que la falta de transparencia ha sido una constante: en ocasiones, los trabajadores mueren sin que se informe a las embajadas o sus familias, y sin trámites legales que respalden indemnizaciones.
En un contexto en el que el Mundial 2034 podría movilizar presupuestos superiores a los $500 mil millones de dólares, la falta de auditabilidad sobre este aspecto genera sospechas. ¿Qué margen tiene la FIFA para presionar por derechos laborales sin arriesgar sus contratos millonarios?
Una historia que se repite: explotación moderna en el Golfo
El uso y abuso de mano de obra migrante en el Golfo Pérsico no es un problema reciente. Diversos informes de la ONU, Amnistía Internacional y HRW han documentado sistemas de patrocinio laboral abusivos, como el "kafala", en los que los empleadores controlan los pasaportes y los permisos de residencia de los trabajadores.
En muchos casos, eso limita el derecho a la libre circulación, imposibilita renuncias ante abusos y expone a los migrantes a jornadas extensas bajo condiciones extremas. Las altas temperaturas del desierto —frecuentemente por encima de los 45 grados Celsius en verano— aumentan aún más el riesgo de enfermedades o muertes relacionadas con el golpe de calor.
A pesar de décadas de denuncias, pocos cambios estructurales se han implementado. Las reformas, cuando existen, son principalmente cosméticas o aplicadas de manera irregular.
Voces desde las sombras: testimonios de sobrevivientes
Los testimonios personales son clave para entender el drama humano detrás de las cifras. Un obrero indio entrevistado por HRW confesó haber trabajado durante 21 días seguidos sin descanso en la construcción de una carretera. Solo cuando se desmayó por agotamiento extremo sus supervisores aceptaron trasladarlo a una clínica improvisada en el mismo campamento laboral, sin mayor atención médica.
Otro trabajador nepalí describió cómo era obligado a dormir con otros 12 hombres en una habitación con ventilación mínima y sin electricidad durante las noches de verano. “Éramos tratados como desechos, no como personas”, dijo en su testimonio anónimo.
Estas historias, invisibles para el gran público futbolero, son parte integral del camino hacia el Mundial 2034. Son quienes están literalmente cimentando la base sobre la cual se alzarán estadios, aeropuertos y ciudades.
¿Puede el fútbol presionar por el cambio?
En una carta enviada a HRW, FIFA destacó esfuerzos para “reforzar la colaboración saudí con organismos internacionales” y garantizar una mayor supervisión organizativa. Pero no se han anunciado medidas concretas ni detallado mecanismos de seguimiento público.
Algunos expertos aseguran que la presión debe venir desde múltiples frentes: desde aficiones organizadas sensibles al tema de los derechos humanos, hasta patrocinadores comerciales que consideren su huella moral. Varios grupos en Europa han comenzado peticiones para que las selecciones nacionales exijan auditorías independientes como condición para participar en el torneo.
Lo cierto es que para cuando comience el Mundial 2034, miles de trabajadores habrán muerto, enfermado o sufrido abusos. Y casi nadie sabrá sus nombres.
Una oportunidad histórica para rectificar el rumbo
Todavía hay tiempo para realizar reformas. Una solución clave pasaría por establecer una entidad auditora independiente, con participación de organismos internacionales, sindicatos y ONGs, dotada de acceso a los campamentos laborales, registros de muertes y contratos. También sería crucial la implementación de un sistema de seguros de vida obligatorios y la abolición total del sistema kafala.
Arabia Saudita dice querer abrirse al mundo como una potencia moderna y global. Pero eso solo será posible si, junto con el cemento y el acero, cimenta también la dignidad humana.
Mientras tanto, el balón gira. Y debajo del césped donde se jugará la Copa del Mundo, descansarán en silencio los huesos de quienes jamás pudieron verlo rodar.