La OMS entre la espada y la pared: ¿Puede sobrevivir la salud global al nuevo orden mundial?
Con un futuro financiero incierto y el poder menguante del multilateralismo, el organismo enfrenta una de sus peores crisis a 77 años de su creación
Una tormenta perfecta para la salud global
La Organización Mundial de la Salud (OMS) se encuentra atravesando una de las mayores crisis de su historia en plena celebración de su 77ª Asamblea Mundial de la Salud. En un contexto geopolítico volátil, con recortes presupuestarios masivos —encabezados por la retirada de fondos por parte de Estados Unidos— y ante una creciente oleada de nacionalismo y desinformación, el futuro del principal ente sanitario global cuelga de un hilo.
La cumbre, que reúne a ministros de salud y representantes de 194 estados miembros, no podría haberse organizado en un momento más complejo. Y es que la organización no solo enfrenta un déficit financiero abrumador, sino también cuestionamientos profundos sobre su relevancia en un mundo que parece alejarse cada vez más del multilateralismo.
EE.UU. se retira del liderazgo: un vacío con implicaciones globales
La decisión del gobierno estadounidense de suspender fondos y avanzar con su proceso de retirada de la OMS sacudió los cimientos de la organización. Como principal financista del organismo con más de 400 millones de dólares anuales en aportes, la salida de EE.UU. dejó un hueco casi imposible de llenar.
“La OMS enfrenta una crisis existencial que va más allá del déficit presupuestario: se cuestiona si este tipo de multilateralismo tiene futuro frente a la ola de nacionalismo y desinformación”, señaló Matthew Kavanagh, director del Centro de Políticas Globales de Salud de la Universidad de Georgetown.
El debilitamiento del compromiso estadounidense no solo impacta el presupuesto inmediato, sino que empodera a otros países de Occidente para recortar sus contribuciones, sumiendo a la OMS en una espiral de austeridad forzada.
Ajustes y recortes: un presupuesto recortado un 22%
Ante la caída en ingresos, el director general Tedros Adhanom Ghebreyesus ha impulsado una serie de reformas internas. La propuesta presupuestaria para el próximo bienio ha sido limitada a 4.300 millones de dólares, lo que representa una reducción del 22% con respecto al plan inicial.
Esta situación incluso afectó las operaciones básicas del organismo: el déficit de más de 500 millones de dólares para cubrir salarios empujó a una reorganización administrativa que incluyó la salida del jefe del área de emergencias, el doctor Michael Ryan.
Pese a que el organismo afirma tener un compromiso inicial del 60% de los fondos necesarios para el próximo ciclo presupuestario, aún enfrenta un agujero de 1.700 millones de dólares.
Un tratado pandémico para sanar heridas
En medio de esta crisis, los países miembros intentan generar soluciones estructurales. Uno de los principales avances que se espera de esta Asamblea es la aprobación del nuevo tratado pandémico, una iniciativa diseñada para evitar la repetición de los errores cometidos durante la respuesta al COVID-19.
El tratado busca garantizar que los países que compartan muestras críticas de virus reciban acceso equitativo a tratamientos, pruebas y vacunas, al tiempo que la OMS recibirá hasta el 20% de estos productos para distribuirlos entre los países más pobres.
“Este tratado puede hacer que el mundo sea más seguro”, declaró Tedros. “Puede mejorar la colaboración para prevenir, prepararse y responder a futuras pandemias”.
Sin embargo, su efectividad ya está siendo debatida. La ausencia de Estados Unidos en este acuerdo y la falta de mecanismos de penalización para los países que incumplan sus compromisos hacen temer que el tratado quede como una mera declaración de principios.
¿Un nuevo liderazgo para la salud global?
La situación también ofrece un terreno fértil para la redefinición del juego geopolítico en temas de salud. Con países del Sur Global cada vez más activos e interesados en intervenir en estos mecanismos multilaterales, se abre una ventana de oportunidad para una distribución más equitativa de poder y recursos.
“La aprobación del tratado puede ser evidencia de que EE.UU. ya no es imprescindible en la salud global”, apunta Matthew Kavanagh. “Esto podría dar margen de acción al Sur Global para asumir más protagonismo”.
Las implicaciones de este cambio de poder podrían ser transformadoras, permitiendo que países históricamente relegados tomen un rol más influyente en diseñar las futuras estrategias sanitarias del planeta.
La confianza en juego: ¿puede sobrevivir el multilateralismo?
Más allá del dinero y los tratados, el verdadero desafío que enfrenta la OMS es de confianza. En una era definida por el escepticismo hacia las instituciones internacionales, la proliferación de teorías conspirativas y una creciente dificultad para coordinar políticas colectivas, el multilateralismo mismo está bajo fuego.
El manejo inicial del COVID-19, donde muchos países priorizaron medidas unilaterales en detrimento de estrategias coordinadas, sigue muy presente en la memoria colectiva. La fragmentación de respuestas sanitarias, la competencia por recursos médicos básicos y la desigual distribución de vacunas dejaron heridas profundas.
Restablecer la credibilidad institucional implica, entre otros desafíos:
- Transparentar las decisiones y procesos internos.
- Alcanzar estabilidad financiera sin depender únicamente de donaciones voluntarias.
- Alentar la participación activa de todos los estados miembros, sin importar su cuota de aportación.
Nacionalismo vs. solidaridad global: un dilema persistente
La pandemia de COVID-19 evidenció una realidad incómoda: cuando la amenaza es mundial, pero los recursos son limitados, los países tienden a mirar primero por sí mismos. El nacionalismo vacunal, la competencia por mascarillas y oxígeno, y las restricciones de exportación demuestran que la solidaridad, aunque deseable, no siempre prevalece.
En este nuevo orden global, donde la geopolítica marca el paso incluso en temas sanitarios, iniciativas como el tratado pandémico y el aumento de las contribuciones obligatorias solo lograrán tener impacto si van acompañadas de un verdadero cambio de paradigma.
La OMS ante su encrucijada histórica
La Asamblea Mundial de la Salud de 2024 no es solo una ronda diplomática más. Representa un momento bisagra para la historia de la OMS y, por extensión, para la gobernanza de la salud pública global.
Los desafíos son múltiples: financieros, geopolíticos, logísticos y éticos. Pero también lo son las oportunidades. Si logra adaptarse, diversificar su financiamiento y fortalecer su autoridad técnica, la OMS podría no solo sobrevivir, sino salir reforzada de esta crisis.
De no hacerlo, corremos el riesgo de que el mundo enfrente futuras pandemias sin un liderazgo claro, sin mecanismos de respuesta colectiva y con millones de vidas nuevamente en juego. En palabras del propio Kavanagh:
“Literalmente millones morirán innecesariamente si seguimos por este camino, y los ministros de salud del mundo parecen incapaces de generar una respuesta coherente”.
La salud global necesita un timonel fuerte. El mundo observa, expectante, si la OMS decidirá capitanear o naufragar en esta tormenta perfecta.