Purga ideológica en bibliotecas militares de EE.UU.: ¿censura o depuración necesaria?
La eliminación de libros sobre diversidad, equidad y género en academias militares reabre el debate sobre los límites de la libertad intelectual en instituciones públicas
Por: Juan Carlos Ortega
Una biblioteca sin diversidad: el caso de la Academia Naval
En un giro que ha provocado intensas reacciones dentro y fuera del ámbito militar, la Academia Naval de Estados Unidos en Annapolis retiró inicialmente 381 libros de su biblioteca por abordar temas de diversidad, equidad e inclusión (DEI, por sus siglas en inglés). La orden provino, según fuentes del Pentágono, de altos funcionarios del Departamento de Defensa bajo directrices de la administración Trump.
Entre los textos eliminados se encontraban “I Know Why the Caged Bird Sings” de Maya Angelou, libros sobre el Holocausto, historia del feminismo, derechos civiles e incluso estudios sobre la Segunda Guerra Mundial protagonizados por afroamericanos. Sin embargo, tras una revisión más precisa, aproximadamente 360 volúmenes fueron devueltos a los estantes, dejando unos 20 en revisión.
Anti-DEI: más que una cruzada editorial
Esto no ocurre en un vacío ideológico. Lo que comenzó como una orden un tanto vaga desde el despacho del Secretario de Defensa Pete Hegseth se ha convertido en una campaña nacional para erradicar contenidos vinculados con la diversidad sexual y racial en las instituciones militares.
Un memorándum interno firmado el 9 de mayo por Timothy Dill, alto funcionario del Departamento de Defensa, ordenó a todas las bibliotecas militares escanear sus catálogos en busca de libros que contengan términos como “discriminación, diversidad, identidad de género, transición, disforia de género, antifeminismo, teoría crítica de la raza” y otros.
¿Dónde está el límite entre ideología y educación?
El argumento oficial para esta purga bibliográfica se centró en que estos materiales “promueven conceptos divisivos” y afectan la cohesión de las fuerzas armadas. Según el memorándum, su presencia “es incompatible con la misión fundamental del Departamento de Defensa”.
Esta postura ha sido fuertemente criticada por académicos, veteranos y defensores de las libertades civiles. ¿Eliminar libros sobre el Holocausto o los derechos civiles de mujeres afroamericanas realmente promueve la unidad? La respuesta no es nada sencilla.
Un patrón preocupante: de bibliotecas a redes sociales
La revisión de contenidos no solo se ha limitado a bibliotecas. El Pentágono ha extendido su filtro ideológico a sitios web, redes sociales y más recientemente incluso a organismos federales como el Instituto de la Paz de EE.UU. que, tras haber sido intervenido por el controversial Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) liderado por Elon Musk, fue autorizado por orden judicial a retomar sus funciones.
En el mismo tenor, el gobierno ha tenido que reformular varias de sus órdenes ejecutivas, incluyendo aquellas relacionadas con la reincorporación de soldados dados de baja por rechazar la vacuna contra el COVID-19 o los protocolos de exclusión de miembros transgénero.
La contradicción presupuestaria
Mientras que por un lado se habla de recortes ideológicos, por el otro se están proponiendo reformas tributarias que podrían elevar el déficit fiscal. Un ejemplo es la “No Tax on Tips Act”, propuesta también por el equipo de Trump, que eliminaría los impuestos federales sobre propinas para ciertos trabajadores. Esta medida tendría, según analistas del Committee for a Responsible Federal Budget, un costo de hasta 120 mil millones de dólares en una década.
La contradicción es evidente: se anulan contenidos bibliográficos para “proteger” a las fuerzas armadas y la nación, mientras se promueven reformas fiscales costosas bajo la misma retórica de apoyar al ciudadano promedio.
Un paso atrás en libertad académica
Según la Asociación Americana de Bibliotecas, solo en 2023 se registraron más de 3.300 intentos de censura de libros en EE.UU., una cifra récord desde que se tienen registros.
“La historia nos ha enseñado que los regímenes que comienzan con la quema o censura de libros terminan restringiendo personas”, expresó Deborah Caldwell-Stone, directora de la Oficina para la Libertad Intelectual de dicha asociación.
En 1933, el régimen nazi ordenó la quema de libros considerados “anti-alemanes”, entre ellos obras de Einstein, Freud, Marx y otros. En el caso actual, las prohibiciones afectan libros sobre identidad sexual, racismo sistémico, derechos de las mujeres y memoria histórica del Holocausto. ¿Es justo trazar un paralelismo? Quizá no al pie de la letra, pero las coincidencias retóricas son inquietantes.
La presión desde arriba: militares entre la espada y la pluma
Oficiales y comandantes de las academias militares han requerido instrucciones más claras debido a la ambigüedad de las órdenes iniciales. Esto ha provocado inconsistencias: libros inicialmente retirados han sido reincorporados; otros, nunca identificados, han sido sacados preventivamente.
Mientras tanto, los bibliotecarios militares —muchos con formación en historia, ciencias sociales y biblioteconomía— han sido obligados a desempeñar el rol de censores ideológicos bajo amenaza de sanciones por insubordinación administrativa.
¿Quo vadis, DEI?
La ofensiva contra los contenidos DEI parece solo el principio de una redefinición de los ideales sobre los cuales se forma a los militares en EE.UU. ¿Podemos formar soldados sin educarlos sobre las raíces históricas del racismo, la discriminación o las luchas por equidad de género?
Los defensores del recorte alegan que los militares no deben ser adoctrinados políticamente, mientras que los críticos señalan que no puede haber patria sin pensamiento crítico. Al final, la biblioteca es solo el reflejo de la batalla cultural que vive Estados Unidos.
Una nación dividida entre libros y creencias
La guerra cultural estadounidense no se pelea solamente en tribunales, congresos y elecciones. Se libra también en las aulas, las estanterías de las bibliotecas y los discursos oficiales. Cada libro removido o reincorporado es un símbolo de lo que se permite recordar y lo que se prefiere olvidar.
¿Qué pasará con los libros de Maya Angelou, los textos sobre Trayvon Martin, las memorias del Holocausto? ¿Volverán a ser accesibles en todas las academias? ¿O comenzaremos a crear una historia sin grietas, sin incomodidades y por tanto, sin verdad?
Mientras tanto, quizá sea hora de recordar las palabras de Ray Bradbury: “No hace falta quemar libros para destruir una cultura. Solo hay que lograr que la gente deje de leerlos”.