Desarme en los campos palestinos de Líbano: un paso hacia la paz o una ilusión estratégica
Líbano inicia un ambicioso plan de desmilitarización de los campos de refugiados palestinos en su territorio, mientras las tensiones regionales siguen al rojo vivo
En un movimiento inesperado pero crucial, Líbano ha iniciado formalmente un proceso para desarmar a las facciones palestinas dentro de sus campos de refugiados. Esta iniciativa, sin precedentes en décadas de tensiones políticas y militares, busca no solo frenar el potencial de nuevos conflictos en el país, sino también abrir una conversación sobre los derechos civiles y sociales de los refugiados palestinos en el territorio libanés.
¿Por qué ahora?
El detonante inmediato de esta iniciativa parece haber sido la reciente visita del presidente palestino Mahmoud Abbas al Líbano, y el posterior acuerdo con el presidente libanés Joseph Aoun. El trato establece que los grupos palestinos no usarán el territorio libanés como plataforma para lanzar ataques contra Israel, una preocupación constante para el gobierno libanés y una fuente de tensas relaciones diplomáticas.
En palabras del Comité de Diálogo Libanés-Palestino: "Tenemos la responsabilidad conjunta de garantizar la estabilidad en los campamentos y preservar nuestras relaciones bilaterales". El proceso de desarme contempla un cronograma aún no divulgado públicamente, pero fuentes del gobierno aseguran que comenzará dentro del próximo mes.
Palestinos en Líbano: entre el olvido y la desconfianza
Uno de los aspectos más llamativos es que este plan va de la mano con una promesa de mejora en las condiciones de vida de los casi 200,000 palestinos que residen actualmente en el país, aunque hay cerca de 500,000 registrados por la UNRWA.
Estos refugiados han vivido en condiciones precarias desde hace décadas. Carecen de los derechos más básicos: no pueden ejercer muchas profesiones, tienen acceso limitado a servicios públicos y están legalmente impedidos de ser propietarios de terrenos o viviendas. Según datos de Human Rights Watch, solo el 2% de los palestinos en Líbano tiene empleo formal.
Los grupos armados: ¿el verdadero reto?
Desarmar a los campos no es tarea sencilla. Hay al menos 12 campos reconocidos oficialmente, y en su interior operan diversas facciones con ideologías y vínculos regionales bastante distintos: desde el movimiento Fatah (afín a la Autoridad Palestina) hasta Hamas, grupos islamistas y organizaciones izquierdistas como el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
Estas organizaciones han operado durante décadas con autonomía dentro de los campos, fuera del control estatal libanés. En fechas recientes, los enfrentamientos internos entre facciones en campamentos como Ain al-Hilweh han causado muertos y decenas de heridos. Además, algunas de estas facciones han sido respaldadas históricamente por potencias regionales como Irán, Siria o incluso Hezbolá, el partido-milicia chiita más poderoso del país.
Líbano e Israel: una historia de guerra por terceros
Desde 1948, cuando miles de palestinos fueron desplazados por la creación del estado de Israel, Líbano ha sido uno de los países donde estos refugiados encontraron asilo. Sin embargo, este asilo nunca se tradujo en integración, y los campos se convirtieron en focos de tensión.
De hecho, en la guerra del Líbano de 2006 entre Hezbolá e Israel, muchos grupos palestinos participaron en enfrentamientos, especialmente en el sur del país. Este patrón de "guerras por terceros" ha caracterizado la geopolítica de la región, donde los campos se convierten en escenarios secundarios para los conflictos entre estados y actores no estatales.
Hezbolá bajo presión: ¿puede sobrevivir al desarme palestino?
Uno de los elementos más interesantes es cómo este movimiento puede poner presión adicional sobre Hezbolá. Tras la guerra del 2006, la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU instaba al desarme de todos los grupos no estatales en Líbano. Hasta ahora, esa resolución ha sido letra muerta.
Sin embargo, si el gobierno logra desarmar con éxito a las facciones palestinas, el siguiente paso lógico, y esperado por la comunidad internacional, será exigir el mismo trato hacia Hezbolá. Cabe recordar que este grupo ha sido catalogado como organización terrorista por varios países, incluidos Estados Unidos y algunas naciones de la Unión Europea.
¿Qué papel jugará Hamas?
Hamas ha guardado silencio sobre este nuevo desarrollo. Su silencio puede ser interpretado como una señal de cálculo estratégico: sabe que enfrentarse a las autoridades libanesas podría llevar a la clausura de su oficina en Beirut, la cual ha funcionado como un importante centro logístico y político para el movimiento.
Una fuente cercana al gobierno libanés aseguró que Hamas podrá mantener su presencia política en el país, siempre que se abstenga de actividades militares. Esto es un cambio significativo respecto al pasado, donde la distinción entre lo político y lo militar era, en el mejor de los casos, difusa.
Un salto hacia el futuro o una repetición del pasado
Este proceso de desarme será observado con lupa tanto por actores internos como externos. La comunidad internacional, en especial la ONU, la Liga Árabe y la UE, tiene interés en la estabilidad del Líbano, un país de solo 10 millones de habitantes pero con un historial explosivo de conflictos sectarios y externos.
En 2007, el ejército libanés libró una sangrienta batalla contra un grupo islamista en el campo de Nahr el-Bared, lo que dejó destrucción masiva y más de 400 muertos. Esa experiencia dejó claro que intervenir militarmente en los campos solo puede ser el último recurso.
Esta vez, el enfoque parece ser político e institucional. El Comité de Diálogo Libanés-Palestino promete que cualquier paso será consensuado con los representantes de los campos y acompañado de incentivos sociales. Aun así, faltan detalles claves: ¿qué sucederá con las armas y municiones confiscadas? ¿Cómo se desmontarán las redes logísticas de los grupos? ¿Habrá supervisión internacional? ¿Qué sucederá si algún grupo, como Hamas o el FPLP, decide no cooperar?
El peso de la historia
Las relaciones libanés-palestinas están marcadas por el conflicto. Durante la Guerra Civil Libanesa (1975-1990), los palestinos jugaron un papel importante, lo que les granjeó enemistades duraderas. Las masacres de Sabra y Shatila en 1982, perpetradas por milicias cristianas con la anuencia del ejército israelí, aún resuenan como un trauma colectivo entre los palestinos de Líbano.
Por eso, muchos dentro de los campos recelan del gobierno libanés. Temen que el desarme sea la excusa para mayor represión o para consolidar su exclusión política. Otros, sin embargo, lo ven como una oportunidad única para normalizar su situación y mejorar sus condiciones de vida.
Una paradoja en construcción
Lo irónico de la situación es que, en medio de la decisión de desarmar a las facciones palestinas, muchas facciones libanesas continúan armadas y operativas. En un país donde el Estado rara vez logra imponer todo su poder de manera uniforme, pedir que algunos depongan sus armas mientras otros las mantienen podría alimentar nuevas tensiones.
Como escribió recientemente el analista político Karim Bitar: “La única vía hacia un Líbano estable implica desarmar a todos los actores no estatales, pero hacerlo requiere una honestidad política que hoy parece en peligro de extinción.”
¿Veremos una nueva era?
Es prematuro cantar victoria. Pero el hecho de que se haya iniciado un proceso formal, con cronograma y voluntad política, ya marca un hito. La experiencia de décadas muestra que cualquier solución duradera en Líbano debe ser multilateral, paciente y, sobre todo, sensata.
Para los miles de palestinos que viven entre la marginación y la esperanza, puede que este sea el principio de un nuevo capítulo. Si el desarme se acompaña de medidas reales para mejorar su acceso a empleo, salud, educación y vivienda, entonces quizás el Líbano logre lo que muchos consideraban imposible: convertir a sus refugiados en ciudadanos de facto, aunque no de iure.
Y eso, en esta región del mundo, ya sería una revolución.