George Floyd: Cinco años después, la herida sigue abierta
El asesinato que sacudió al mundo marcó una era de protestas, reformas fallidas y una lucha continua por justicia racial
Una noche que cambió el mundo
El 25 de mayo de 2020, un video grabado por un transeúnte se difundió viralmente y replicó el eco agónico de unas palabras que paralizaron conciencias en todo el planeta: “I can’t breathe”. George Floyd, un hombre afroamericano, fue asfixiado hasta la muerte por el policía Derek Chauvin en Minneapolis. El agente mantuvo su rodilla sobre el cuello de Floyd por 9 minutos y medio. Nadie actuó. Muchos grabaron. Algunos, ciudadanos y bomberos fuera de servicio, rogaron por su vida. No bastó. La vida de Floyd se extinguió ante los ojos del mundo.
Lo que siguió fue una ola de protestas sin precedentes en la historia reciente de Estados Unidos. Desde grandes capitales hasta pueblos rurales, la furia colectiva se desató en un grito de justicia. Minneapolis ardió. Pero más allá, millones marcharon, kneelaron, y exigieron cambios en una sociedad que aún hoy no ha sanado esta herida profunda.
El legado incómodo: el exjefe Arradondo habla
Medaria Arradondo, el primer jefe de policía afroamericano de Minneapolis, recuerda vívidamente cómo recibió alrededor de la medianoche aquella llamada que lo empujó a ver el video de la muerte de Floyd. Su reacción fue visceral: “Fue desgarrador. Absolutamente desgarrador”.
Lo que vio no coincidía con los primeros reportes de su propio departamento. El incidente fue un parteaguas no solo para su carrera de 32 años, sino para la ciudad entera. Arradondo tomó una postura impensable en la tradición de los cuerpos policiales estadounidenses: testificó contra Chauvin. Y no solo eso. Tomó decisiones drásticas como permitir que se evacuara y se incendiara el Tercer Precinto de Policía donde trabajaba Derek Chauvin, entregándolo de facto a los manifestantes con el propósito de salvar vidas.
“Remanentes de dolor y rabia”
En una entrevista reciente en una biblioteca pública de Minneapolis todavía en reconstrucción después del estallido social, Arradondo expresa que siguen existiendo muestras físicas del dolor de 2020. Algunas tiendas han sido reconstruidas, otras siguen siendo terrenos baldíos. La estación de policía quemada sigue vacía. La ciudad sigue marcada.
Y aunque Arradondo dirigió un impulso de reformas, reconoce que fue insuficiente: “Ojalá hubiese intentado desmantelar antes la cultura tóxica que permitió esa indiferencia aquella noche”, lamenta. Hoy, retirado desde 2022, recientemente lanzó su libro “Chief Rondo: Securing Justice for the Murder of George Floyd”, en el que narra su vivencia íntima dentro del sistema policial y su búsqueda de justicia.
Una carta que nunca llegó
El libro cierra con una carta a Gianna, la hija de George Floyd. Arradondo nunca tuvo la oportunidad de conocerla, pero quiso hacerle llegar unas palabras que nadie le ha dicho directamente de parte de los culpables de la muerte de su padre:
“Lo siento. Lo siento por que te arrebataron a tu padre.”
Entre el activismo y el retroceso
La magnitud del movimiento social posterior a la muerte de Floyd fue impresionante. A lo largo de 2020 y 2021, más de 26 millones de personas participaron en manifestaciones bajo el lema Black Lives Matter. Fue el mayor movimiento de protesta en la historia de EE.UU., según una investigación del New York Times.
Se pintaron murales, se renombraron calles, surgieron propuestas de eliminación o redefinición de los departamentos de policía. Algunas ciudades como Los Ángeles y Nueva York prometieron revisar sus presupuestos de policía. Minneapolis incluso intentó reestructurar completamente su fuerza policial mediante referendos ciudadanos.
Sin embargo, cinco años después, muchas de esas promesas no se han cumplido. Como denunció recientemente el colectivo Movement for Black Lives: “Los retrocesos impulsados por el gobierno actual representan un símbolo claro a los departamentos de policía: pueden seguir discriminando sin consecuencias.”
El freno desde Washington
Uno de los giros más preocupantes fue la cancelación por parte del Departamento de Justicia, bajo la administración Trump, de acuerdos de reforma con los departamentos de policía de Minneapolis y Louisville (donde murió Breonna Taylor).
Los llamados consent decrees o acuerdos de reforma federales, eran la forma más directa que tenía el Gobierno de presionar a las policías locales para cambiar. Al eliminarlos, se eliminó también una herramienta clave para avanzar en accountability policial.
El peso simbólico de las imágenes
Las imágenes de aquellos días son imposibles de olvidar. Jóvenes con mascarillas en medio de una pandemia, carteles con el rostro de Floyd, pancartas que decían “Say his name” y “I can’t breathe” ocupaban ciudades enteras. Algunas de las postales que definen una época incluyen un mural pintado sobre calles en Washington D.C. que rezaba “Black Lives Matter” al frente de la Casa Blanca.
Y otras imágenes impactantes también: la de un oficial afroamericano dándole la mano a un manifestante negro, ambos rodeados por policías con escudos en un tenso momento de tregua en Nueva York.
¿Qué queda de ese impulso?
- En Minneapolis, se han introducido nuevas tácticas no letales y entrenamientos enfocados en desescalada de conflictos.
- Varias ciudades han adoptado programas de respuesta a crisis sin policía, que involucran trabajadores sociales y expertos en salud mental.
- El Congreso sigue sin aprobar el proyecto de ley nombrado en honor a Floyd, que busca establecer estándares federales más estrictos para la actuación policial.
Una sociedad aún en tensión
Los efectos del asesinato de George Floyd no pueden medirse solo en estadísticas. La confianza entre comunidades negras y la policía ha llegado a mínimos históricos. Según una encuesta de Gallup en 2022, un 84% de los afroamericanos considera que la policía trata peor a personas negras.
Mientras tanto, han crecido también las contracorrientes. Movimientos como “Back the Blue” y políticas “anti-woke” han logrado frenar, e incluso revertir, muchas de las reformas impulsadas en 2020. En estados como Florida o Texas, se han introducido leyes que penalizan manifestaciones callejeras o eliminan el presupuesto destinado a programas de revisión policial.
El valor de la memoria
A cinco años, lo que ocurrió en Minneapolis se ha convertido en un episodio bisagra de la historia moderna estadounidense. Es también un recordatorio de lo efímero del cambio cuando no está respaldado por estructura legal, voluntad política y presión ciudadana sostenida.
El racismo institucional aún no ha sido erradicado. Pero el legado de Floyd —y la lucha colectiva que detonó— sigue muy presente en la conciencia de millones. Como escribió Arradondo en su libro: “Hay momentos que definen a un país. Este fue uno. Y no debemos olvidarlo”.