Muerte y esperanza en el desierto: el drama de los migrantes sudaneses en Libia
Siete muertos, cinco desaparecidos y una historia brutal de sobrevivencia reflejan la crisis migratoria africana más silenciosa… pero no menos mortal
Cuando el desierto se convierte en tumba colectiva
Uno de los eventos más trágicos —y al mismo tiempo invisibilizados— del fenómeno migratorio africano se produjo recientemente en el desierto del sur de Libia, donde al menos siete ciudadanos sudaneses perdieron la vida y cinco continúan desaparecidos tras quedar varados por 11 días en una ruta desértica frecuentemente usada por traficantes de personas.
El caso, informado por Ebrahim Belhassan, director de los Servicios de Ambulancia y Emergencias de Kufra, conmocionó incluso a un país como Libia que, desde hace más de una década, vive sumido en el caos institucional y militar. Un caos que ha convertido a su territorio en uno de los principales corredores migratorios del norte de África.
Los números que revelan una tragedia global en cámara lenta
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que cerca de 787.000 migrantes y refugiados, de múltiples nacionalidades, viven en Libia en 2024, lo que la convierte en una de las plataformas de tránsito más intensas del mundo hacia Europa. Muchos de estos migrantes llegan tras cruzar fronteras extremadamente peligrosas como las del sur, entre Chad y Libia, donde las temperaturas superan los 45 °C y la presencia de asistencia humanitaria es prácticamente nula.
La ruta tomada por los 34 sudaneses que protagonizaron esta tragedia es una de las más letales. Solo en el último año, según cifras del mismo Belhassan, se atendieron más de 260 migrantes sudaneses encontrados en condiciones críticas en esa misma región desértica.
Sin comida ni agua durante 11 días: una historia de horror y resistencia
El grupo de 34 personas, entre ellos cinco niños, había cruzado la frontera entre Chad y Libia, cuando el vehículo que los transportaba se averió. Las condiciones del desierto no les dejaron alternativa. No había señal móvil, no podían caminar kilómetros sin deshidratarse ni había sombra para protegerse del sol abrasador.
Tras once días sin comida ni agua, un contrabandista que pasaba por la zona logró encontrar a los sobrevivientes y alertó a los rescatistas. Siete ya habían muerto y los cinco desaparecidos se consideran probablemente fallecidos. Los testimonios señalan que algunos cadáveres fueron enterrados por los mismos migrantes usando las manos en la arena caliente.
"Los sobrevivientes estaban al borde de la muerte. Deshidratados, en estado de shock, físicamente agotados y psicológicamente devastados por ver morir a sus compañeros", explicó Belhassan.
Niños en la línea de fuego del desierto
Entre los rescatados había cinco niños, cuyos destinos se cruzaron con el horror y la desesperanza. Cuando fueron trasladados al hospital en Kufra, el personal médico se encontró con menores desnutridos, quemados por el sol, y completamente traumatizados. El diagnóstico frecuente: shock térmico, deshidratación severa y trastorno de estrés postraumático.
Estos niños no migran solos. Lo hacen con sus familias, cargando en sus mochilas más huida que esperanza. Huyen de Sudán, un país atrapado en una guerra civil entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) desde mediados de 2023, que ha dejado más de 14.000 muertos y ha desplazado a 8,4 millones de personas según ACNUR.
De Darfur a Trípoli: El viaje mortal de los migrantes sudaneses
La diáspora migrante sudanesa sigue un patrón largo y tortuoso. Muchos parten desde Darfur o Jartum hacia el sur de Libia, cruzando Chad y usando rutas ilegales del desierto. Este trayecto, que parece directo en un mapa, puede tomar semanas o incluso meses, dependiendo de los traficantes, controles militares y el estado físico de los migrantes.
Una vez en Libia, se enfrentan a una nueva realidad: violencia de las milicias, detención arbitraria en centros formales e informales, explotación laboral y sexual, e incluso esclavitud. En muchos casos, las personas que sobreviven a la travesía mueren en los centros de reclusión o en el mar Mediterráneo intentando llegar a Italia.
El tráfico de personas: un negocio que mueve miles de millones
El tráfico de migrantes africanos a través del desierto del Sahara es una industria criminal valorizada en más de 6.000 millones de dólares anuales, según estimaciones del Global Initiative Against Transnational Organized Crime. Las redes de trata operan con impunidad en territorios sin Estado, como el sur de Libia, donde clanes tribales y milicias armadas controlan rutas, ciudades y pasos fronterizos.
Los vehículos usados son en su mayoría 4x4 viejos sin mantenimiento, y los "servicios" ofrecidos por los contrabandistas no garantizan retorno, ni mucho menos sobrevivencia. En el caso reportado en mayo, ni siquiera se ofreció ayuda mecánica. Simplemente, los dejaron varados después de una avería.
Kufra: la última esperanza antes del infierno
Kufra no es una ciudad común. Este remoto oasis en el extremo sureste de Libia es uno de los últimos puntos de entrada antes de que el desierto consuma todo. Allí se reportan con regularidad hallazgos de cadáveres, rescates de grupos o desapariciones completas de vehículos enteros.
"Muchas veces encontramos cadáveres momificados por el calor y la sequedad del desierto… otros han sido devorados por los animales", relata un miembro de los Servicios de Búsqueda locales.
Las ONGs presentes en la zona son escasas y trabajan bajo amenaza constante. No hay ayuda internacional significativa debido a los niveles de inseguridad, y las pocas misiones de rescate dependen de la buena voluntad de residentes o alertas de contrabandistas.
La indiferencia internacional frente al genocidio migratorio
Mientras Europa intensifica sus políticas de externalización de fronteras, delegando el problema migratorio a países como Libia, Chad o Túnez, decenas de miles de personas siguen arriesgando su vida en rutas que bien podrían considerarse corredores de muerte.
Los medios de comunicación internacionales apenas destinan espacio a estos eventos. Las muertes no son noticias de portada. Como denuncian organismos de derechos humanos, se produce un "genocidio por indiferencia", donde las políticas migratorias restrictivas y el racismo sistémico permiten que tragedias así no generen la mínima indignación global.
¿Y ahora qué? La pregunta que nadie quiere responder
Con cinco desaparecidos, siete muertos, y al menos 22 traumatizados para siempre —cinco de ellos niños—, la tragedia de los migrantes sudaneses en el desierto libio vuelve a poner el foco en una realidad insostenible. La comunidad internacional no puede seguir mirando a un costado mientras cientos de personas mueren mensualmente en rutas diseñadas para robarles la vida.
La pregunta no es solo de política migratoria, sino moral: ¿Cuánto más estamos dispuestos a tolerar?
Desde Kufra hasta Bruselas, desde Sudán hasta el Sahara, esta historia es solo una entre miles. Pero su crudeza, su desesperanza y su impacto deberían obligarnos a mirarla de frente. Porque donde mueren los indefensos, mueren también los principios de humanidad.
Texto publicado bajo una perspectiva de Análisis para reflexionar sobre el crimen silencioso de las rutas migratorias africanas.