EE.UU. cambia estrategia militar en África mientras China y Rusia ganan influencia
De la gobernanza al armamento: el Pentágono promueve la autosuficiencia de sus aliados africanos en medio del auge de la inestabilidad y la competencia geopolítica
El fin del enfoque 'holístico': un nuevo capítulo para el Comando África
Durante años, la estrategia militar de Estados Unidos en África se fundamentó en el ideal de una “respuesta integral del gobierno”, una mezcla entre desarrollo, diplomacia y defensa. Sin embargo, en la edición número 21 del ejercicio African Lion celebrada en Marruecos, el mensaje fue claro: es momento de que los aliados africanos puedan sostener su propia seguridad.
“Debemos llevar a nuestros socios al nivel de operaciones independientes”, declaró el General Michael Langley, comandante del Comando África de Estados Unidos (AFRICOM), al cierre del evento en Tan-Tan. Este cambio marca una clara ruptura con la narrativa anterior, centrada en la gobernanza y las causas raíz de las insurgencias.
Una maniobra geopolítica: ¿autosuficiencia o retirada estratégica?
Más de 40 países participaron durante cuatro semanas del ejercicio militar multinacional, donde destacaron maniobras por aire, tierra y mar, uso de drones y disparo de cohetes guiados por satélite. Aunque el formato parezca familiar, el trasfondo ha dado un giro notable: desaparece el énfasis en lo que Washington consideraba su diferenciador frente a Rusia y China.
“Ya no hablamos de gobernanza tanto como antes. Hablamos de burden sharing —compartir la carga—”, dijo Langley. La política actual, avalada por el Departamento de Defensa bajo la administración Trump y mantenida en el discurso militar, tiene como prioridad proteger el territorio estadounidense, pedir que otros países contribuyan a la estabilidad global y reducir costos a largo plazo.
El ascenso de China y Rusia en África
Mientras Washington ajusta su postura, otras potencias ocupan el vacío estratégico. China ha acelerado sus programas de entrenamiento militar en África y Rusia, a través de mercenarios del Grupo Wagner, ha reafirmado su rol como proveedor clave de seguridad, sobre todo en el norte y oeste del continente.
En palabras del propio Langley, “he visto avances y también retrocesos”. El general saldrá del cargo este año, dejando un escenario en el que Estados Unidos mantiene unos 6.500 efectivos en la región, mientras su influencia directa decrece en contraste con el empuje de actores rivales.
Sahel y Somalia: epicentros de la violencia y la resiliencia fallida
Según el Institute for Economics and Peace, más de la mitad de los muertos por terrorismo en 2024 se registraron en el Sahel, una región que ha caído en manos de gobiernos militares autoritarios. Somalia, por su parte, representó el 6% de las muertes por terrorismo en el continente, siendo la nación más peligrosa fuera del cinturón del Sahel.
A pesar de los ataques aéreos estadounidenses contra grupos como al-Shabab o el Estado Islámico, Langley reconoció que el ejército somalí “todavía necesita mucho apoyo para lograr eficacia en el campo de batalla”.
En la región occidental, la situación no es mejor. Países como Burkina Faso, Malí y Níger presentan fuerzas armadas insuficientes, sin capacidad aérea ni logística, abandonadas por potencias occidentales tras rupturas diplomáticas y cambios de régimen.
¿Es realista esperar autonomía en medio del caos?
La analista de Control Risks, Beverly Ochieng, afirma que pensar en un futuro cercano donde los estados africanos sean autosuficientes para contrarrestar amenazas es claramente ilusorio. “Muchos carecen de fuerzas aéreas robustas y no pueden vigilar las rutas de militantes en zonas inaccesibles, sin infraestructura ni carreteras funcionales”, explicó.
Además, la retirada de Occidente no es totalmente voluntaria: en casos como Malí, las fuerzas francesas fueron expulsadas política y popularmente, lo que dejó espacio para que Wagner o China actúen en libertad.
Ivory Coast: una excepción que confirma la regla
En contraste, Costa de Marfil es uno de los pocos ejemplos donde el enfoque integral de desarrollo y defensa ha dado frutos. Gracias a este equilibrio, se lograron reducir los ataques y contener amenazas en su vulnerable frontera norte. Pero ese éxito no ha sido replicado ampliamente.
Langley admira esta experiencia como un modelo, pero también advierte que no es suficiente para contrarrestar tendencias regresivas en otras zonas del continente.
¿Qué viene después para el Comando África?
Estados Unidos ha invertido más de $6 mil millones en los últimos tres años solo en captar y retener personal militar, parte del proyecto para crear una fuerza “más ligera y letal”. Pero el costo estratégico de abandonar la narrativa de cooperación civil podría ser elevado.
La expansión de los grupos afiliados a Al-Qaeda y al Estado Islámico es una preocupación grave. Un alto funcionario del Pentágono, bajo anonimato, calificó a África como el nuevo “epicentro” de ambos grupos extremistas. Esto contradice cualquier percepción de que el continente pueda gestionarse de forma autónoma sin una cooperación firme y técnica por parte de potencias aliadas.
¿Es sostenible este nuevo enfoque?
Apostar por aliados autonómicos en medio de vacíos de poder, conflictos entre etnias y estados fallidos podría parecer más una medida política que una decisión estratégica viable. El profesor William Reno, experto en políticas de seguridad africanas, declara que "el tono ha cambiado, pero no la realidad sobre el terreno".
Mientras tanto, las amenazas transfronterizas están en auge y las capacidades necesarias para enfrentarlas —recolección de inteligencia, logística aérea, control territorial— siguen ausentes o profundamente limitadas.
Reflexión final: ¿una retirada selectiva o un repliegue inevitable?
Sea por pragmatismo, presiones domésticas o cambio de prioridades estratégicas, queda claro que el giro estadounidense en África representa una transformación profunda del papel que jugó en los últimos 25 años. Ya no se trata de exportar gobernanza o desarrollo, sino de sobrevivir en un tablero cada vez más multipolar.
Y esa nueva realidad tiene implicaciones no solo para África, sino para la seguridad global. Porque cuando Estados Unidos se repliega, otros actores avanzan sin vacilar.