El curioso reino de los gallos en Miami: símbolo urbano o molestia emplumada
Más allá del flamenco y los loros exóticos, los gallos reclaman el trono urbano entre rascacielos y cafés en Little Havana y Downtown
En Miami, todo es posible. La ciudad del sol, los ritmos caribeños y los cócteles en la playa ahora tiene un nuevo protagonista en su agitada vida citadina: el gallo. Sí, has leído bien. No se trata de una escultura ni de una mascota oficial, sino de gallos, gallinas y pollitos de verdad, que deambulan libre y orgullosamente por barrios como Little Havana, Wynwood, Little Haiti e incluso zonas del centro financiero de la urbe.
Mientras algunos residentes consideran su presencia un pintoresco guiño al sabor latino que caracteriza a la ciudad, otros les tachan de ruidosos, incómodos y hasta antihigiénicos. La controversia está servida. Pero, ¿cómo llegó el gallo a convertirse en un ícono urbano de Miami?
El símbolo cultural que canta de madrugada
La imagen del gallo no es nueva en el imaginario colectivo de Miami, especialmente en zonas como Little Havana, donde los coloridos murales, artesanías y comercios exaltan al ave como símbolo de orgullo cultural. Pero lo que comenzó como un guiño al folklore latino tomó vida propia, literalmente.
Hoy en día, no es raro ver a estos animales caminando entre peatones, descansando a la sombra de los carros o incluso encaramados en estructuras públicas. En palabras de Jorge, dueño de una tienda de cigarros artesanales en la Calle Ocho: “El gallo es nuestro despertador, nuestro guardián y, para algunos, hasta nuestro vecino molesto”.
De Cuba con raíces: ¿cómo llegaron a Miami?
La presencia de gallos en vecindarios como Little Havana tiene una conexión directa con la diáspora cubana. Tradicionalmente, en muchas zonas rurales y suburbanas de Cuba, la crianza de gallos forma parte del estilo de vida, ya sea para consumo, rituales religiosos, o peleas de gallos —una práctica que ha sido muy controversial tanto legal como culturalmente.
Con el éxodo que comenzó tras la revolución de 1959, miles de cubanos llegaron a la Florida trayendo consigo sus costumbres, sus tradiciones... y en algunos casos, hasta sus gallos. A lo largo de los años, algunos escaparon, otros se liberaron voluntariamente y otros más encontraron refugio en patios comunitarios y callejones.
El gallo como icono pop y arte callejero
El gallo ha trascendido como símbolo. En barrios como Wynwood, uno de los epicentros del arte urbano en Estados Unidos, es común encontrar murales con gallos gigantes pintados con técnicas de grafiti de alto nivel. Son coloridos, llamativos y están por todas partes. Incluso hay artistas locales que venden obras dedicadas exclusivamente a estas aves.
Esta “moda del gallo” llegó a tal nivel que incluso restaurantes y cafeterías comenzaron a incluirlo en su branding. Basta con caminar por el downtown para ver logos con gallos con gafas de sol y cadenas doradas como si salieran de un videoclip de reggaetón.
¿Un problema de salud pública?
Pero no todo el mundo está feliz con la proliferación de estas aves. Según informes del condado de Miami-Dade, existen más de 700 reportes anuales relacionados con aves domésticas sueltas, siendo los gallos los principales protagonistas.
Vecinos se han quejado de los ruidos a deshoras – especialmente los característicos cantos al amanecer – y de la acumulación de excrementos. También ha habido denuncias sobre posibles brotes de salmonela y otras enfermedades zoonóticas. El Departamento de Servicios para Animales ha intentado implementar campañas de adopción o reubicación humanitaria, pero no ha sido suficiente.
“Son parte del entorno cultural, pero también debemos pensar en la salubridad del espacio público”, comenta María González, epidemióloga del condado.
Legalmente bajo una pluma gris
No existe una ley específica que prohíba a los gallos deambular libres en Miami. De hecho, es legal criarlos en algunas zonas siempre que no haya peleas ilegales ni actividades comerciales no autorizadas.
Aunque las autoridades tienen facultad para capturar animales sueltos, en muchos casos hacen la vista gorda, ya que enfrentan una difícil tarea entre la normativa, la cultura y, en algunos casos, la resistencia de vecinos que alimentan a estas aves y las consideran casi domésticas.
¿El gallo de Miami será el nuevo símbolo oficial?
Algunos colectivos comunitarios incluso han propuesto adoptar oficialmente al gallo como mascota urbana no oficial. Tal como ocurrió en Key West, donde los gallos campan a sus anchas y se consideran parte de la herencia cultural, sectores de Miami abogan por un enfoque más integrador.
Es el caso del proyecto “Miami Rooster Watch”, una iniciativa en redes sociales que documenta con humor y cariño la vida de estas aves urbanas. Su creadora, Daniela Pérez, comenta: “Empezó como broma, pero ya tenemos casi 20.000 seguidores. Cada gallo tiene nombre y personalidad. Hay unos con más fans que influencers locales”.
Celebres por derecho propio
En 2021, se hizo viral un video de un gallo blanco paseando por el ayuntamiento, lo que generó una ola de memes y camisetas impresas con la leyenda: “El alcalde alterno”. Desde entonces, ese gallo —bautizado Carlitos— tiene su propia cuenta de Instagram, y su imagen ha sido usada para campañas de turismo local.
Gallos vs. gentrificación
Curiosamente, la presencia de estos animales ha abierto un nuevo debate: ¿son parte de la identidad que se resiste al fenómeno de la gentrificación? En barrios como Wynwood o Edgewater, muchos residentes de vieja data ven la proliferación de animales tradicionales como un anclaje a sus raíces, a pesar del avance de condominios de lujo y cafeterías hipster.
Este debate cultural refleja el pulso de una ciudad que cambia minuto a minuto, pero que también lucha por no perder su alma.
La guerra de los gallos continuará
Mientras algunos llaman a su erradicación y otros a su exaltación simbólica, los gallos deambulan sin preocupación por las calles de una de las ciudades más excéntricas del mundo. En un rincón dominado por la prisa y la verticalidad, ellos cantan —a veces a deshora— que esta ciudad todavía tiene algo de salvajismo, de raíz... y de pluma rebelde.