Nagasaki, 80 años después: la memoria viva de una ciudad devastada por la bomba atómica

Testimonios, ruinas y esperanza: cómo Nagasaki lucha por preservar la historia del 9 de agosto de 1945

El 9 de agosto de 1945, una bomba atómica cayó sobre Nagasaki, Japón, marcando uno de los episodios más devastadores de la historia de la humanidad. Hoy, casi 80 años después, el recuerdo de aquel infierno radiactivo aún vive dentro de los muros ruinosos de iglesias, escuelas y en la memoria de quienes sobrevivieron. Este es un recorrido entre los escombros, los símbolos religiosos, las ruinas silentes y las voces de una generación que, aunque se apaga, se resiste al olvido.

El epicentro del dolor: Nagasaki 1945

A las 11:02 AM del 9 de agosto de 1945, el avión estadounidense B-29 "Bockscar" lanzó la bomba de plutonio "Fat Man" sobre Nagasaki. Fue la segunda y última vez que se usó un arma nuclear en combate. Tres días antes, Hiroshima había sufrido similar destino. El impacto fue inmediato y catastrófico. En Nagasaki, murieron entre 70,000 y 80,000 personas o más, según estimaciones más amplias. La mayoría eran civiles. Las secuelas ecológicas, sanitarias y sociales perdurarían por generaciones.

Shiroyama y Urakami: símbolos silenciosos de pérdida

La Escuela Primaria Shiroyama, situada a solo 500 metros del epicentro, perdió a más de 1,400 personas entre profesores, estudiantes y vecinos. Hoy, los muros derruidos de aquella institución recuerdan el horror vivido. A unos pasos, la Catedral de Urakami —entonces la iglesia católica más grande de Asia— quedó prácticamente destruida. Fue reconstruida años después, pero piezas originales aún se exhiben como testigos materializados del poder ciego de la bomba.

Fumi Takeshita: la voz de la memoria

Fumi Takeshita, una sobreviviente hoy de 80 años, es una de las pocas que aún puede narrar con detalle el horror que vivió cuando era niña. “Vi una luz extremadamente fuerte que entraba por la ventana. Era blanca, o quizá amarilla. No podía mantener los ojos abiertos”, recuerda. Su padre caminó entre los escombros del área de Urakami y le relató las escenas que presenció: cuerpos amontonados, gritos desesperados y una ciudad convertida en polvo.

Hibaku Butsu: las reliquias que hablan

A medida que los sobrevivientes —conocidos como hibakusha— envejecen, la preservación de los objetos quemados, derretidos y deformados por la bomba se vuelve crítica. Fumi ha recolectado muchos de ellos con sus propias manos. “Los objetos fundidos trasmiten un mensaje tan potente como los testimonios. Hablan del calor, del dolor… del horror. Son pruebas del infierno que vivimos”, afirma.

En la actualidad, solo 55 sitios han sido reconocidos oficialmente como 'Hibaku remains' por el gobierno local. Sin embargo, muchos otros han sido derribados debido a proyectos de urbanismo.

Memoria y olvido: la batalla por preservar

Hoy, el Salón Memorial de la Paz de Nagasaki recibe alrededor de 30,000 visitantes anuales, una cifra que se mantiene estable pese al paso del tiempo. Sin embargo, la mayoría de los visitantes son turistas extranjeros; los japoneses más jóvenes muestran un interés decreciente en este capítulo doloroso de su historia. El sitio alberga testimonios, fotografías, fragmentos de construcciones destruidas y objetos rescatados de entre los escombros.

“La memoria no puede sostenerse solo en vitrinas. Necesitamos el compromiso del Estado y la sociedad para que las nuevas generaciones comprendan la magnitud de la tragedia”, dice Fumi Takeshita.

La resiliencia como legado

Pese al sufrimiento que arrastran por décadas, los habitantes de Nagasaki se aferran a la vida, la reconstrucción y la fe. Misas matutinas en la Catedral de Urakami siguen celebrándose, recordando no solo a las víctimas, sino también abrazando un mensaje de paz y esperanza.

En uno de los incidentes más simbólicos posterior al bombardeo, se recuperó una estatua de la Virgen María dañada, con el rostro parcialmente calcinado. La imagen se convirtió en un símbolo espiritual poderoso y actualmente está expuesta como recordatorio de la tragedia.

Más allá del horror: el papel global de la memoria nuclear

Nagasaki y Hiroshima han transformado su historia en una causa global: la abolición de las armas nucleares. Sus alcaldes han encabezado campañas internacionales que instan a los gobiernos a firmar y ratificar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, aprobado en 2017 por la ONU. Japón, paradójicamente, aún no lo ha ratificado debido a presiones diplomáticas y geopolíticas, particularmente por su alianza con los Estados Unidos.

Según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2023 todavía existían más de 12,500 ojivas nucleares en el mundo, siendo Estados Unidos y Rusia los países más armados.

El papel de la religión y la espiritualidad

La tragedia encontró en Urakami un matiz de redención espiritual. Los católicos japoneses, una minoría históricamente perseguida, vieron en la destrucción de su catedral una oportunidad de unidad. Hoy, con la reconstrucción completa, la catedral no solo funciona como lugar de culto, sino también como santuario de paz:

“Rezar aquí, a metros del epicentro, es un acto de resistencia, de fe en la humanidad, y de gratitud por seguir vivos”, dice un sacerdote local presente en la misa del 26 de abril de 2025.

¿Qué nos dice Nagasaki hoy?

Cuando en abril de 2025 se celebró una de las misas conmemorativas, muchos jóvenes japoneses y turistas internacionales depositaron grullas de papel, símbolo de paz, alrededor del Parque de la Paz. Las grullas de origami, introducidas como símbolo por la historia de Sadako Sasaki en Hiroshima, han traspasado generaciones como oración colorida en contra del olvido.

Fumi Takeshita, ahora luchando contra el cáncer, concluye con una frase que debería retumbar más allá de las fronteras de Japón:

“Los hibakusha no tenemos mucho tiempo. Pero mientras quede una llama encendida, hay que contar la historia. Porque donde hay memoria, hay humanidad.”
Este artículo fue redactado con información de Associated Press