Crisis migratoria y la doble moral cubana: ¿Héroes o infiltrados?
La nueva ola de deportaciones en EE.UU. pone en jaque la histórica relación con los exiliados cubanos y abre una grieta en el respaldo a Trump en Miami
El giro inesperado: de aliados a objetivo
Durante décadas, los cubanos que llegaban a los Estados Unidos tuvieron un estatus migratorio privilegiado. Gracias a la Ley de Ajuste Cubano de 1966, los migrantes procedentes de la isla podían obtener residencia legal un año después de pisar suelo estadounidense. Este trato especial, motivado por el contexto de la Guerra Fría, convirtió a los cubanos en una comunidad protegida –e influyente–, sobre todo en Florida, donde el exilio cubano moldeó buena parte de la política local.
Pero todo cambió con la llegada de Donald Trump y su política de mano dura contra la inmigración. Según datos del Departamento de Seguridad Nacional, solo en marzo de 2024 se revocó el estatus humanitario de unos 300,000 cubanos, lo que marcó el fin de una era.
El caso Hernández: ¿fantasma del pasado o símbolo del presente?
Uno de los escándalos más sonados fue la detención de Tomás Hernández, de 71 años, a quien los agentes federales acusan de haber ocultado su pasado como alto funcionario de la inteligencia cubana. Su arresto produjo una mezcla de júbilo entre los sectores más duros del exilio y un temor palpable entre los migrantes más recientes. La noticia fue recibida con entusiasmo por figuras republicanas como el congresista Carlos Giménez, quien exigió a las autoridades migratorias actuar contra los exfuncionarios del régimen cubano.
“Es un regalo político para los sectores duros del exilio”, señaló Eduardo Gamarra, experto en política latinoamericana de la Universidad Internacional de Florida (FIU). Según Gamarra, estas acciones refuerzan el respaldo de los cubanoamericanos leales a Trump, pero siembran incertidumbre sobre cuál será el próximo paso y quiénes podrían ser deportados.
La paradoja cubana: amar a EE.UU., tras odiarlo
Este fenómeno no solo ha arrojado luz sobre la política migratoria, sino que también ha revelado una fisura cultural e ideológica entre generaciones del exilio cubano. Algunos de los que hoy aplauden desde cafeterías en la Calle Ocho fueron en otro tiempo funcionarios del sistema cubano. Esta aparente contradicción ha sido el blanco de Luis Domínguez, un exiliado convertido en activista, quien ha creado una base de datos llamada Represores Cubanos, donde identifica a exagentes del régimen.
“Cuando estaban en el poder, criticaban a EE.UU. y adoraban el sistema. Ahora intentan disfrutar del ‘sueño americano’ que antes detestaban”, señala Domínguez. Su sitio web ya ha identificado a más de 1,200 represores, de los cuales al menos 150 estarían viviendo en Estados Unidos.
¿Patria y vida… y deportación?
Uno de los casos más paradójicos es el de Eliéxer Márquez, conocido como El Funky, uno de los protagonistas del himno de protesta “Patria y Vida”, que se viralizó durante las manifestaciones de 2021 y fue elogiado incluso por Marco Rubio. Hoy, El Funky enfrenta una orden de deportación, con apenas 30 días para abandonar Estados Unidos.
Este movimiento dejó perplejos a muchos cubanoamericanos, incluidos votantes fervientes de Trump. La estrategia ha provocado lo que algunos analistas llaman una traición simbólica, en la que el discurso antiinmigrante termina salpicando a sus propios aliados culturales.
Trump y el exilio: amor tóxico
En 2020, Trump recibió cerca del 56% del voto hispano en Florida, en gran parte gracias al respaldo cubanoamericano. Sin embargo, su retórica sobre inmigración rara vez ha señalado directamente a los cubanos. Más bien, sus discursos tienden a enfocarse en venezolanos y haitianos. Esto ha creado la percepción de una inmunidad tácita para los exiliados cubanos.
Pero en 2024, esa percepción está cambiando rápidamente. Según una encuesta de la FIU, el 68% de los cubanoamericanos todavía respaldaban a Trump, pero esa cifra podría cambiar si los casos de deportaciones aumentan.
Desde la trinchera republicana: oportunismo electoral
Para los congresistas republicanos de origen cubano como María Elvira Salazar, Mario Díaz-Balart y Carlos Giménez, el endurecimiento migratorio es también una forma de apuntalar su imagen como guardianes del “sueño americano”. Giménez envió en marzo una carta a la Secretaría de Seguridad Nacional con una lista de 108 supuestos exagentes cubanos viviendo en EE.UU. ilegalmente.
“Es fundamental que el Departamento actúe para deportar a aquellos que amenazan la integridad de nuestro sistema migratorio y la seguridad nacional”, escribió Giménez.
¿Una cacería de brujas o justicia histórica?
En la práctica, la deportación de estos individuos no será tarea sencilla. Según el grupo Witness at the Border, solo se envía un avión mensual con 60 deportados a Cuba. Si se intentara repatriar a los más de 500,000 cubanos que han llegado desde 2021, tomaría cerca de 700 años a ese ritmo.
La presión política, sin embargo, no necesariamente está en la eficiencia, sino en el efecto simbólico. Para muchos, estos arrestos son una forma de “limpiar” la causa del exilio de lo que consideran traidores encubiertos. Para otros, es una cacería de brujas que podría terminar afectando a personas que han pasado años intentando construir una nueva vida en libertad.
Voces desde la Calle Ocho: miedo disfrazado de silencio
En el icónico restaurante Versailles, centro neurálgico del exilio en Miami, las opiniones están divididas. Mientras algunos ancianos aplauden las medidas “anticomunistas”, otros bajan la voz o simplemente se levantan de la mesa cuando se menciona el tema.
“La gente está temblando”, dice Tony Freitas, quien llegó a EE.UU. durante el éxodo del Mariel en 1980. “Por cualquier detalle, te pueden deportar.”
El dilema moral: ¿quién merece el ‘sueño americano’?
Más allá de los tecnicismos legales, la pregunta de fondo expone un conflicto moral en el corazón del discurso migratorio estadounidense. ¿Tiene derecho alguien que trabajó para un régimen autoritario a rehacer su vida en libertad? ¿Dónde trazamos la línea entre migrante, exiliado y agente encubierto?
Para muchos cubanoamericanos, la respuesta es clara: no se puede ser parte del pasado represivo y beneficiarse del presente democrático. Pero otros argumentan que el cambio personal y el arrepentimiento también deben tener un lugar en el país de las segundas oportunidades.
Mientras tanto, la comunidad cubana de Miami vive un momento de introspección colectiva, con el recuerdo de Fidel aún latiendo, el presente de Trump dividiendo opiniones y el futuro migratorio cada vez más incierto.
Fuentes:
- Florida International University: Encuesta anual sobre comunidad cubanoamericana
- Witness at the Border: Datos de vuelos de deportación
- RepresoresCubanos.com
- Entrevistas con activistas del exilio y expertos en política migratoria