El alma de Río en peligro: ¿decretos contra el caos o muerte de una cultura vibrante?
Las nuevas regulaciones de la alcaldía de Río buscan poner orden en las playas, pero muchos dicen que sacrifican la esencia cultural y económica del litoral carioca
Una ciudad que canta al ritmo del mar
Las playas de Río de Janeiro son mucho más que arena, mar y sol. Son el epicentro de una cultura vibrante, una mezcla de samba, caipirinhas, vendedores ambulantes y turistas que encuentran en Ipanema o Copacabana una experiencia única. Pero esta esencia está bajo amenaza gracias al nuevo decreto del alcalde Eduardo Paes, que entrará en vigor el 1 de junio de 2025.
El decreto establece nuevas reglas estrictas para la actividad comercial en la franja litoral, prohibiendo ventas ambulantes, música en vivo en quioscos sin permisos, y exigiendo que estos cambien sus icónicos nombres por números. La justificación: promover el orden urbano, la seguridad pública, el respeto al medio ambiente y, según palabras del propio Paes, fomentar “relaciones pacíficas entre turistas y residentes”.
¿Orden o censura cultural?
Las reacciones no se han hecho esperar. Julio Trindade, DJ habitual en los quioscos de las playas, lo resumió bien: “Es difícil imaginar Río sin bossa nova, sin samba en la playa. Mientras el mundo canta La chica de Ipanema, nosotros no podremos tocarla”.
La concesionaria Orla Rio, administradora de más de 300 quioscos, añadió: “Estas restricciones equivalen a silenciar el alma del litoral”. La preocupación no solo es cultural, también es económica. Según un informe del Ayuntamiento de 2022, la actividad comercial ambulante en las playas de Río genera alrededor de 4 mil millones de reales (unos 710 millones de dólares) al año, sin contar bares y restaurantes fijos.
Maria de los Vendedores: una lucha por sobrevivir
Maria de Lourdes do Carmo, conocida como Maria de los Vendedores y líder del Movimiento Unido de Comerciantes Ambulantes (MUCA), ha denunciado que el problema no es la falta de regulación, sino la falta de permisos emitidos por la alcaldía. “Necesitamos autorizaciones, pero no las dan” afirma.
Juan Marcos, de 24 años, vende camarones en palillos en Copacabana y vive en una favela cercana. Para él, el decreto podría ser devastador: “Es trágico. Corremos todo el día para llevar algo de dinero a casa. ¿Qué vamos a hacer ahora?”.
Una legislatura que intenta equilibrar
La Asamblea Municipal de Río ha discutido un proyecto de ley que podría modificar el decreto. Este busca limitar el uso de música amplificada en la arena, pero no llega a exigir permisos para música en vivo en los quioscos. Sin embargo, todavía no hay fecha para su votación, y el decreto entrará en vigor en pocos días.
La concejala Dani Balbi criticó duramente el proyecto y las medidas del alcalde, alegando que perjudican a quienes generan cultura día a día en la ciudad. “¿Para qué hacemos grandes eventos con artistas internacionales si descuidamos a quienes crean cultura en la ciudad?”, dijo en redes sociales, mencionando los espectáculos recientes de Lady Gaga y Madonna.
Un decreto entre la nostalgia y la logística
Uno de los puntos más polémicos del decreto impone que los quioscos solo puedan tener números, eliminando nombres creativos que forman parte de la identidad del lugar. “Forzar a los quioscos a quitar el nombre de sus negocios y reemplazarlo por números compromete la identidad de marca y la lealtad de los clientes”, añadió Balbi.
Rebecca Thompson, turista galesa de 53 años que regresó a Río tras cinco semanas el año pasado, dio un testimonio que encapsula el dilema: “Hay una vibración, una energía. Para mí siempre fue una comunidad fuerte y acogedora. Sería muy triste que eso desaparezca”.
Orden, pero ¿a qué costo?
Los residentes también están divididos. Para Maria Lucia Silva, de 65 años, residente de Copacabana, el caos es inaceptable: “Copacabana es un barrio donde vive mucha gente mayor. No pagamos altos impuestos y alquileres absurdos para tener este desorden tan grande”, expresó, criticando el ruido y la contaminación.
Sin embargo, algunos expertos en urbanismo coinciden en que imponer restricciones sin considerar soluciones integrales, como ofrecer más permisos o capacitación formal a los vendedores, rompe el equilibrio entre ciudad y ciudadanía. La socióloga Luciana Barros indica: “Controlar no es lo mismo que reprimir. Las ciudades que sofocan sus espacios culturales tienden a ser menos democráticas”.
Cifras que importan
- El turismo en Río genera más de 11 mil millones de reales al año, y las actividades de la playa representan una parte significativa.
- Según encuestas realizadas por el Instituto Datafolha, el 73% de los turistas internacionales aseguran que el ambiente informal de las playas es una de las razones por las que eligen Río.
- En Río, se estima que hay más de 18 mil vendedores ambulantes operando de manera informal, de los cuales al menos un 40% trabaja en las playas.
Opinión: Urbanismo sí, elitismo no
Buscar el orden y la seguridad en espacios públicos como las playas debe ser una prioridad urbana. Pero hay una línea fina entre organizar y excluir. El riesgo de este decreto es convertir las icónicas playas de Río en espacios homogéneos, sin música, sin vendedores, sin carácter local. Un decorado artificial que podría bien estar en cualquier parte del mundo.
La medida tiene tintes de elitismo urbano: quienes más afectación sufrirán son los trabajadores de menor ingreso, muchos de los cuales viven en favelas y dependen del turismo informal para subsistir. Estas ordenanzas podrían terminar beneficiando a grandes entes turísticos mientras marginan a los habitantes que han sido el alma viva de la costanera carioca.
¿Hay solución?
Existen modelos alternativos en ciudades como Barcelona o Lisboa, donde se han implementado permisos rotativos, plataformas legales de formalización y participación comunitaria en la planificación de espacio público. Río podría aplicar estrategias similares, permitiendo regular sin erradicar. ¿Por qué no crear licencias específicas para músicos de playa o establecer zonas sonoras controladas?
El futuro de las playas cariocas está en juego. ¿Serán espacios vibrantes como siempre lo fueron, o se convertirán en versiones edulcoradas de sí mismas? Como bien dijo alguna vez Tom Jobim, “Río no es una ciudad, es un estado del alma”. Y ese alma podría estar a punto de silenciarse.