El hambre como arma de guerra: Gaza al borde de la inanición

En medio de la ofensiva militar israelí y bloqueos casi totales, la población civil en Gaza come de la basura mientras el mundo observa en silencio

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La desesperación tiene rostro

Islam Abu Taeima camina entre montones de basura bajo el sol aplastante de Gaza. Su hija de nueve años, Waed, la acompaña. No están buscando algo para reciclar ni madera para encender fuego. Están buscando comida. Pan mojado, restos de queso seco, arroz endurecido por el sol. Así se alimentan cientos de familias en la Franja de Gaza hoy en día.

Nos estamos muriendo de hambre”, dice Abu Taeima, una mujer con estudios universitarios y madre de cinco hijos. “Si no comemos, morimos”.

La escena, cada vez más común, es reflejo del colapso absoluto de la infraestructura humanitaria gazatí, asfixiada por un bloqueo impuesto por Israel y agudizado tras los ataques del 7 de octubre de 2023 llevados a cabo por Hamás.

Una crisis fabricada

Antes de la actual guerra, era raro ver a alguien escarbando en la basura por comida en Gaza. A pesar de la pobreza endémica, la ayuda humanitaria y el trabajo de organismos como UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina), ofrecían un colchón mínimo que evitaba imágenes como las actuales.

Pero todo cambió. El 2 de marzo de 2024, después de una ventana de cese del fuego, Israel cortó completamente el acceso a comida, medicinas y otros suministros. Este bloqueo, según las autoridades israelíes, busca presionar a Hamás para que libere a los rehenes. Sin embargo, los críticos aseguran que es la población civil —en su mayoría mujeres y niños— quienes pagan el precio más alto.

La comunidad internacional ha comenzado a alzar la voz. Según la ONU, Gaza está al borde de una hambruna sin precedentes. La cifra de personas en riesgo crítico supera los dos millones. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) advierte que más del 80% de la población experimenta inseguridad alimentaria severa.

Ayuda insuficiente y mal distribuida

La semana pasada, Israel permitió la entrada de varios cientos de camiones cargados con ayuda humanitaria. Sin embargo, los organismos en terreno denuncian que esta ayuda no llega a quienes más lo necesitan. Los saqueos a convoyes, los bloqueos militares y la imposibilidad de desplazamiento en Gaza Norte hacen casi imposible tener un sistema de distribución seguro y eficaz.

No hay suficiente comida, ni siquiera para los trabajadores de las ONGs”, afirmó un voluntario de Médicos Sin Fronteras en Deir al-Balah.

Las cocinas comunitarias se han convertido en el salvavidas para muchos. Pero son desbordadas. Personas como Islam Abu Taeima llegan horas antes a la fila, sólo para encontrarse con que se ha terminado la comida.

Los desplazados: sin casa, sin nación, sin futuro

Abu Taeima y su familia han sido desplazados al menos tres veces en los últimos 19 meses. Primero huyeron del campo de refugiados de Shati tras ser heridos por un proyectil israelí. Luego vivieron en una tienda en Rafah. Más tarde fueron rechazados por varias escuelas-refugio por no haber huido de la zona “correcta”.

Tuve que amenazar con prender fuego a mis hijos y a mí misma para que nos dejaran entrar a una escuela”, confiesa.

Actualmente vive en una escuela junto a cientos de personas más. Las condiciones son deplorables. No tienen acceso regular a agua potable. El saneamiento es prácticamente inexistente. Las enfermedades se propagan tan rápido como la desesperanza.

Comer de la basura: una nueva normalidad

Ya no son sólo niños los que buscan comida en los escombros de los edificios derrumbados, ahora son mujeres, ancianos, personas con títulos universitarios, como Abu Taeima. “Me da vergüenza. Tengo una licenciatura en inglés y estoy comiendo restos como un animal”, lamenta.

Algunos salen por la noche, esperando que la oscuridad los cubra de la vergüenza. Pero la dignidad hace tiempo que fue desplazada por la necesidad.

¿Genocidio por inanición?

Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han sugerido que usar hambre como arma de guerra podría constituir un crimen de guerra y un posible crimen contra la humanidad.

El derecho internacional humanitario prohíbe claramente el uso de la inanición como método de combate”, declara Lynn Maalouf, portavoz de Amnistía.

Desde el inicio del conflicto, más de 38,000 palestinos han muerto, de ellos más del 60% son niños y mujeres, según el Ministerio de Salud de Gaza. Pero ahora la amenaza no proviene de misiles, sino del hambre.

La comunidad internacional: entre la neutralidad y la indiferencia

En marzo de 2024, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución pidiendo acceso sin obstáculos a la ayuda humanitaria. Sin embargo, Israel se ha mostrado reticente a cooperar plenamente, citando razones de seguridad.

Estados Unidos, el principal aliado de Israel, ha sido blanco de críticas por su postura ambigua. Aunque ha solicitado aumentos en la entrada de ayuda, continúa aprobando ventas de armas al gobierno israelí y vetando resoluciones más contundentes.

En contraste, países como Irlanda, Noruega y Sudáfrica han condenado explícitamente la situación humanitaria en Gaza como una política de “castigo colectivo”.

Donde falla la política, emerge la solidaridad

A pesar del contexto, muchas personas dentro y fuera de Gaza han intentado ofrecer ayuda. Redes de voluntarios palestinos arriesgan sus vidas para entregar bolsas de comida y agua. Algunos recurren a túneles para transportar leche infantil desde Egipto. En redes sociales, campañas de recaudación de fondos se han convertido en un salvavidas para muchas familias.

No es solo una cuestión de comida, es una prueba de nuestra humanidad”, expresó un activista palestino desde Cisjordania.

Más allá de Gaza: un espejo del mundo actual

La situación en Gaza no es solo una tragedia local, es un retrato estremecedor de cómo se está reconfigurando la moralidad global. En un mundo hiperconectado, donde la información viaja más rápido que nunca, la indiferencia se vuelve complicidad.

Mientras cuerpos esqueléticos buscan pan en vertederos, los líderes del mundo se sientan en conferencias internacionales a debatir resoluciones que nunca se implementan.

Resulta difícil aceptar que, en pleno siglo XXI, aún haya quienes digan: “Comer de la basura es mejor que morir”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press