La integración del yoga en la espiritualidad mormona: ¿herejía o armonía?
Cada vez más miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días encuentran en el yoga una herramienta para conectar mente, cuerpo y fe
Un templo hindú en el corazón de Utah
En el tranquilo pueblo de Spanish Fork, Utah —un lugar con una notable presencia de miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (comúnmente conocida como la iglesia mormona)— ocurre algo poco común: prácticas de yoga se llevan a cabo en el Shri Shri Radha Krishna Temple, un templo hindú que ha abierto sus puertas más allá de sus creencias tradicionales.
Wendy Cullum, mormona practicante, describe la experiencia de finalizar una clase de yoga en postura de shavasana como “una manera de dejar todas mis preocupaciones atrás y confiar más en Dios”. Ella no está sola. Muchos miembros de su fe han encontrado en el yoga no solo una forma de ejercicio físico, sino una vía profunda de conexión espiritual con su creencia central en Jesucristo.
El yoga como camino espiritual, no solo físico
Una encuesta del Pew Research Center de 2012 reveló que el 27% de los mormones creen que el yoga tiene un elemento espiritual —más que el 23% del público general—. Para muchos, este interés no es una sorpresa, sino una extensión natural de la filosofía mormona, que pone énfasis en la divinidad del cuerpo humano.
Personas como LeAnne Tolley, profesora de yoga y mormona fiel, utilizan el yoga terapéutico para tratar trastornos de la conducta. Tolley reconoce que encontró resistencia desde algunas esferas cristianas por practicar yoga, pero afirma sin titubear: “Lo que he aprendido del yoga solo fortalece y profundiza mi fe personal”.
Una exploración identitaria espiritual
Philip McLemore, ex capellán de la Fuerza Aérea de EE. UU., enfrentó una crisis espiritual tras una lesión vertebral. Esa lesión lo llevó al yoga, que no solo lo sanó físicamente, sino que también lo catapultó a una exploración profunda de su identidad religiosa.
“¿Soy mormón, soy cristiano, o soy un yogi?”, se preguntaba McLemore.
La respuesta la encontró en las palabras de Mateo 11:28-30, en donde Cristo habla de un “yugo” suave. El término “yugo”, derivado del sánscrito “yuj”, es también la raíz etimológica de la palabra “yoga”, que significa “unión”.
Para McLemore, las enseñanzas de Cristo y las del Bhagavad Gita —el texto sagrado del hinduismo— no eran opuestas, sino complementarias. Hoy en día, su rincón de meditación incorpora imágenes tanto de Cristo como de Krishna y Shiva.
Una espiritualidad corporal
Una gran diferencia entre muchas doctrinas cristianas y el mormonismo es su visión del cuerpo. Mientras muchas corrientes occidentales han enfatizado la dicotomía entre cuerpo y alma, el mormonismo enseña que Dios tiene un cuerpo físico glorificado y que los humanos, al alcanzar la exaltación, también tendrán uno.
Este principio ha permitido a muchos miembros de la fe abrazar prácticas como el yoga desde una perspectiva espiritual: alineación no solo física, sino también moral y emocional.
“Mi fe me enseña que el cuerpo es tan importante como el espíritu”, comentó Tolley. “Lo que significa ser como Dios es llegar a un punto donde mi cuerpo y mi alma están perfectamente alineados”.
La tensión teológica y cómo muchos encuentran resolución
Aunque el yoga ha sido generalmente bien aceptado por muchos mormones actuales, no ha estado exento de controversias. Algunas personas simplemente no pueden reconciliar esta antigua práctica espiritual, ligada a deidades hindúes, con su fe cristiana.
Naomi Watkins, quien se alejó del mormonismo, indica que el yoga se convirtió en su práctica espiritual principal tras experimentar un conflicto entre su mente y cuerpo dentro del sistema religioso. Para ella, el yoga fue una forma de reconexión personal: “Reclamar mi voz interior, mi sabiduría... Yoga me ha ayudado a escuchar lo que mi cuerpo me dice”.
Un regreso contemplativo a la fe
No todos los caminos llevan fuera del mormonismo. Algunos, como Thomas McConkie, volvieron al redil guiados por la introspección meditativa que encontró en el yoga. Su experiencia lo llevó a fundar Lower Lights, una comunidad contemplativa en Salt Lake City formada en gran parte por mormones que combinan su fe con prácticas meditativas profundas.
“En la teología mormona, toda materia es espíritu, y toda creación está compuesta de luz divina”, afirma McConkie.
Adopción institucional: del templo al campo misionero
El vínculo entre yoga y el mormonismo ha sido incluso alentado, al menos en aspectos físicos. Matthew Bowman, profesor en Claremont Graduate University, menciona que la Iglesia ha recomendado el yoga para mejorar la condición física de sus misioneros.
Además, para muchas mujeres dentro del mormonismo, el yoga ha servido como una poderosa herramienta de afirmación y descubrimiento de su feminidad espiritual. Ha sido un espacio donde explorar la divinidad del cuerpo femenino sin el paradigma restrictivo que a veces pueden imponer las enseñanzas institucionales.
Resignificando el yoga: más allá del dogma
Los miembros mormones que practican yoga suelen adaptar los elementos que resuenan con su fe y dejan de lado los que no. Para muchos, esta adaptación permite mantener sus convicciones cristianas mientras obtienen los beneficios espirituales, físicos y mentales del yoga.
Esta flexibilidad se ajusta bien a la doctrina mormona, que enseña la revelación continua y la posibilidad de perfeccionamiento gradual. Tal vez por eso, el matrimonio entre yoga y mormonismo no es una anomalía, sino una expresión contemporánea de cómo una fe puede crecer y adaptarse sin perder su esencia.
En palabras de Cullum: “Todo lo que me permite estar más cerca de Dios, decirle adiós al estrés y ser una mejor persona... tiene que venir de Él”.
El yoga, entonces, no es una amenaza. Para muchos mormones, es una forma de escuchar a Dios —no con los oídos, sino con el alma alineada, la respiración pausada y el corazón abierto.