Tortura, mentiras y muerte: la tragedia de los prisioneros ucranianos en manos rusas
Más de 200 prisioneros de guerra ucranianos han muerto en cárceles rusas desde que comenzó la invasión. Las autopsias y testimonios revelan un patrón sistemático de abuso, negligencia médica y encubrimiento
Un lema que se volvió epitafio
"Todo estará bien". Era la frase que Serhii Hryhoriev repetía una y otra vez a su esposa e hijas en las breves llamadas que hacía desde el frente. Sus palabras, cargadas de esperanza, se convirtieron en un símbolo de resistencia para su familia. Su hija menor, Oksana, decidió incluso tatuársela en la muñeca como talismán.
Pero cuando Hryhoriev volvió a casa después de caer prisionero del ejército ruso, lo hizo en una bolsa para cadáveres. La causa oficial de muerte, según un certificado ruso: un derrame cerebral. La verdad, sin embargo, era muy distinta.
La cifra del horror
Desde el inicio de la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022, más de 206 prisioneros de guerra (POWs) ucranianos han muerto en cautiverio, según datos del gobierno ucraniano. Y el número podría seguir aumentando conforme se repatrian más cuerpos y se realizan las autopsias.
“Bajo condiciones normales o humanas, estas muertes no ocurrirían”, ha declarado Inna Padei, forense ucraniana que ha examinado decenas de cuerpos remitidos por Rusia desde el inicio del conflicto. Entre los hallazgos: fracturas, laceraciones, mutilaciones e incluso signos de tortura como electrochoques y lesiones internas sin causa aparente.
El caso de Serhii Hryhoriev: una muerte anunciada
Hryhoriev, de 59 años, fue hecho prisionero tras la rendición de Mariúpol. En agosto de 2022, su familia recibió una carta suya, escrita desde una cárcel rusa: "Querida Halochka... estoy vivo y bien". Pero videos en redes sociales mostraban una imagen diferente: un hombre delgado, con los dientes caídos y una expresión desencajada.
Los testimonios recogidos por Oleksii Honcharov, otro prisionero liberado, describen a Hryhoriev soportando golpizas diarias, agotamiento físico y privación de salud. "Todos recibíamos golpes. No había excepciones", aseguró Honcharov. “Hacia el final, apenas podía caminar”.
La autopsia ucraniana reveló que Hryhoriev murió a causa de un traumatismo abdominal contundente que le provocó hemorragias internas y daño al bazo. Nada que ver con un derrame cerebral, como afirmaba Rusia.
Una práctica sistemática
La muerte de Hryhoriev no fue un caso aislado. Según un reporte de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU en Ucrania, publicado en marzo de 2024, un 95% de los prisioneros ucranianos liberados afirmaron haber sido torturados. Las denuncias incluyen:
- Golpes sistemáticos
- Electrochoques
- Simulacros de ejecución
- Violencia sexual
- Privación del sueño
- Posturas de estrés prolongado
Por el contrario, aunque sí se han detectado casos de abuso contra soldados rusos capturados por Ucrania (primeramente durante su aprehensión), la ONU concluye que esas violaciones son menos sistemáticas y cesan cuando los detenidos llegan a centros oficiales de detención.
Una narrativa negada
Rusia ha rechazado reiteradamente las acusaciones de malos tratos, y ha contrarrestado con denuncias de crímenes similares por parte ucraniana. Hasta ahora, no ha permitido el acceso de organizaciones independientes como la Cruz Roja Internacional a muchas de sus cárceles.
“Rusia rehúsa sistemáticamente facilitar detalles sobre el paradero de sus prisioneros, particularmente si están muertos”, señala el más reciente reporte de Amnistía Internacional. Esto ha dejado a muchas familias sumidas en la incertidumbre durante meses o incluso años.
Una forense entre cadáveres y silencio
En una morgue de Kiev, la doctora Padei trabaja entre bolsas negras con cuerpos que llegan en camiones refrigerados. Especializada en autopsias de prisioneros repatriados, ha encontrado casos de extrema desnutrición, tuberculosis, gangrena, infecciones no tratadas y amputaciones sospechosas.
“Hay cuerpos a los que les faltan órganos, u otros que llegan en un estado tan avanzado de descomposición que no se puede determinar con precisión la causa de muerte”, lamenta.
¿Estrategia para encubrir?
Investigadores forenses y funcionarios ucranianos sospechan que el retraso sistemático en la repatriación de cadáveres y el estado en el que estos llegan no son casualidades sino herramientas deliberadas para encubrir crímenes de guerra.
“Retienen los cuerpos hasta que estén irreconocibles, hasta que no se pueda extraer evidencia forense viable”, explica Petro Yatsenko, portavoz de la oficina ucraniana encargada de asuntos de prisioneros.
Testimonios desgarradores
La AP entrevistó a familiares de 21 prisioneros ucranianos muertos. Entre ellos, autopsias posteriores revelaron que cinco fallecieron de paros cardíacos (incluidos soldados de 22 y 39 años), cuatro de tuberculosis o neumonía, y tres más por infecciones, asfixia o traumatismos graves.
Una de las autopsias indicaba que el soldado había sufrido electroshock y golpes días antes de morir por desnutrición extrema. En todos los casos analizados por Padei, la violencia o el abandono fue un factor determinante.
El costo oculto del conflicto
Más de 5,000 soldados ucranianos han sido repatriados hasta ahora. Muchos regresan física y psicológicamente afectados. Algunos, con tuberculosis activa, producto del hacinamiento y las condiciones de detención.
Pero quienes no regresan, dejan tras de sí dolor, incertidumbre y una búsqueda de justicia que ahora llega hasta la Corte Penal Internacional, donde Ucrania espera presentar cargos formales contra Rusia por crímenes de guerra.
“Todo lo que los prisioneros nos cuentan… lo vemos reflejado en los cuerpos”, recuerda Padei. Y testimonios como el de Honcharov —el compañero de celda de Hryhoriev— lo ratifican: "Murió solo. Abandonado. Sabiendo que su país lo esperaba, pero sin poder volver".
Un ángel en el cielo
El cuerpo de Hryhoriev fue identificado por ADN y entregado a su familia en marzo de 2024. Fue enterrado en su ciudad natal, Pyriatyn. Como homenaje, su esposa Halyna y su otra hija, Yana, se tatuaron la misma frase que llevaba Oksana: “Todo estará bien”.
“Ahora tenemos un ángel en el cielo cuidándonos”, dice su viuda. “Queremos creerlo, aunque el mundo nos mostró todo lo contrario”.