El infierno del tenis en París: cuando el público se convierte en el rival

El ambiente hostil en Roland-Garros pone a prueba la resistencia mental de los jugadores internacionales

Roland-Garros: más que un Grand Slam, una batalla psicológica

Jugar en Roland-Garros ya es de por sí un reto. El polvo de ladrillo exige lo mejor del físico, la táctica y la concentración. Pero hay algo más que hace de este torneo una experiencia particularmente difícil para los jugadores no franceses: el público local. Más que una cancha de tenis, muchos sienten que entran en una arena romana moderna, donde se enfrentan no solo a su oponente frente a la red, sino también a miles de espectadores que rugen, abuchean y empujan emocionalmente el marcador hacia sus compatriotas.

Los abucheos no son un hecho aislado. De hecho, se han convertido en parte del folclore del torneo. Jugadores como Nicolás Jarry, Jakub Mensík y hasta el mismísimo Novak Djokovic han sentido la presión de un público que a veces —según algunos— cruza los límites de lo aceptable.

"Lo peor que he vivido en una cancha de tenis"

Las palabras de Nicolás Jarry, jugador chileno ubicado entre los mejores del circuito, fueron demoledoras al recordar su derrota frente al francés Corentin Moutet el año pasado: “Disgusting. Worst experience of my life”, declaró sin pelos en la lengua. Y no se refería al desarrollo del juego, sino al comportamiento casi beligerante del público parisino.

En ese partido, el entrenador de Moutet incluso pidió a los espectadores hacerle la vida "infernal" al chileno. Jarry asegura que este tipo de provocaciones premeditadas alteran por completo la atmósfera del tenis profesional.

La pasión francesa: ¿ventaja local o injusticia competitiva?

Roland-Garros es uno de los pocos torneos del mundo donde la pasión se convierte en un jugador adicional. Djokovic, 24 veces ganador de Grand Slams, ha reconocido que jugar ante el público francés es un desafío especial: "Dan más energía, más volumen y más intensidad. Puede ser muy molesto para los adversarios".

Claramente, no es una novedad que el apoyo del público transforme los escenarios deportivos. Pero el grado de hostilidad reportado en París ha llevado incluso a medidas drásticas por parte de los organizadores. Desde 2024 está prohibido consumir alcohol en las gradas, una decisión que busca prevenir excesos y mantener un ambiente mínimamente respetuoso.

Momentos cruzando la línea

  • Lanzamiento de un chicle: En ediciones anteriores, hubo reportes de fanáticos lanzando goma de mascar a los rivales franceses.
  • Silbidos en los saques: Jugadores como Jakub Mensík denunciaron que los silbidos y abucheos comenzaban incluso en el peloteo de calentamiento.
  • Distracción sistemática: Chillidos, gestos y hasta burlas verbales desde las gradas han sido denunciados como tácticas locales no oficiales.

Un patrón que se repite: la presión del localismo

No es casual que los franceses sientan que están peleando una guerra emocional por cada victoria en casa. No ganan un título individual desde Mary Pierce en el año 2000 en mujeres, y Yannick Noah en 1983 en hombres. La sequía de 25 y 42 años respectivamente pesa como una losa, tanto sobre los jugadores como sobre la afición.

El francés Corentin Moutet admitió esto en voz alta: “Cuando pierdes, sos un desastre. Cuando ganás, sos un dios”, refiriéndose a la dualidad emocional del público en casa. Esta montaña rusa pesa, pero también exacerba la necesidad de apoyo extremo entre los locales.

La defensa: "es parte del tenis"

No todos ven el fenómeno como algo negativo. La belga Elise Mertens lo resumía en términos más neutrales: "Mi oponente tenía sus fans, yo los tengo en Bélgica. Es normal". Para muchos, el ruido y la presión son parte del ecosistema de la competencia.

Otros, como Varvara Gracheva —francesa de adopción y la mejor clasificada del país— reconocen que el apoyo es una espada de doble filo, capaz de elevar o hundir psicológicamente a sus portadores.

¿Es esto exclusivo de Roland-Garros?

Si bien todos los Grand Slams tienen su idiosincrasia, Ningún otro tiene un historial tan polémico con su afición como el torneo parisino. Wimbledon tiene un público tradicional, casi solemne. El US Open en Nueva York puede ser ruidoso, pero rara vez se convierte en el campo de batalla emocional que es París.

El tenis europeo continental experimenta menos ese contraste. El ambiente de Roma, por ejemplo, es ruidoso pero respetuoso. Madrid combina pasión con cultura del deporte. Pero en Roland-Garros, el nacionalismo deportivo a menudo se vuelve tribalismo.

Medidas en aumento: ¿puede controlarse?

La directora del torneo, Amélie Mauresmo, tomó la iniciativa de aumentar la seguridad para esta edición y empoderar más a los jueces de silla para frenar los abusos. "Hemos incrementado la seguridad y dado más poder para intervenir contra conductas inaceptables", anunció durante la apertura del torneo.

Pero ¿será suficiente? ¿Es posible contener la pasión cuando se convierte en falta de civismo? Como dijo Djokovic: “Debes estar preparado para ello”.

La generación francesa y la búsqueda de un nuevo héroe

Muchos ven en nombres como Arthur Fils, Corentin Moutet o Diane Parry a los posibles campeones que vuelvan a dar gloria al tenis francés en casa. El propio Nathan Fhima, un joven aficionado parisino que se salta clases para gritar desde las gradas, confiesa su motivación: “Tenemos que empujarlos, porque si no, nada cambia. Tal vez el ruido lleve a uno de los nuestros al título otra vez”.

Ese deseo colectivo se convierte en urgencia, y a veces en exceso. La pregunta que queda pendiente es: ¿cuándo el amor por un jugador se transforma en odio hacia el otro?

¿Deporte o arena de gladiadores?

En medio de todo este barullo, la esencia del tenis —la elegancia, el respeto, la concentración— queda diluida por una guerra de emociones. Y jugadores como Jarry, Mensík y Djokovic lo saben bien. Salir campeón en París requiere no solo tener un revés mortal o una derecha afilada, sino también la frialdad emocional de un monje tibetano.

París produce campeones distintos. No todos sobreviven, pero los que lo logran, pueden decir que no solo vencieron a su rival, sino a todo un estadio.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press