Europa y Estados Unidos al borde de otra guerra comercial: ¿negociación o ultimátum?
Trump amenaza con un arancel del 50% si no hay acuerdo comercial antes del 9 de julio, y la Unión Europea enfrenta una presión nunca antes vista.
Una relación con chispa: EE.UU. vs. la Unión Europea
La reciente tensión entre la administración del expresidente Donald Trump y la Unión Europea ha vuelto a encender las alarmas sobre una posible guerra comercial transatlántica. Esta vez, la amenaza ronda un arancel del 50% sobre productos importados desde Europa, una cifra tan devastadora que muchos expertos la consideran casi equivalente a un embargo comercial.
¿Qué está en juego? ¿Qué quiere Trump realmente? Y, ¿cómo responde Europa a este desafío sin precedentes?
¿Qué busca Trump con estos aranceles?
Para entender la actual disputa, primero debemos comprender el enfoque de Trump en materia comercial. Desde su entrada a la presidencia en 2017, el republicano adoptó una política de nacionalismo económico, expresado en su frase icónica “Buy American, Hire American”. Cualquier déficit comercial negativo para EE.UU. era, en su visión, una síntoma de que el país estaba siendo explotado injustamente.
En 2023, la diferencia entre lo que Europa vendió a EE.UU. y lo que compró de allí fue de 157 mil millones de euros (aproximadamente 178 mil millones de dólares), un número que Trump considera inaceptable.
Sin embargo... ¿está “desequilibrado” el comercio entre ambas potencias?
Aquí es donde comienza el debate técnico. La Unión Europea argumenta que, si se toma en cuenta también el comercio de servicios (como publicidad digital, computación en la nube y software), los EE.UU. tienen una balanza más favorable. De hecho, el déficit total se reduciría a tan solo 48 mil millones de euros, apenas el 3% del total del comercio entre ambas regiones.
“Desde el punto de vista macroeconómico, eso es un comercio bastante equilibrado”, sostiene la Comisión Europea.
Gas natural y defensa: las “cartas de cambio” europeas
Una de las formas que la UE estudia para satisfacer a Washington es comprar más gas natural licuado (GNL) estadounidense. Esto se alinea, además, con el plan europeo de desligarse del gas ruso tras la invasión a Ucrania. Hoy, cerca del 19% del gas europeo proviene todavía de Rusia, pero existen planes para eliminar esa dependencia antes de 2027.
Según el experto en mercados de gas Laurent Ruseckas, del S&P Global, "esta transición ya está en marcha, pero claramente no ha sido suficiente para satisfacer a la Casa Blanca".
Otra posible concesión sería aumentar la compra de armamento estadounidense, en el marco del fortalecimiento militar europeo contra posibles agresiones rusas. Pero aquí surge otro escollo: muchos votantes europeos querrán que ese gasto se mantenga en Europa. Una solución sería que empresas norteamericanas como Lockheed Martin o Raytheon abran fábricas en territorio europeo, pero esto tomaría años.
Las grietas del proteccionismo: el caso de la industria automotriz
Uno de los puntos sensibles para Trump es el arancel del 10% que aplica la UE a automóviles importados —una medida a la que Estados Unidos solo responde con un 2.5%. Sin embargo, este argumento tiene fisuras. “EE.UU. no exporta tantos autos hacia Europa como para preocuparse. Alemania podría resistirse, pero no tiene miedo de la competencia”, afirma Edward Alden, del Council on Foreign Relations.
“Sería más un gesto simbólico que una solución efectiva”, remata el analista.
Carne con hormonas y pollos con cloro: el eterno desencuentro agroalimentario
Otro de los puntos conflictivos ha sido el reclamo constante de EE.UU. contra las estrictas normativas europeas relacionadas con productos agrícolas. Esto incluye la prohibición del ganado alimentado con hormonas, o de pollos desinfectados con cloro, prácticas comunes en Norteamérica.
Pero Europa ha dejado en claro que estos estándares no se negocian. “El día que Europa ceda, es el día en que EE.UU. podrá dictar las normas de seguridad alimentaria en nuestro continente”, advierte Mary Lovely, del Peterson Institute for International Economics.
El polémico IVA europeo: otra roca en el zapato
Trump también ha criticado la existencia de un impuesto al valor agregado (IVA) en los países europeos, argumentando que perjudica a empresas norteamericanas. Lo cierto es que más de 170 países en el mundo utilizan este sistema, y los economistas coinciden en que es “neutral” en términos comerciales, ya que se aplica por igual a productos importados y nacionales.
Estados Unidos es uno de los pocos países industrializados que usa un sistema exclusivamente basado en impuestos sobre ventas, no en valor agregado. Cambiar esto sería un choque ideológico y práctico, y ni los más conservadores dentro de la UE aceptan tal modificación como moneda de negociación.
Estrategia de intimidación: ¿fantasma o realidad?
El estilo Trump no ha sido precisamente diplomático. Sus tácticas han sido calificadas como “negociación por amenaza”, utilizando aranceles extremos —hasta 145% contra China en su momento— para luego llegar a acuerdos más moderados y vender la negociación como una victoria política.
En el caso europeo, un arancel del 50% afectaría profundamente a sectores clave como el industrial, automotriz y agroalimentario. Un análisis de Oxford Economics advierte que, si se impone este arancel, la economía conjunta de los países del euro podría contraerse hasta un 1% en 2025. Además, la inversión empresarial bajaría más del 6%.
¿Puede haber un “miniacuerdo”?
Muchos expertos consideran que, ante la imposibilidad de resolver los puntos clave como IVA, normativas alimentarias y regulación tecnológica, podría alcanzarse un acuerdo limitado, como el que Trump firmó con el Reino Unido en mayo pasado. Es decir, se eliminarían aranceles en productos industriales no conflictivos, sin tocar los asuntos sensibles.
“Los retos son grandes, y el tiempo, escaso. Pero un miniacuerdo podría ser una salida política honorable para ambos lados”, señala Bruce Stokes, del German Marshall Fund.
El daño colateral: la percepción global sobre EE.UU.
El vaivén constante en las políticas exteriores de EE.UU. comienza a afectar su imagen como socio comercial. “Da la señal de que EE.UU. es un aliado impredecible. Que funciona según caprichos más que con base en reglas”, sostiene Lovely.
Y este tipo de percepción está alejando inversiones, congelando decisiones empresariales y debilitando alianzas estratégicas. En otras palabras, Trump podría estar ganando battles, pero arriesgando toda una guerra comercial a largo plazo.
¿Logrará la UE calmar las aguas antes del 9 de julio? ¿Ataque o negociación? El reloj sigue corriendo.