Roland Garros vs. la Tecnología: ¿Qué futuro quiere el tenis?

Mientras el mundo deportivo se rinde ante la inteligencia artificial, el Abierto de Francia mantiene su romanticismo retro con jueces de línea humanos. ¿Rebelión necesaria o nostalgia contraproducente?

Una cancha de arcilla aferrada al pasado

En pleno siglo XXI, cuando casi todos los deportes han dado un salto tecnológico para mejorar la precisión y justicia en sus decisiones, hay un bastión que resiste férreamente entre las líneas de tiza y los montículos de tierra batida: Roland Garros.

Mientras torneos como el Australian Open y el US Open han dicho adiós a los jueces de línea humanos, reemplazándolos con sofisticados sistemas automatizados como Hawk-Eye y similares, el torneo parisino prefiere seguir confiando en la mirada y experiencia de personas reales. Aquí, los jugadores no solo golpean la pelota, también participan de una especie de ballet antiguo donde la tecnología observa desde las gradas, pero no entra al escenario principal.

La postura de Djokovic: modernidad con sensibilidad

El 24 veces campeón de Grand Slam, Novak Djokovic, lo tiene claro: si tiene que elegir entre tecnología o tradición, se inclina por lo primero. “Es más precisa, ahorra tiempo y hay menos gente en la pista”, dijo recientemente el serbio, quien conoce bien las implicaciones de errores arbitrales, como cuando fue descalificado del US Open 2020 tras golpear involuntariamente a una jueza de línea.

El detalle curioso es que esa edición del torneo neoyorquino ya estaba en plena fase de transición al utilizar jueces electrónicos en todas las canchas excepto las principales, debido a los protocolos del COVID-19. Lo que comenzó como una medida sanitaria, aceleró una revolución tecnológica que Francia se niega a adoptar.

La resistencia gala y el orgullo por sus árbitros

Desde la Federación Francesa de Tenis (FFT), la posición es firme. Gilles Moretton, su presidente, afirmó sin rodeos: “Mientras los jugadores no sean unánimes y nos digan ‘no jugamos si no hay tecnología’, mantendremos este estilo de arbitraje. Estamos orgullosos de la calidad de nuestros jueces”.

En Roland Garros, más que un rechazo a la tecnología, se trata de una defensa de lo artesanal, de lo humano, de una tradición donde los errores y las discusiones forman parte del espectáculo. Es un guiño al pasado en un mundo donde todo parece estar en manos de algoritmos.

La generación Z levanta la mano

Sin embargo, voces de la nueva generación, como la campeona del US Open 2023, Coco Gauff, comienzan a mostrar impaciencia ante esta resistencia. “No sé si es el ‘Gen Z’ en mí, pero si tenemos la tecnología, deberíamos usarla”, expresó la joven tenista de 21 años.

Lo mismo piensan muchas estrellas del circuito, especialmente quienes han vivido decisiones erróneas en carne propia. “Los jueces se equivocan a veces”, dijo Tommy Paul, semifinalista del Open de Australia 2023. “La tecnología también puede fallar, pero seguramente menos”.

El encanto de la polémica y la arcilla

En defensa de Roland Garros, hay que reconocer que el polvo de ladrillo tiene una peculiaridad que no comparte con otras superficies: las huellas de la pelota. Aquí no hace falta una cámara 3D para revisar una jugada dudosa, basta con que el juez de silla baje a mirar el ball mark.

Este ritual es parte fundamental de la experiencia del tenis sobre arcilla. Jugadores, árbitros y espectadores participan de una especie de detective colectivo buscando señales en el suelo como arqueólogos de la gloria. “Eso es lo que hace especial a la arcilla”, defendió el griego Stefanos Tsitsipas. “Personalmente, no me importaría seguir jugando con el juicio humano”.

Cuando los jugadores sacan su celular para protestar

A veces, ni siquiera el juez salva la situación. Algunos jugadores han llegado a un punto en el que confían más en sus teléfonos que en los oficiales. Casos recientes incluyen a la número uno femenina Aryna Sabalenka y al finalista de tres Grand Slams Alexander Zverev, quienes han usado sus celulares para fotografiar marcas de bola con la intención de demostrar que la decisión del árbitro fue errónea.

Pero esto no es nuevo: en 2013, el ucraniano Sergiy Stakhovsky lo hizo durante un partido ante Richard Gasquet. En ese entonces, explicó que ya lo había hecho en ocasiones anteriores. ¿Comienza el tenis a convertirse en un juego donde la confiabilidad la ponen los píxeles y no el ojo humano?

Los otros deportes ya han tomado partido

No hay que ir muy lejos para notar que el tenis es una rareza en este sentido. Fútbol, béisbol, NFL y hasta el cricket ya han implementado sistemas tecnológicos para revisar jugadas. El VAR, aunque polémico, ya forma parte integral de cualquier discusión futbolera. El béisbol usa repeticiones instantáneas que redefinen partidos enteros. La NFL depende de sensores, cámaras y relojes inteligentes para marcar hasta milímetros de diferencia.

El tenis tenía todo para liderar esta transformación, pero en París, los relojes se detuvieron en el siglo XX.

¿Dónde está el equilibrio?

Este no es un debate simple. Mientras que el uso de la tecnología puede reducir errores dramáticos, también plantea nuevas inquietudes: ¿qué pasa con la pérdida de empleos para los jueces de línea?, ¿y el carácter teatral y humano del deporte?, ¿perdemos alma a cambio de precisión?

En el Australian Open 2021, se había eliminado a todos los jueces de línea. Se usó un sistema automatizado que incluso incluía sonidos generados por computadora que decían “out” y “fault”. Muchos celebraron la ausencia de errores, pero también se extrañó el drama, el gesto, la conversación con el árbitro.

¿Puede ser que el deporte no solo sea eficiencia? ¿Debe priorizar necesariamente la perfección sobre la pasión?

La paradoja de lo humano

Paradójicamente, incluso cuando los humanos se equivocan, el error se convierte en parte del relato. ¿O acaso no recordamos el famoso “¡la tocó, Rafa!” de Juan Martín del Potro en semifinales del Wimbledon 2013? ¿No fueron las decisiones arbitrales parte de la leyenda de John McEnroe, quien hizo del reclamo una forma de arte?

Incluso en el fútbol, se dice que “el VAR mata la emoción”, pues se ha robotizado el grito de gol al punto de convertirlo en un momento de incertidumbre.

París como refugio romántico

Tal vez sea inevitable. Tal vez el futuro del tenis pertenece a los algoritmos y los modelos de IA que detectan rebotes en microsegundos. Pero mientras Roland Garros siga siendo Roland Garros, seguirá siendo el último refugio romántico de una era en la que un fallo humano no era una tragedia, sino parte del cuento.

Y hay belleza en eso. Belleza en el error, en el debate, en que un punto se discuta con pasión y gestos. Tal vez cuando todo el deporte esté en manos de máquinas, recordaremos con cariño esa cancha parisina donde aún el juez baja de la silla para mirar una huella en la arcilla, mientras el público sueña con tiempos más simples.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press