‘The Phoenician Scheme’: Wes Anderson y su laberinto visual más excéntrico hasta ahora
Benicio del Toro, Mia Threapleton y Michael Cera encabezan esta travesía hipnótica entre la sátira, el arte visual y el enigma de una herencia improbable
Un regreso tan andersoniano como siempre (¿o incluso más?)
En su más reciente film, “The Phoenician Scheme”, Wes Anderson se sumerge de lleno en las aguas que él mismo lleva años agitando: las estéticas simétricas, los colores planos pero simbólicos, las actuaciones contenidas hasta la excentricidad y, sobre todo, los relatos que se desarrollan como cajas chinas con secretos dentro de secretos. En esta ocasión, el creador de obras como “The Grand Budapest Hotel” y “The French Dispatch” no decepciona a sus fieles, pero sí lanza un desafío más intrincado que de costumbre a aquellos que solo quieren dejarse llevar por la narrativa sin perderse en la complejidad barroca de su universo.
Con una historia centrada en un titán industrial europeo, Anatole "Zsa-zsa" Korda (Benicio del Toro), el film mezcla aventura geopolítica, sátira económica, drama familiar y una pizca de novela negra, todo disfrazado con los guiños típicos del director. La trama se convierte, como es costumbre, en un entramado denso donde los cameos, las locaciones imposibles, los objetos fetiche, y líneas de diálogo milimétricamente calculadas se entrelazan como piezas de origami imposible.
Liesl y una actriz que promete
El alma de esta historia la aporta Liesl, interpretada por Mia Threapleton —quien, por cierto, es hija de Kate Winslet y lo deja notar con una intensidad que cruza los genes y se instala en el talento. Liesl es una joven novicia que, sin previo aviso, es reclamada por su enigmático padre para que se convierta en su heredera y lugarteniente en un ambicioso proyecto llamado The Phoenician Infrastructure Scheme —una mezcla entre intento de neocolonialismo financiero y utopía ultra capitalista disfrazada de progreso global.
Pero Liesl no quiere riquezas ni poder. Lo que desea es saber la verdad sobre la muerte de su madre. “Dicen que tú la mataste”, afirma con una calma escalofriante, y lo que podría haber sido el primer paso a un thriller oscuro se transforma en una tragicomedia estetizada y recargada de giros rocambolescos.
Un reparto para romper la taquilla (o al menos, las listas de cine de autor)
Acompañan del Toro y Threapleton nombres como Michael Cera —fantásticamente fuera de sí como Bjørn, un tutor noruego experto en insectos y frases absurdas—, Scarlett Johansson, Tom Hanks, Bryan Cranston, Jeffrey Wright y Benedict Cumberbatch. Todos ellos caminan por la pantalla como piezas de ajedrez que cumplen propósitos muy específicos en una partida que Anderson dirige con rigor casi matemático.
Entre las escenas que destacan por su bizarría y brillantez está la de Korda estrellando su avión tras sobrevivir, una vez más, a un atentado. O aquella en la que los inversionistas americanos deciden si apoyan su plan global luego de un juego de HORSE en una cancha improvisada. Si suena loco, es porque lo es. Pero también es exactamente lo que sus fanáticos esperan.
¿Qué es el ‘Esquema Fenicio’?
El proyecto de Korda, que da nombre a la película, promete unir diferentes territorios económicamente dispares bajo una supuesta red de infraestructura transcontinental. Sin embargo, más que una propuesta económica viable, parece más una metáfora de la ambición desmedida y el dominio disfrazado de filantropía. Nos recuerda a proyectos reales como el fallido canal de Nicaragua o incluso la Iniciativa de la Franja y la Ruta impulsada por China, donde el idealismo choca, a menudo, con la corrupción, el extractivismo y las tensiones geopolíticas.
La película no profundiza en los detalles financieros —una sabia decisión narrativa, dado lo extenso del conflicto—, pero ofrece suficientes claves visuales y dialógicas para captar la crítica que se esconde detrás del humor.
Sobrevivientes, joyas y traiciones
A medida que padre e hija recorren el mundo en busca de inversionistas, vamos descubriendo que la relación entre ambos se construye sobre secretos, silencios y más de una lealtad traicionada. En el proceso, Liesl —que poco a poco abandona su vestimenta de monja— se transforma en una figura de poder, no sin antes flirtear con el mundo de las joyas, el lujo y las mentiras necesarias para seguir viva. Para Korda, ella representa algo más que sangre: una posibilidad de redención, aunque sea en forma de legado.
Como suele ocurrir con los personajes de Anderson, los gestos pequeños, las frases breves y las miradas lo dicen todo. La evolución del personaje de Liesl, silenciosamente devastadora, encuentra su clímax emocional no en un estallido sentimental, sino en el detalle de un collar, una sonrisa torcida o la ausencia definitiva de su hábito religioso.
Cinematografía, diseño y la estética que desafía al espectador
Visualmente hablando, The Phoenician Scheme es una oda al exceso controlado. Los encuadres simétricos, los movimientos de cámara precisos como mecanismos de reloj suizo, y un diseño de producción que roza la obsesión, componen un universo donde cada elemento tiene un propósito. Desde los azulejos de ensueño del baño de Korda hasta las tarjetas de capítulos que marcan la narrativa como si fuera un libro ilustrado, esta película es un regalo para quienes disfrutan desmenuzar cada plano en busca de referencias.
No podemos olvidar los créditos finales, otro sello de Anderson, que aquí literalmente se transforman en una galería de gabinete moderno. Como suele decirse, son dignos de no levantarse hasta que la última imagen desaparezca.
¿Y el guion, qué tal?
El guión, coescrito por Anderson, muestra sus mejores virtudes en los primeros actos: diálogos irónicos sin esfuerzo, situaciones absurdas tratadas con solemnidad y una estructura episódica que mantiene fresco el ritmo. Sin embargo, conforme la película avanza, la sobreabundancia de subtramas, cameos y complejidades puede hacer que el espectador promedio confunda brillo con ruido.
El equilibrio entre forma y fondo se resiente un poco en el segundo acto, cuando el viaje rompe su lógica interna y deja caer algunas piezas sin resolver. Aun así, no impide que esta sea una obra coherentemente insólita dentro del universo del director.
Una película que no todos disfrutarán, pero muchos admirarán
“The Phoenician Scheme” es una carta de amor al cine como arte visual, más que como mero entretenimiento. No es una película para todos —y probablemente ni lo intenta—, pero es un viaje para aquellos que aman el cine con firma, autores que no temen ser divisivos, ni que sus obras sobrepasen con creces la sencillez.
La crítica puede decir lo que quiera sobre el exceso de estilo, la densidad narrativa o el desfile interminable de estrellas; pero lo cierto es que Wes Anderson vuelve a demostrar que, aún dentro de su estética cerrada, sigue encontrando nuevas formas de conmover, sorprender e incluso perturbar.
“The Phoenician Scheme” ofrece al espectador un festín visual barroco que exige atención, pero recompensa con momentos de oro puro. Una rareza deliciosa en el panorama actual del cine comercial, cada vez más dominado por lo predecible. Y qué mejor epítome de esa idea que un magnate europeo que sobrevive a seis atentados y aún tiene tiempo para estudiar botánica en vuelo.
Wes Anderson, contra todas las expectativas, no se repite. Se recarga. Y nos desafía a seguirle el ritmo.