Amor, aranceles y ansiedad: Cómo las tarifas están cambiando las bodas en Estados Unidos

Las nuevas políticas comerciales elevan los costos de vestidos, flores y pasteles, obligando a parejas y proveedores a reinventar el gran día

El precio del amor: por qué casarse cuesta más que nunca

Casarse siempre ha sido un compromiso financiero importante. Entre el vestido, el banquete, las flores, la música y la fotografía, una boda promedio en Estados Unidos suele superar los 30,000 dólares (según The Knot, 2023). Sin embargo, hay un nuevo factor que escala ese presupuesto aún más: los aranceles comerciales impulsados por las políticas de Donald Trump.

Desde que el expresidente estadounidense retomó sus esfuerzos por modificar el comercio internacional, distintos productos claves en la industria nupcial —desde vestidos europeos hasta flores sudamericanas— se han visto gravemente encarecidos. Esta situación ha desatado una oleada de incertidumbre tanto en parejas próximas a casarse como entre los proveedores que luchan por mantener sus negocios a flote.

Vestidos de ensueño con precios de pesadilla

Krista Vasquez, paramédica de Atlanta, había idealizado su boda con un vestido ajustado de corte halter diseñado en España. Cuando descubrió que el precio había subido 300 dólares debido a nuevas tarifas sobre productos europeos, tuvo que tomar una decisión difícil. No fue la única. Diseños similares venían acompañados de recargos que oscilaban entre 150 y 400 dólares.

Los vestidos hechos en EE.UU. no siempre son una alternativa viable. Christine Greenberg, fundadora de Urban Set Bride en Virginia, explica que la mayoría de los vestidos de novia se confeccionan en Asia, donde el costo de la mano de obra es menor. Incluso aquellos diseñados en territorio estadounidense utilizan materiales importados, como encajes, pedrería o estructuras para corsetería, que son inexistentes localmente.

Si se reactivan los aranceles más altos a China, Greenberg estima que su pequeña tienda podría pagar entre 85,000 y 100,000 dólares adicionales solo en impuestos de importación este año. “No podemos comprar productos estadounidenses cuando no existen”, lamenta.

Flores en peligro: la fragilidad de un mercado globalizado

Las flores frescas representan uno de los elementos más tradicionales en una boda. Sin embargo, más del 80% de las flores cortadas vendidas en EE.UU. provienen del extranjero, según datos del Departamento de Agricultura. Colombia y Ecuador suministran la mayoría de las rosas, mientras que los Países Bajos dominan el mercado de los tulipanes.

Olivia Sever, una creadora de contenido de San Diego que planea casarse en Hawái, ya recibió alertas de su wedding planner sobre un aumento del 10% en el precio de ítems básicos como cartas del menú o tarjetas con los nombres de los invitados. Los floristas locales también han subido sus precios al verse saturados por el aumento de la demanda ante las restricciones a la importación.

Joan Wyndrum, fundadora de Blooms by the Box, una distribuidora de flores online, afirma: “Nuestro inventario rota en días, no en meses como en otros sectores. El impacto de las tarifas fue inmediato. Estamos absorbiendo parte del golpe, pero inevitablemente los consumidores están pagando más”.

Pasteles con sabor amargo: el caso de la repostería

Otra afectada por las nuevas políticas es Armana Christianson, artista de pasteles en Phoenix. Ofrece creaciones personalizadas que oscilan entre 750 y 800 dólares, ajustadas a 16 sabores exclusivos. El problema es que varios ingredientes clave —como las pastas de vainilla de México o el chocolate belga— ahora están sujetos a aranceles, en medio además de una escasez global de granos de cacao.

“He visto un aumento mínimo del 20% solo en el chocolate blanco que uso”, comenta. Una de sus recetas requiere hasta 10 libras tan solo para un pastel de cinco niveles. Actualmente, Christianson está absorbiendo esos costos para las parejas que ya tiene contratadas, reconociendo que deberá ajustar sus contratos hacia adelante para contemplar imprevistos como los aranceles.

Contratos, inventario y decisiones financieras: el otro lado invisible de una boda

Para Jacqueline Vizcaino, planificadora de bodas de lujo en Atlanta y presidenta de la Wedding Industry Professionals Association, la situación genera inquietud en cadena. “Una boda puede involucrar fácilmente a más de 40 proveedores. Y todos, desde maquillistas hasta proveedores de mantelería, están sintiendo las subidas de precios”, señala.

Vijay Goel, copropietario del lugar 440 Elm en Los Ángeles, recomienda a las parejas incluir cláusulas de sustitución en sus contratos para anticipar posibles cambios de precios o disponibilidad. “Tal vez el vino espumoso de Napa tenga más sentido que una champaña francesa”, ejemplifica.

Otros han reportado efectos más inmediatos: la ventana entre la primera consulta y la reserva de un proveedor pasó de 40 a 73 días, según McKenzi Taylor, planificadora en Las Vegas y San Diego. “Las cancelaciones han aumentado de forma alarmante”, afirma.

Consejos para planificar una boda anti-aranceles

Mientras el clima comercial sigue cambiando, los expertos recomiendan algunas estrategias para sobrellevar la situación económica:

  • Compra local: Evita tarifas comprando productos elaborados en EE.UU., aunque no siempre sean más baratos.
  • Compra usado o reutilizado: La decoración vintage está en tendencia y puede ser más económica.
  • Busca transparencia: Algunos proveedores detallan los sobreprecios por aranceles. Conoce bien lo que pagas.
  • Evita envíos internacionales: Jaime Coast, diseñadora de invitaciones, advierte que un estimado aduanal de $60 puede convertirse en $500 al momento de retirar un paquete.
  • Renegocia tus contratos: Asegúrate de tener margen ante cambios en costos o disponibilidad.

¿Se viene un nuevo paradigma para las bodas?

Muchos eventos empiezan a adoptar tendencias como bodas más pequeñas, celebraciones íntimas o incluso el “elopement”, es decir, ceremonias a solas o con pocos testigos. El objetivo: reducir el número de proveedores y aumentar el control sobre los costos.

Y aunque no todas las noticias son malas —algunos proveedores están innovando con materiales alternativos o usando inventario local—, lo cierto es que planificar una boda se ha convertido en un rompecabezas más complejo de lo habitual. Como concluye Olivia Sever, “si no puedo tener esas copas especiales en forma de concha marina... buscaré algo distinto y seguiré adelante”.

En tiempos de guerra comercial, el amor necesita más creatividad que nunca.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press