Vacunas, política y despidos: el caos sanitario en la era Trump-Kennedy
Decisiones unilaterales, despidos masivos y nuevos mandatos generan incertidumbre en la política de vacunación en EE.UU.
Una nueva era de incertidumbre
La política sanitaria en Estados Unidos ha dado un giro inesperado bajo el mandato conjunto de Donald Trump como presidente y Robert F. Kennedy Jr. como Secretario de Salud. Esta dupla ha sacudido las estructuras tradicionales de gestión sanitaria al tomar decisiones que muchos consideran arbitrarias y motivadas políticamente. Entre las más polémicas está la eliminación de recomendaciones para vacunas COVID-19 en niños y embarazadas, así como el despido de empleados federales tachados de "izquierdistas" o implicados en proyectos de diversidad e inclusión.
El indulto de Michael Grimm: una señal de los tiempos
Antes de adentrarnos en el corazón sanitario, vale la pena analizar el indulto concedido por Trump al excongresista Michael Grimm, condenado por fraude fiscal. Grimm, quien también amenazó físicamente a un reportero durante su etapa en el Congreso, fue perdonado pese a su prontuario. Su indulto es simbólico: refleja cómo se están perdonando no sólo los delitos, sino también comportamientos agresivos en la esfera pública, en tanto sirvan a intereses alineados al poder actual.
Despidos en masa: una purga ideológica
En febrero, aproximadamente 80 empleados del proyecto gubernamental 18F, que trabajaban en tecnologías para servicios fiscales como Direct File del IRS, fueron despedidos. Su aparente crimen: simpatizar con políticas progresistas, apoyar iniciativas de diversidad o criticar a la administración. Según los documentos presentados ante la Merit Systems Protection Board (MSPB), los despidos fueron arbitrarios y violan protecciones legales federales.
Elon Musk, ahora a la cabeza del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental, celebró abiertamente estos despidos en su red social X, al escribir: “Ese grupo ha sido eliminado”, en respuesta a una crítica sobre el sesgo político de 18F. El mensaje que esto transmite es preocupante: lo técnico y lo científico están subordinados ahora a la ideología dominante.
La vacuna, ¿un lujo para pocos?
Quizá la medida más impactante ha sido la decisión de Robert F. Kennedy Jr. de no recomendar las vacunas COVID-19 para niños sanos ni mujeres embarazadas, rompiendo radicalmente con el criterio científico acumulado desde el inicio de la pandemia. Esta medida eliminó, de facto, la cobertura sanitaria universal de esta vacuna para dichas poblaciones, aunque aún no está del todo claro cómo reaccionarán las aseguradoras.
Ajay Sethi, epidemiólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison, advirtió: "Va a generar mucha confusión". Y con razón. Durante tres años, el CDC había recomendado dosis anuales de refuerzo de la vacuna para todos desde los 6 meses de edad. Ahora, no está claro quién será elegible y si sus seguros cubrirán el costo, que en ausencia de subvención federal puede rondar los $200 USD por dosis.
Nuevas directrices, nuevas exclusiones
La FDA ha intentado contener el caos proponiendo que sólo grupos de alto riesgo, como personas mayores, diabéticos o pacientes con cáncer, puedan acceder a la vacuna. Pero la lista publicada por FDA contrasta con las recomendaciones de Kennedy, quien incluso excluyó a embarazadas pese a que el embarazo es ampliamente reconocido como un factor de riesgo. La Society for Maternal-Fetal Medicine respondió reafirmando su respaldo contundente a la vacunación en gestantes.
Más allá de las contradicciones, el verdadero problema es de comunicación. Muchos ciudadanos no sabrán si califican para recibir la vacuna, y aún menos si sus farmacias locales lo sabrán. Como señaló Jen Kates, vicepresidenta de KFF: “Los empleadores y aseguradoras podrían seguir cubriendo las inyecciones, pero cada vez dependerá más de decisiones individuales, no de criterios de salud pública”.
Robert Kennedy Jr.: De activista antivacunas a Secretario de Salud
El nombramiento de Kennedy como Secretario de Salud fue, desde el día uno, polémico y paradójico. Miembro prominente del movimiento antivacunas, ahora se encuentra en una posición que tradicionalmente se guía por la ciencia. Con decisiones como la restricción del acceso a vacunas y la sustitución de comités científicos por asesores políticos, para muchos simboliza una politización extrema del sistema sanitario estadounidense.
Una América dividida también en salud
Los efectos ya se están sintiendo. Vacunólogos no saben si sus recomendaciones serán consideradas. Epidemiólogos temen nuevas olas de contagios debido a bajos niveles de inmunización. Y millones de padres y madres no saben si podrán proteger a sus hijos al inicio del próximo ciclo escolar.
Para los empleados despedidos de 18F, el mensaje es claro: disentir políticamente o defender prácticas inclusivas en sus entornos de trabajo puede costarles su carrera. Para los médicos que recomienden vacunación universal, la incertidumbre será si sus consejos serán legalmente respaldados o políticamente cuestionados.
¿Una salud de partido?
El MSPB, único órgano encargado de resguardar a los funcionarios públicos contra represalias políticas, está en tela de juicio. Su actual presidente en funciones, Henry Kerner, no tiene quorum suficiente para revisar peticiones, y su exlíder fue despedida directamente por Trump, tras el aval de la Corte Suprema para permitirlo mientras su litigio se resuelve. Esto debilita gravemente las capacidades de los empleados públicos para apelar arbitrariedades en un ambiente cada vez más hostil a la disidencia interna.
Todo esto plantea un punto crítico sobre la separación entre ciencia y política, un principio que desde hace décadas direccionaba las políticas sanitarias en Estados Unidos. Hoy, esa frontera parece diluirse. Y en el centro de la tormenta, la salud pública pierde terreno frente a la ideología.
Lo que está en juego
Lo que vemos con estos casos es una tendencia creciente hacia la supeditación de criterios técnicos a intereses políticos. Indultar a figuras con historial de violencia y fraude, tomar decisiones médicas sin respaldo científico y despedir empleados por sus creencias, operan como síntomas de un sistema en el que el poder se impone, incluso en terrenos donde la evidencia debería prevalecer.
El legado de esta época quizá tarde años en despejarse. Pero hoy, en este minuto, millones de personas viven ese legado en carne propia: sin empleos, sin certezas, y posiblemente, sin vacunas.