Boeing y el costo humano de una cultura corporativa fallida

¿Puede una empresa evitar la cárcel con millones de dólares mientras las familias de 346 víctimas buscan justicia?

Una tragedia que pudo evitarse

Las dos tragedias aéreas que involucraron al modelo 737 Max de Boeing siguen siendo heridas abiertas no solo para las familias de los 346 fallecidos, sino también para la sociedad civil que clama por una rendición de cuentas real, profunda y transformadora. Los accidentes de Lion Air en Indonesia (en 2018) y Ethiopian Airlines (en 2019) sumieron en luto al mundo entero y revelaron no solo errores técnicos, sino sobre todo una cultura corporativa que priorizó las ganancias financieras sobre la seguridad humana.

La acusación: fraude y ocultamiento

La acusación inicial del Departamento de Justicia de EE. UU. señalaba que Boeing engañó a los reguladores federales, en particular a la FAA (Administración Federal de Aviación), en relación con una parte crítica del software del avión: el sistema MCAS (Maneuvering Characteristics Augmentation System). Este sistema, creado para mejorar la estabilidad del avión, podía tomar el control del timón de nariz hacia abajo incluso sin intervención del piloto, basado en una sola lectura de sensor.

Lo que se sabe ahora es que Boeing ocultó deliberadamente este sistema de entrenamiento de pilotos, minimizando sus implicaciones y evitando cualquier señal de alarma que pudiera retrasar el lanzamiento del producto estrella.

Las consecuencias: más allá de pérdidas humanas

  • 346 personas murieron en dos accidentes que ocurrieron con solo cinco meses de diferencia.
  • La compañía fue acusada formalmente en 2021, aunque se le permitió llegar a un acuerdo para evitar una condena penal.
  • Pagó $2,5 mil millones en 2021, incluyendo una multa de $243 millones e indemnizaciones.

Sin embargo, en 2023, las autoridades aseguraron que Boeing violó ese acuerdo, al no implementar adecuadamente los cambios prometidos.

¿Un acuerdo que protege al poderoso?

En lugar de una causa criminal pública, el Departamento de Justicia anunció recientemente un nuevo “acuerdo en principio” con Boeing. Este nuevo compromiso exige otros $1.100 millones, incluyendo $445 millones en compensaciones a familiares. A cambio, el caso de fraude se desestimaría.

La opinión pública está dividida, pero las voces más dolidas son las familias de las víctimas. Nadia Milleron, madre de Samya Stumo, una joven de 24 años fallecida en el accidente de Ethiopian Airlines, declaró:

“Este no es un caso complicado. Boeing firmó una confesión. No habrá rendición de cuentas con este acuerdo de no enjuiciamiento (NPA).”

Muchos de ellos claman por un juicio público, castigos más severos e incluso la persecución penal de exejecutivos.

El costo de una reputación corporativa

Una condena penal habría puesto en riesgo el estatus de Boeing como contratista del gobierno federal, algo que el acuerdo evita cuidadosamente. Esto plantea la pregunta: ¿es la justicia negociable para las empresas?

Mark Lindquist, abogado que representa a decenas de familiares, lo resumió así:

“Quería ver una fiscalía más firme, pero al menos espero que esto motive a Boeing a mejorar la seguridad. Eso es lo que realmente importa. Todos queremos subirnos a un avión y sentirnos seguros.”

La historia detrás del sistema MCAS

El MCAS fue incorporado para evitar que el avión entrara en pérdida, una técnica que sucede cuando las alas dejan de generar sustentación. Sin embargo, se basaba en un solo sensor de ángulo de ataque, y su malfuncionamiento activaba repetidamente el control hacia abajo del avión, llevando al piloto a una lucha imposible por mantener el control.

Lo más problemático es que ni siquiera los pilotos sabían que existía. Boeing minimizó la necesidad de capacitaciones, argumentando que no hacía falta cambiar el entrenamiento entre el 737 NG (modelo anterior) y el MAX.

Un patrón de incentivos perversos

La presión interna en Boeing por competir con el Airbus A320neo llevó a decisiones de corta visión. En lugar de diseñar un avión nuevo, decidieron modificar el 737 existente, colocándole motores más grandes, lo cual afectó su aerodinámica e hizo necesario el MCAS para corregirlo.

En resumidas cuentas, la estrategia era "vender más sin gastar más". El problema: cuando se vende seguridad como eficiencia, los riesgos son inevitables.

La justicia bajo la lupa

El juez Reed O’Connor tiene ahora la decisión de aceptar el acuerdo o llevar el caso a juicio. El Departamento de Justicia asegura que este resultado es lo más consistente con el interés público. Sin embargo, para muchas víctimas esto solo reafirma el sesgo sistémico que existe hacia las grandes corporaciones.

La historia judicial de Boeing ya tiene antecedentes. Como parte del acuerdo anterior (2021), la empresa aceptó pagar:

  • $1.77 mil millones en compensaciones a aerolíneas.
  • $243.6 millones de multa penal.
  • $500 millones para un fondo destinado a familias de víctimas.

No obstante, estos números no convencen a quienes perdieron a padres, hijos o esposas. La justicia no solo se mide en dólares, sino en verdad, responsabilidad y prevención de tragedias futuras.

¿Qué sigue para Boeing y la industria aérea?

Bajo el nuevo acuerdo, Boeing deberá:

  • Nombrar a un consultor independiente en cumplimiento normativo.
  • Implementar y reportar mejoras operativas sustanciales.
  • Invertir en cambios estructurales para garantizar seguridad.

Pero la pregunta más dolorosa persiste: ¿por qué se necesita una catástrofe para fomentar cambios?

La tragedia del 737 Max es un caso emblemático, equiparable a catástrofes como la explosión del Challenger en 1986 o el derrame de BP en el Golfo de México. Todas ellas evidencian lo mismo: cuando la presión por resultados económicos eclipsa la ética de la ingeniería, la consecuencia es la muerte.

Más allá de Boeing: un llamado global

Este caso nos invita a reflexionar sobre el equilibrio entre regulación estatal y presión empresarial. La aviación moderna es, en teoría, el medio de transporte más seguro del mundo. Entonces, ¿cómo puede colapsar la confianza pública en cuestión de minutos?

La respuesta no está solo en los aviones, sino en las oficinas, salas de juntas y sistemas de incentivos que premian la rapidez por sobre la responsabilidad.

Datos adicionales

  • Entre octubre de 2018 y marzo de 2019, más de 50 países suspendieron vuelos con el modelo 737 MAX.
  • La FAA permitió el regreso del modelo en noviembre de 2020, luego de más de 20 meses de revisión.
  • Hasta 2023, Boeing había entregado más de 1000 unidades del 737 Max.
  • Airlines como Southwest, Ryanair y American siguen operando el modelo.

Una lección en tiempo real

La historia de Boeing y los vuelos 610 (Lion Air) y 302 (Ethiopian) no solo es una tragedia, sino un espejo de cómo se están tomando decisiones sobre la vida humana en la era corporativa.

El dinero puede comprar acuerdos, mitigar daños reputacionales y construir de nuevo operaciones seguras. Pero para cientos de familias alrededor del mundo, nada de eso devuelve la vida perdida, ni apaga el dolor diario.

Y lo que es aún más preocupante: si otras empresas ven en Boeing un modelo a seguir para eludir la justicia, puede que este no sea el final de las tragedias corporativas, sino apenas el comienzo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press