El Amazonas bajo presión: lo que 24 años de sequía simulada nos enseñan sobre el futuro del planeta
El proyecto Esecaflor ha revelado cómo la selva más grande del mundo podría responder ante un clima cada vez más seco
Por más de dos décadas, un pequeño trozo de la selva amazónica ha sido el campo de pruebas de una hipotética y aterradora realidad: un futuro donde la lluvia escasee. Y lo que ha sucedido allí debería alarmar al mundo entero. Bajo el nombre Esecaflor, este experimento científico sin precedentes lleva desde el año 2000 explorando cómo podría responder el pulmón verde de la Tierra ante una sequía prolongada, como la que podría desencadenarse en un contexto de calentamiento global acelerado.
El corazón del experimento
Ubicado en la Floresta Nacional de Caxiuanã, en el estado de Pará, Brasil, el proyecto Esecaflor (siglas de “Experimento de Seca da Floresta”) es el estudio de simulación de sequía más longevo en bosques tropicales de todo el planeta. Ocupa una hectárea —equivalente a un campo de fútbol— cubierta, durante 24 años, con unas 6,000 placas de plástico transparente, instaladas estratégicamente para desviar el 50% del agua de lluvia y así simular una prolongada sequía.
“La idea era crear un estrés hídrico controlado para evaluar cómo se comporta el ecosistema amazónico”, explica João de Athaydes, meteorólogo y vicepresidente del proyecto. Las placas eran colocadas a diferentes alturas —de 1 a 4 metros del suelo— permitiendo la canalización del agua hacia zanjas periféricas. Así, el suelo recibía solo la mitad del agua habitual.
Medición milimétrica: torres, sensores y datos espaciales
Además de reducir el agua disponible, el sitio fue equipado con sensores de humedad del suelo, temperatura, flujo de savia, crecimiento de raíces, y hasta pequeñas torres metálicas desde donde radares de la NASA miden la cantidad de agua presente en la vegetación. Estos datos son enviados al Jet Propulsion Laboratory (JPL) en California, Estados Unidos, donde se analizan minuciosamente.
Un área control, sin alteraciones, fue instalada justo al lado, como referencia para comparar los impactos generados por la sequía simulada.
Resultados alarmantes: la selva pierde su rol como sumidero de carbono
“Al principio parecía que la selva era resiliente”, comentaba Lucy Rowland, ecóloga de la Universidad de Exeter. Pero pasados ocho años, el panorama cambió drásticamente. “Observamos una caída importante en la biomasa, especialmente de los árboles más grandes. Fue una pérdida masiva”, detalló.
Los hallazgos publicados en Nature Ecology & Evolution en mayo de 2025, revelan que el área sufrió una disminución del 40% en la biomasa total. Con ello, también se liberó al aire todo el carbono que los árboles almacenaban, lo que convirtió temporalmente al bosque en un emisor neto de carbono, dejando su característico rol de sumidero.
¿Sabana amazónica? No (por ahora)
Una de las previsiones más temidas respecto al cambio climático en la Amazonía ha sido su potencial transformación en una sabana, como el Cerrado brasileño. Pero según los datos obtenidos, aunque se perdió densidad forestal, no se detectó una conversión hacia sabana. Es decir, los grandes árboles murieron, pero fueron reemplazados en parte, permitiendo cierta estabilidad tras las décadas.
24 años después: ¿puede la selva recuperarse?
En noviembre de 2024, la mayoría de las cubiertas plásticas fueron removidas. El objetivo ahora es observar si el ecosistema puede regenerarse de forma natural. “Queremos ver si la selva puede regresar a su estado original”, explicó de Athaydes. No hay una fecha de cierre para el experimento.
Desde marzo de 2025 se efectúan mediciones diarias con la colaboración de investigadores de todo el mundo. En abril, hasta cuatro equipos estaban operando simultáneamente: uno medía raíces, otro controlaba temperatura y humedad, un tercero analizaba la savia y un cuarto evaluaba procesos fisiológicos de las plantas.
Dificultades logísticas: ciencia en la selva profunda
El sitio es tan remoto que los investigadores deben embarcarse durante un día completo desde la ciudad de Belém hasta llegar a la Base Científica Ferreira Penna, del Museo Goeldi. “Hacer ciencia aquí es un acto de resistencia”, dice Rachel Selman, ecóloga de la Universidad de Edimburgo. “Pero el conocimiento que obtenemos lo vale: comprendemos cómo cada gota de agua o su ausencia puede alterar un ecosistema entero por décadas”.
¿Un espejo del futuro?
El experimento Esecaflor simula una sequía sostenida, mientras que los últimos años reales en el Amazonas —con récords en intensidad— han sido marcados por eventos extremos de El Niño. Desde 2023, varias zonas sufrieron incendios sin precedentes y la muerte masiva de delfines de río debido al sobrecalentamiento del agua.
Lo preocupante es que en ambos casos (tanto en la simulación como en la realidad reciente), la selva pierde capacidad de absorber carbono y, en cambio, lo libera. En palabras de Rowland: “Ya no hay duda: el Amazonas, en ciertas condiciones, deja de ser el pulmón que enfría el planeta y se convierte en una chimenea que lo calienta”.
Importancia global: el mundo está en juego
La selva amazónica almacena aproximadamente el equivalente a dos años de emisiones globales de carbono. Esto la convierte en un aliado clave en la lucha contra el cambio climático. Su degradación y liberación de carbono representaría un punto de inflexión ambiental de efecto irreversible.
Según los reportes del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), este tipo de investigación es vital para comprender cuánto tiempo nos queda antes de activar estos puntos críticos.
Un llamado urgente a la acción política
El hecho de que un pedazo de selva del tamaño de un campo de fútbol tenga tanto que decir sobre el futuro climático del mundo debería ser suficiente para movilizar recursos y atención. Sin embargo, aún no se destinan fondos masivos a replicar estudios similares en otras regiones o a políticas públicas reales de prevención.
La próxima COP30 sobre clima —que se celebrará precisamente en Belém— será el escenario donde Esecaflor podría entrar en el centro del debate global. Allí se espera que los científicos expongan sus hallazgos para influir en decisiones de carácter mundial.
João de Athaydes concluye con una reflexión poderosa: “La selva ya se adaptó, pero ahora debemos observar qué ocurre después. Si no aprendemos de esto, el futuro no nos dará segundas oportunidades”.
¿Estamos escuchando lo que la selva nos está gritando silenciosamente?
Referencia: Nature Ecology & Evolution (2025)