Reorganización del Departamento de Estado: ¿Modernización diplomática o desmantelamiento ideológico?
Una mirada crítica a los recortes impulsados por la administración Trump y liderados por Marco Rubio en el Departamento de Estado de EE. UU.
Por: Redacción
Un plan de “reforma” que inquieta a muchos
El 21 de mayo de 2025, el Departamento de Estado de Estados Unidos notificó formalmente al Congreso una reorganización estructural que va más allá de lo previamente anunciado. En una carta enviada a los legisladores y obtenida por medios estadounidenses, el Departamento detalló nuevos recortes presupuestarios y de personal, así como la eliminación de divisiones completas —especialmente aquellas vinculadas a los derechos humanos, inmigración y diversidad— en favor de lo que la administración Trump califica como un “retorno a las prioridades de la diplomacia contemporánea”.
Encabezada por el Secretario de Estado Marco Rubio, esta reducción contempla un recorte interno de personal del 18%, superando el 15% que se había propuesto inicialmente. Además, se eliminarán u organizarán de nuevo más de 300 oficinas y oficinas auxiliares del Departamento de Estado. Las implicaciones de esta medida son profundas para sectores como la asistencia a refugiados afganos, el avance de los derechos de la mujer y los programas de inclusión.
Entre la eficiencia y la ideología
De acuerdo con el documento, estos ajustes buscan “racionalizar una burocracia inflada” que, en palabras del propio Rubio, ya no responde a los desafíos actuales de una diplomacia eficaz. Pero las críticas no tardaron en llegar, especialmente de organizaciones de derechos humanos y veteranos, quienes consideran que lo que la administración llama eficiencia, es en realidad una “purga ideológica”.
Uno de los argumentos más controvertidos del memorando es su acusación, sin evidencia concreta, de que muchas oficinas “han sido capturadas ideológicamente por el radicalismo”. Entre estas está la Oficina de Asuntos Globales sobre la Mujer y las iniciativas de diversidad e inclusión, que serán eliminadas en esta “reforma”.
CARE: un ejemplo del impacto humano
Una de las víctimas más paradigmáticas de esta reestructuración es la oficina CARE (Coordinator for Afghan Relocation Efforts), creada en octubre de 2021 para asistir a afganos que colaboraron con las fuerzas militares norteamericanas durante los veinte años de intervención en Afganistán. CARE fue vista ampliamente como una herramienta útil para procesar visas y coordinar la integración de estos refugiados, evitando la opacidad de otros programas gubernamentales.
Veteranos, como Shawn VanDiver, líder de la iniciativa #AfghanEvac, han criticado fuertemente la decisión: “Esto no es simplificar; es desmantelar deliberadamente”. Para VanDiver y otras organizaciones de derechos humanos, la eliminación de estas oficinas constituye una traición a los valores estadounidenses.
La narrativa de la Casa Blanca: combatir el 'radicalismo institucional'
La Casa Blanca defiende los cambios como una respuesta contra lo que describen como una captura ideológica de alto nivel en organismos ligados a la migración, derechos humanos y promoción democrática. Desde que asumió el poder, Trump ha criticado el llamado “Estado profundo”, argumentando que algunas secciones del estado federal actúan en contraposición a las prioridades del pueblo estadounidense.
Entre los programas ahora bajo amenaza figura también el destinado a la promoción de la democracia y los derechos humanos internacionales, tradicionalmente visto como pilar del liderazgo estadounidense en el sistema global post-Segunda Guerra Mundial. En un mundo cada vez más influido por regímenes autoritarios, cortar recursos a estos programas podría tener repercusiones más allá de las fronteras de EE. UU.
Marco Rubio: de senador ambivalente a ejecutor leal
Marco Rubio ha recorrido un camino político interesante. En sus primeros años, fue visto como una figura independiente dentro del Partido Republicano, incluso llegando a criticar públicamente a Donald Trump. Sin embargo, desde que asumió como Secretario de Estado en esta nueva gestión, ha adoptado una postura ampliamente favorable a las políticas centrales del expresidente.
Bajo su liderazgo, se presenta esta reestructuración como una reafirmación de los intereses nacionales por encima de intereses ideológicos. Pero críticos señalan que muchas de las oficinas eliminadas estaban directamente relacionadas con valores democráticos y derechos humanos que EE. UU. ha promovido históricamente.
Repercusiones políticas: la reorganización como arma electoral
La medida plantea serias implicaciones para el escenario electoral estadounidense. En estados como New Jersey, donde se celebrará la elección de gobernador en noviembre, ya se perciben ecos de esta reorganización en los discursos de campaña. Candidatos demócratas alertan sobre un deterioro del aparato gubernamental y un regreso a políticas “darwinistas”, mientras que los republicanos lo celebran como una muestra de eficiencia y control del gasto federal.
La elección de gobernador, junto con la contienda en Virginia, servirán como primer termómetro del segundo mandato de Trump y su capacidad para movilizar entusiasmo —o resistencia— en el electorado.
Datos y cifras clave
- Reorganización planeada: más de 300 oficinas y subdivisiones están sujetas a revisión, eliminación o cambio de función.
- Reducción de personal: el recorte doméstico superará el 18% del total del personal del Departamento de Estado.
- CARE: creado en 2021, su eliminación afectará a miles de afganos aún en proceso de reubicación.
- Oficinas eliminadas: Derechos Humanos, Diversidad e Inclusión, Asuntos Globales de la Mujer, Promoción Democrática.
- Justificación oficial: “Simplificación de estructuras redundantes y contaminadas ideológicamente”.
Un rediseño que redefine la diplomacia estadounidense
Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha desempeñado un rol protagónico en la arquitectura liberal internacional. Instituciones como el Departamento de Estado son vitales para sostener alianzas, mantener relaciones multilaterales y promover sus valores en el exterior.
Esta reestructuración representa no solo un giro en términos de recursos y programas, sino un cambio en la visión de rol de Estados Unidos en el mundo. Ya no se trata simplemente de reducir oficinas mal integradas o con funciones duplicadas; el foco parece estar en reescribir las prioridades de la política exterior, minimizando el papel de los derechos humanos y la migración, y ampliando el de la seguridad nacional y los intereses estratégicos.
¿Qué dice la historia?
No es la primera vez que se realiza una reestructuración de este tipo. En la década de 1980, la administración Reagan eliminó varias oficinas ligadas a derechos civiles y promovió una visión de política exterior centrada en la competencia con la URSS. Tras el 11-S, la administración Bush reformó profundamente los aparatos de inteligencia y diplomacia para enfocarlos en el “terror global”.
Sin embargo, esta es la primera reestructuración en que tantos programas de carácter humanitario están bajo la lupa con base en su “ideologización”. ¿Es esto eficiencia o censura institucional?
¿Nuevo paradigma o regresión peligrosa?
Muchas voces en ONG y cuerpos diplomáticos alertan que esta iniciativa podría tener un efecto paralizante en diplomacias emergentes asociadas a derechos LGBTQ+, clima, inclusión de género, y más. Además, podría afectar las relaciones bilaterales con países donde estos temas son prioritarios o están sujetas a acuerdos internacionales —como en Naciones Unidas o la Unión Europea—.
Con la desaparición de oficinas clave —como CARE—, la imagen internacional de Estados Unidos como refugio para aliados traicionados por sus propios gobiernos también se erosiona. En medio de un mundo sacudido por guerras, desplazamientos masivos y revueltas autoritarias, ¿qué rol decidirá jugar Estados Unidos?
La reorganización del Departamento de Estado plantea una pregunta más amplia sobre el camino que toma la república norteamericana bajo la égida de Trump: ¿desmantelar las estructuras del pasado significa avanzar hacia el futuro, o retroceder en su ética global?