El nuevo mural de Banksy en Marsella: arte urbano que desafía el tiempo y el poder
Un faro, una sombra y una frase romántica: el enigmático mensaje del artista callejero más famoso del mundo que vuelve a provocar reflexión, emoción y debate.
Un faro en la penumbra urbana
En una calle poco transitada de Marsella, cerca del puerto, una nueva obra de Banksy ha capturado la atención del mundo entero. El mural, que muestra un faro en forma de sombra proyectada desde un bolardo —esos postes metálicos destinados a evitar que los coches rueguen los espacios peatonales—, apareció como de la nada en el muro de un edificio deteriorado.
Encima del diseño se lee la frase: “I want to be what you saw in me”, que podría traducirse como "Quiero ser lo que viste en mí". La sutileza del mensaje ha despertado múltiples interpretaciones en redes sociales y entre expertos en arte, con teorías que van desde una reflexión sobre el amor idealizado hasta una profunda crítica a la forma en que la sociedad percibe a sus íconos.
Banksy vuelve a hablar… sin hablar
Como ya es costumbre, Banksy no ofreció ninguna explicación. Simplemente publicó imágenes del mural en Instagram sin decir su ubicación ni su intención. Lo que siguió fue una auténtica búsqueda del tesoro digital por parte de fanáticos y curiosos que rastrearon pistas hasta encontrar la pieza en Marsella.
El hecho de que el mural esté en southern France, una región con fuerte componente migratorio y socialmente desigual, ha dado pie a nuevas interpretaciones, muchas de ellas relacionadas con la identidad, el racismo, el amor no correspondido y la luz como guía en medio del caos.
Una frase y muchas canciones
La cita, aparentemente sencilla, también ha provocado especulaciones sobre sus raíces. Algunos creen que está inspirada en la canción “Softly” de la banda country estadounidense Lonestar, que incluye la línea: “I want to be what you see in me”. Podría ser una muestra más de cómo Banksy mezcla la cultura popular con el arte conceptual para provocar reacciones emocionales inmediatas.
Otros, sin embargo, insisten en que la obra va más allá del amor romántico. Podría ser también una crítica a la forma en que la sociedad idealiza a ciertas personas, instituciones o símbolos, olvidando su verdadera esencia.
El anonimato como declaración política
Desde sus primeros grafitis en Bristol, Inglaterra, al final de la década de 1990, Banksy ha construido su identidad no solo por lo que dice con su arte, sino por lo que oculta fuera del mural: su rostro, su voz, su nombre real. En un mundo hipervigilado y saturado de datos personales, la invisibilidad elegida del artista se convierte en un acto radical.
Su poder reside en aparecer de forma inesperada, mostrar algo sencillo —pero cargado de simbolismo— e irse sin dejar huellas… salvo en la conciencia colectiva.
De Londres a Ucrania: arte como resistencia efímera
La carrera de Banksy está repleta de intervenciones que desafían al poder, la guerra, la cultura de consumo y la indiferencia. Ha pintado soldados abrazándose, policías besándose, niños en campos destruidos jugando con bombas y monos con carteles que anuncian el futuro caótico.
Una de sus obras más impactantes apareció en Ucrania tras la invasión rusa: un niño lanzando un misil como si fuera una cometa. Sus mensajes se multiplican y el contexto lo resignifica todo.
En Marsella, la luz del faro podría ser una guía, una metáfora del arte que orienta al espectador en un océano de incertidumbre. También es una sombra: lo que vemos depende de dónde nos situemos. ¿Somos nosotros el bolardo o la sombra proyectada?
Un arte que desaparece tan rápido como aparece
Parte de la mística de Banksy está en la fugacidad de su arte. Muchas de sus piezas han sido robadas, vendidas, vandalizadas o incluso destruidas en cuestión de días, si no horas. Algunas han aparecido en subastas por millones de dólares, sacando la obra de su contexto callejero para colocarla en museos o casas privadas.
Esto no solo despierta debates sobre mercantilización del arte, sino también sobre propiedad, territorio y la función del arte en el espacio público. ¿De quién es una obra que aparece en una pared pública? ¿Del artista, del dueño del edificio, del Estado o de todos?
En diciembre de 2023, por ejemplo, Banksy pintó drones en una señal de alto en el sur de Londres. A los pocos días, un hombre la arrancó con cortadores de pernos y fue arrestado. En marzo de 2024, otra obra en un árbol fue cubierta de pintura y luego encapsulada con plástico. El arte efímero se convierte en campo de batalla simbólico.
Reflexión urbana: el arte fuera del museo
Lo que hace diferentes a las obras de Banksy no es solo su calidad técnica o su mensaje. Lo crucial es el acto de reclamar las calles como un lienzo legítimo y poderoso. Frente a la institucionalización del arte en galerías, su trabajo dialoga con el peatón común, con el barrio, con los niños que juegan cerca o los indigentes que duermen bajo el mural.
En un momento donde los conflictos sociales, la crisis climática, la guerra y la polarización parecen desbordar los límites de lo esperable, obras como esta actúan como señales de humo en medio de la noche. Nos recuerdan que aún hay belleza, crítica, ternura e ironía en los muros donde nadie espera ver arte.
¿Qué significa esta nueva obra?
Al final, como toda buena pieza artística, el nuevo mural de Banksy deja más preguntas que respuestas:
- ¿Es una declaración de identidad o de amor?
- ¿Es una crítica a la idealización o una invitación a ser mejores por cómo otros nos ven?
- ¿Es una apología de lo efímero o un grito sutil contra lo permanente y rígido?
No hay una sola respuesta. Y ése es el poder de Banksy.