El precio de la libertad: la batalla incansable de Laila Soueif y Alaa Abdel-Fattah contra el autoritarismo egipcio

Una madre en huelga de hambre, un hijo encarcelado y un grito desgarrador por la justicia en medio del silencio diplomático

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Laila Soueif no es una figura común. Es una académica, activista por los derechos humanos y, ahora, símbolo vivo de resistencia frente a una de las dictaduras más cuestionadas del siglo XXI. Desde septiembre de 2023, inició una huelga de hambre con un objetivo claro: exigir la libertad de su hijo, Alaa Abdel-Fattah, quien permanece detenido injustamente en Egipto desde 2019. Su lucha ha llevado su cuerpo al límite, hasta el borde de la muerte y más allá. Esta es una historia de coraje, sacrificio y una batalla silenciosa contra un régimen autoritario que ha encarcelado a miles.

¿Quién es Alaa Abdel-Fattah?

Alaa Abdel-Fattah no es solo un prisionero político más. Es uno de los activistas más reconocidos del mundo árabe. Con trayectoria desde la Revolución de Egipto de 2011, su nombre es sinónimo de resistencia digital, ciberactivismo y lucha por la libertad de expresión. Tiene nacionalidad británico-egipcia, y ha sido una voz dura contra el régimen militar egipcio liderado por Abdelfatah el-Sisi, acusado de aplastar a la oposición desde su llegada al poder tras el golpe militar de 2013.

En diciembre de 2021, fue sentenciado a cinco años de prisión por "difundir noticias falsas". Sin embargo, la naturaleza del proceso judicial fue criticada por Human Rights Watch, Amnistía Internacional y otras organizaciones como una medida estrictamente política. La Justicia egipcia, además, negó contar el tiempo que pasó detenido preventivamente —más de dos años— hacia su condena, alargando su encarcelamiento hasta 2027.

Una huelga de hambre de 242 días… y contando

Tras casi ocho meses de huelga de hambre, la salud de Soueif se ha deteriorado severamente: ha perdido un 42% de su peso corporal. Fue hospitalizada varias veces, la última en febrero de 2025, cuando los médicos advirtieron que su estado era "altamente riesgoso" y podía morir repentinamente. En aquella ocasión, accedió a una huelga parcial luego de que el entonces líder opositor –y hoy Primer Ministro del Reino Unido– Keir Starmer declarara su compromiso de gestionar el caso diplomáticamente.

No obstante, ante la falta de resultados concretos, Laila retomó la huelga total el 20 de mayo. Desde el hospital Saint Thomas de Londres, su hija Sanaa Seif –también antigua prisionera política– declaró:

“Hace unas horas pensé que íbamos a perderla… estamos perdiéndola”.

La situación escaló nuevamente esta semana cuando fue internada en estado crítico por niveles peligrosamente bajos de glucosa. Hace días que se niega a ingerir cualquier fuente calórica, incluyendo glucosa líquida, y sólo accede a tratamiento de emergencia como el glucagón.

Un sistema judicial egipcio bajo fuego

Egipto ha sido ampliamente señalado por la represión sistemática a la disidencia. Desde que el presidente Abdel Fattah el-Sisi asumió el poder, se estima que más de 60.000 personas están detenidas por razones políticas. Las religiones, la prensa, los activistas y cualquier forma de organización no alineada al régimen enfrentan arrestos arbitrarios, desapariciones forzadas o juicios sin garantías.

Según la organización Tahrir Institute for Middle East Policy (TIMEP), Egipto junto a China, Turquía y Arabia Saudita, lideran la lista de países con más periodistas y activistas detenidos injustamente.

¿Y Reino Unido? Diplomacia en riesgo de impotencia

Laila Soueif, consciente de que su hijo también posee ciudadanía británica, ha presionado al gobierno del Reino Unido para que intervenga más activamente. Acampó durante semanas frente a la Oficina de Asuntos Exteriores en Whitehall, así como afuera del número 10 de Downing Street —residencia del primer ministro.

La presión diplomática parece no estar a la altura, pese a comunicaciones recientes. El Ministerio de Asuntos Exteriores británico confirmó una conversación entre el Primer Ministro Keir Starmer y el presidente egipcio, en la que se mencionó el caso de Alaa. También indicó que el Ministro para Medio Oriente, Hamish Falconer, habló sobre el asunto con su homólogo egipcio.

Aun así, Laila expresó en un reciente comunicado:

“Nada ha cambiado, nada está pasando.”

Alaa también lucha desde su celda

Desde febrero, Alaa también se ha sumado a la protesta de su madre iniciando su propia huelga de hambre, que ya supera los 90 días. Esta no es la primera vez que adopta la táctica: en el pasado había emprendido ayunos para llamar la atención sobre sus condiciones de detención, que incluyen aislamiento, falta de acceso a libros y ningún contacto telefónico con su familia durante meses.

¿Puede cambiar algo?

El activismo digital ha sido una fuerza crucial para mantener la atención internacional sobre el caso: la etiqueta #FreeAlaa se ha mantenido activa desde 2020. Varias personalidades, incluidos intelectuales como Noam Chomsky, Margaret Atwood y Salman Rushdie, han firmado cartas abiertas exigiendo su liberación.

Sin embargo, los avances son escasos. En noviembre de 2022, durante la COP27 en Sharm El-Sheij, Egipto enfrentó fuertes críticas por albergar un evento global sobre sostenibilidad mientras mantenía a miles de activistas tras rejas. Pero ni ese foro medioambiental, ni la presión mediática, ni los miles de firmantes en peticiones digitales lograron la excarcelación de Abdel-Fattah.

Activismo llevado al extremo

Algunos analistas ven en la lucha de Laila una forma de "activismo íntimo" —un concepto que explora cómo las decisiones corporales (como una huelga de hambre) pueden convertirse en herramientas políticas. En una era de hiperconexión, el sufrimiento individual amplificado por redes sociales y medios puede crear una presión poderosa en gobiernos democráticos que valoran los derechos humanos como estandarte.

Sin embargo, Egipto cuenta con el respaldo financiero y político de potencias regionales (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos) y actores internacionales interesados en mantener la "estabilidad" geopolítica, lo que debilita la efectividad de campañas de presión aisladas.

El silencio que mata

Mientras Laila yace hospitalizada, la pregunta más desgarradora se mantiene: ¿tendrá que morir una madre para que liberen a su hijo inocente? ¿Cuál es el límite de una protesta pacífica cuando la diplomacia falla? Esta historia es mucho más que un caso legal; es el reflejo vivo de las contradicciones contemporáneas entre derechos humanos, intereses estratégicos y la absurda burocracia de las democracias occidentales.

Como escribió Sarah Leah Whitson, exdirectora de Human Rights Watch para Medio Oriente:

“Cada día que Alaa pasa en prisión es una vergüenza internacional. Cada día que Laila hace huelga es un llamado urgente a nuestra humanidad”.

La vida de Laila Soueif pende de un hilo. Su historia, y la de su hijo, no pueden quedar sumidas en la indiferencia global. Porque en un mundo donde la justicia tarda tanto, es el cuerpo de los valientes el que termina pagando el precio más alto.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press