Elon Musk y Donald Trump: Una Alianza de Poder que Redefinió la Burocracia en EE.UU.
Tras su salida de la Casa Blanca, el paso de Musk por el gobierno deja un legado de reformas brutales, controversia y una silueta difusa entre tecnología y política
Una despedida con sabor a continuidad
El pasado viernes, Donald Trump despidió a Elon Musk en la Oficina Oval con un peculiar tono de celebración, como si no se tratara del cierre de una etapa, sino de la apertura de otra. Musk, vestido completamente de negro y con una camiseta que decía “The Dogefather”, recibió una “llave ceremonial” de manos del presidente y se despidió oficialmente de su cargo al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una oficina que él mismo ayudó a reinventar —y, para algunos, a desmantelar.
"Creo que el equipo de DOGE está haciendo un trabajo increíble", dijo Musk, antes de reafirmar que seguirá involucrado aunque ya no forme parte formalmente del gobierno. Trump, por su parte, lo describió como “colosal” y aseguró que ha sido parte de “la reforma gubernamental más profunda en generaciones”.
El experimento Musk: transparencia o caos institucional
Musk aprovechó su paso por Washington para implementar una ideología de eficiencia empresarial aplicada a las estructuras estatales. Bajo su supervisión, miles de empleados federales fueron despedidos o empujados a renunciar. Las funciones de organismos clave como la Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU. (USAID) fueron reducidas casi a cero, afectando directamente a poblaciones vulnerables en decenas de países.
Una investigación de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston indica que dichos recortes podrían haber contribuido a la pérdida de cientos de miles de vidas por falta de asistencia básica en países en desarrollo. Musk, sin embargo, sostenía que “el sistema era ineficiente y corrupto, y debía cambiarse desde la raíz”.
Un balance fallido: entre promesas incumplidas y datos dudosos
Al entrar en su cargo, Musk prometió recortar entre 1 y 2 billones de dólares del presupuesto federal. Sin embargo, terminó reduciendo sus expectativas a $150 mil millones durante el presente año fiscal. Aún no se sabe si esa cifra se alcanzó. Según el sitio web oficial de DOGE, se ahorrarían $175 mil millones, pero múltiples analistas han señalado que estos datos están plagados de errores y exageraciones.
Por ejemplo, el sitio atribuía como “ahorro” el cierre de instalaciones gubernamentales que ya estaban planificadas para cancelarse previamente, o incluso etiquetaba despidos de empleados —que luego fueron reemplazados por contratistas privados más costosos— como parte del ajuste.
Musk, el outsider político que nunca se fue
Desde el inicio, el rol gubernamental de Musk fue visto como una anomalía: un emprendedor privado, sin experiencia en administración pública, dirigiendo una agencia federal con impacto global. Pero desde el punto de vista de Trump, eso era precisamente su atractivo.
“No está realmente dejando el gobierno”, dijo Trump. “Él va a estar yendo y viniendo, asegurándose de que todo marcha bien”.
Incluso fuera de Washington, Musk no da signos de apartarse de la política. Sigue siendo el mayor donante individual de la campaña presidencial de Trump, aunque recientemente anunció que reducirá sus aportaciones. Según él, su filosofía es que DOGE es una forma de vida, comparándolo incluso con el budismo.
Más allá de la política: el peculiar estilo de liderazgo de Musk
Musk dejó claro que liderar no era para él simplemente asumir cargos: también era dominar la narrativa. Durante su estancia en el gobierno, fue protagonista de múltiples controversias, desde decisiones abruptas y millonarias hasta comentarios extraños en conferencias de prensa, como uno reciente donde explicó un moretón en su cara diciendo que había dejado a su hijo pequeño golpearlo “por diversión”.
Este tipo de declaraciones, junto con su carisma impredecible, han hecho de Musk una figura híbrida, a medio camino entre tecnócrata reformista y celebridad excéntrica.
Y ahora, ¿quién hereda el DOGE?
Con la salida de Musk, surge la gran pregunta de qué ocurrirá con la agencia gubernamental que lideró. DOGE fue su experimento personal y, aunque conserva personal designado por él, no queda claro si podrá sostener su visión sin el líder absoluto.
Más aún teniendo en cuenta la falta de claridad en la estructura, métricas y objetivos concretos de la agencia. Musk decía que DOGE podría incluso “ganar impulso” sin él, pero muchos en Washington consideran que era una agencia personalista sin cimientos institucionales.
La delgada línea entre eficiencia y desmantelamiento
La gestión de Musk al frente de la estructura federal ha generado un debate que trasciende ideologías: ¿Puede un gobierno adoptar una lógica empresarial excluyente, o eso condena su misión pública fundamental?
Recortes como los que se llevaron a cabo tienen consecuencias directas: cierre de oficinas de seguridad minera, reducción de inversiones en desarrollo internacional, debilitamiento de agencias medioambientales, entre otros.
Como señaló el diario The Washington Post, “el gobierno de Musk fue, más que reformista, destructor”. Para otros, como aliados políticos de Trump, fue “una purga necesaria”.
Una relación simbiótica con la Casa Blanca
El vínculo Trump-Musk no es sólo funcional, sino simbiótico. Mientras Trump ofrecía poder político, Musk ofrecía capital financiero, innovación tecnológica y un aura de modernidad. Ambos compartían una visión cínica de las estructuras tradicionales y preferían comunicarse directamente con sus bases a través de plataformas como X (antiguo Twitter), propiedad del propio Musk.
Incluso en este último acto de despedida, compartieron elogios y guiños cómplices. Trump dijo en redes sociales que Musk “siempre estará con nosotros, ayudando en todo el camino”. Eso nos recuerda que, aunque salga por la puerta del Despacho Oval, su sombra seguirá presente.
¿Qué aprendimos de la era Musk en el gobierno?
- Que la política ya no es sólo competencia de los políticos. Figuras como Musk llegan para romper moldes y, a veces, también estructuras enteras.
- Que la eficiencia puede disfrazar desmantelamientos institucionales, tal como lo demuestra el caso USAID.
- Que la verdad y la transparencia necesitan más que datos: necesitan un sistema confiable que los respalde, algo que DOGE aún no ha demostrado tener.
- Y, quizá, que entre el culto a la eficiencia y el culto a la personalidad, las democracias pueden terminar pagando un alto precio.
Elon Musk vuelve a sus empresas (Tesla, SpaceX, X), pero su paso por Washington marcará un antes y un después. Sus seguidores lo celebran como un visionario; sus detractores lo califican de tecnócrata irresponsable. La historia aún está escribiéndose, pero ya ha dejado capítulos que costará olvidar.