Jimmy Sham: libertad entre sombras y esperanza en el Hong Kong posprotesta
El icónico activista prodemocracia y defensor LGBTQ+ retoma su vida tras más de cuatro años de prisión en un Hong Kong transformado por la Ley de Seguridad Nacional
Un regreso que trasciende la libertad física
Jimmy Sham, uno de los rostros más emblemáticos del movimiento prodemocracia de Hong Kong, salió el pasado viernes de prisión tras haber pasado más de cuatro años tras las rejas. Su nombre resuena en la memoria colectiva no solo por sus discursos encendidos durante las protestas de 2019, sino también por su incansable defensa de los derechos de la comunidad LGBTQ+.
Su liberación, sin embargo, no representa necesariamente un retorno pleno a la libertad. “Me siento feliz. No importa si hay un cambio en (mi) libertad, definitivamente soy más libre comparado con ayer”, expresó Sham a los reporteros entre abrazos de familiares. Pero la felicidad es tibia, consciente de que muchos compañeros siguen encarcelados.
Un activista entre dos frentes: prodemocracia y derechos LGBTQ+
Nacido en 1987, Jimmy Sham fue uno de los líderes del Civil Human Rights Front, organización que movilizó a millones durante la oleada de protestas del 2019. Se calcula que una de las manifestaciones organizadas por el Frente logró reunir a más de 2 millones de personas, en una ciudad de 7.4 millones, protestando contra el proyecto de ley que permitiría extradiciones a China continental.
En paralelo a su activismo político, Sham también ha sido un defensor insigne de los derechos LGBTQ+. Incluso encarcelado, llevó ante el Tribunal Supremo de Hong Kong una demanda para que el Estado reconociera su matrimonio homosexual celebrado en el extranjero. La sentencia fue favorable y marcó un hito en la historia legal de Hong Kong: se instó al gobierno a crear un marco legal para las uniones entre personas del mismo sexo. Esta victoria simbólica llegó a pesar del endurecimiento legislativo en otras materias civiles.
La Ley de Seguridad Nacional: el parteaguas de la era postlibertad
Desde su implementación en junio de 2020, la Ley de Seguridad Nacional impuesta por Beijing ha reconfigurado radicalmente el paisaje político y judicial del territorio. Su propósito oficial es “restaurar el orden” tras las protestas masivas, pero las organizaciones internacionales de derechos humanos y gobiernos occidentales la han calificado como un mecanismo de represión sistemática del disenso.
En ese contexto, Sham fue arrestado junto a otros 46 activistas el 6 de enero de 2021 por participar en unas elecciones primarias no oficiales organizadas por la oposición para seleccionar candidatos. La acusación: conspiración para cometer subversión. De los 47 arrestados, sólo dos fueron absueltos.
“Quizás mañana vuelva a prisión”
La liberación de Sham no simboliza una victoria concluyente. Él mismo lo reconoció con una mezcla de escepticismo y resignación: “Quizá mañana aún me vean, soy libre. Quizá mañana vuelva a la cárcel, no lo sé.”
Hong Kong no es el mismo que Sham dejó tras su detención. Medios independientes cerrados, líderes opositores en el exilio o encarcelados, y autocensura extendida entre ciudadanos e instituciones dan cuenta de una ciudad que ha perdido gran parte de sus libertades democráticas.
La lucha continúa fuera y dentro de las cárceles
El caso de Sham no es aislado. Junto a él, otros tres activistas —Kinda Li, Roy Tam y Henry Wong— también fueron liberados. La semana anterior, cuatro exlegisladores prodemocracia habían sido excarcelados. Estas liberaciones se producen de forma discreta, sin declaraciones oficiales del gobierno de Hong Kong, aunque sí hay notas escuetas por parte del Secretario de Seguridad, Chris Tang, quien afirmó: “Quienes han cumplido su condena gozan de las mismas libertades que cualquier otro ciudadano.”
No obstante, la ambigüedad judicial sigue presente. La línea roja que delimita lo permitido y lo ilegal es movediza, y Sham lo dejó claro: “Debo descubrir de nuevo qué puedo hacer en el futuro y dónde se encuentra la línea roja.”
Una ciudad entre el recuerdo y la resignación
El caso de Sham es profundamente simbólico porque transcurre en una ciudad que fue definida durante décadas por sus protestas pacíficas, libertad económica y libertades civiles. La marea ha cambiado desde 2019, cuando el lema “Hong Kong libre, la revolución de nuestros tiempos” se transformó en eslogan proscrito.
Numerosos líderes como Joshua Wong, Benny Tai o Agnes Chow aún enfrentan procesos prolongados o están bajo estricta vigilancia. Tai, por ejemplo, fue condenado a 10 años de prisión. Las generaciones jóvenes de hongkoneses enfrentan así una paradoja entre la lección del pasado reciente e incertidumbre sobre su identidad cívica y política.
¿Esperanza para los derechos LGBTQ+?
En contraste con el ambiente político restrictivo, la sentencia favorable a Sham sobre el reconocimiento de su matrimonio igualitario en el extranjero ha abierto grietas de esperanza para la comunidad LGBTQ+ local. Hong Kong, a diferencia del resto de China, ha tolerado el debate social y legislativo sobre estos derechos, aunque sin legalizar aún el matrimonio igualitario.
La Corte finalizó que el gobierno debía implementar un “marco alternativo apropiado” para el reconocimiento legal de parejas del mismo sexo, algo que podría inspirar transformaciones profundas en una región donde pocos territorios (como Taiwán) han legalizado esta figura.
¿Qué sigue para Sham?
Sham ha dicho que no tiene intenciones inmediatas de abandonar Hong Kong, aunque muchos de sus antiguos compañeros de lucha lo han hecho por seguridad personal. Su presencia en las calles, de momento, no se perfila como la de un agitador, sino posiblemente como la de un símbolo silencioso que apuesta por espacios de cambio aún posibles en un sistema cada vez más cerrado.
Sus palabras lo resumen todo: “Lo que puedo hacer y lo que debo hacer, tengo que volver a descubrirlo”. Así, la historia de Jimmy Sham no termina con su liberación. Tal vez, apenas comienza una nueva etapa, menos visible pero igual de necesaria, en una ciudad que busca reconciliarse con sus principios bajo una sombra larga.
Un espejo para Asia y el mundo
Lo que sucede en Hong Kong con activistas como Jimmy Sham se convierte en un referente —y en una advertencia— para otras ciudades y países donde las libertades ganadas tras décadas de lucha pueden desintegrarse en poco tiempo. Su caso es un llamado urgente para repensar las prioridades, reforzar la vigilancia ciudadana y renovar el compromiso por los derechos humanos, tanto dentro como fuera de Asia.
Mientras tanto, la figura de Sham continúa siendo un símbolo de resistencia tranquila, de esas que se construyen no solo a base de consignas, sino también desde la coherencia, el activismo jurídico y, sobre todo, la persistencia.