La ONU en crisis: ¿Un recorte necesario o un golpe a su misión global?
Mientras celebra su 80° aniversario, el organismo internacional enfrenta una poda histórica del 20% de su personal en medio de una grave crisis financiera y fragmentación política entre Estados miembro.
Por primera vez en décadas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) enfrenta uno de los recortes presupuestarios más drásticos de su historia reciente. Bajo el paraguas de la iniciativa de reforma ONU80 y liderado por el Secretario General António Guterres, más de 60 oficinas y agencias del sistema de Naciones Unidas deberán presentar antes de mediados de junio propuestas para reducir un 20% su personal. Es una medida que afectará aproximadamente 2,800 de los 14,000 puestos financiados por el presupuesto regular.
Una reforma histórica en un momento crítico
El recorte se enmarca en una meta general de reducir entre un 15% y un 20% el presupuesto operativo actual de la ONU, que asciende a $3.720 millones de dólares. Esta reestructuración supone una redefinición clara de prioridades dentro del organismo multilateral. Sectores como asistencia humanitaria, asuntos políticos, comercio internacional y protección de refugiados ya se están preparando para las consecuencias.
Entre las agencias afectadas se encuentran algunas de las más críticas actualmente: UNHCR (refugiados), UN Women, UN Habitat, UNRWA (refugiados palestinos), y hasta UNICEF. Incluso el Programa Mundial de Alimentos (WFP) y la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) han anunciado reducciones previstas de hasta un 30% del personal y el cierre de oficinas regionales.
¿Una consecuencia del desinterés político o una verdadera modernización?
“Evaluar funciones según su eficiencia; priorizar según el impacto; y dirigir funciones redundantes, superpuestas o no críticas para su consolidación o supresión,” reza el memorando enviado por Chandramouli Ramanathan, contralor de la ONU.
Para Guterres, estas medidas no representan una claudicación ante presiones políticas específicas -como los recortes de ayuda internacional que impuso Donald Trump durante su presidencia- sino más bien una respuesta estructural a problemas de largo aliento: la falta de financiamiento sostenido y puntual por parte de los Estados miembro.
En 2024, 152 de los 193 países miembros pagaron sus cuotas a tiempo e íntegramente. Pero hay un 20% que no lo hizo, incluyendo a Estados Unidos, históricamente el mayor contribuyente al presupuesto regular de la ONU con un 22%. Por su parte, China, cuya participación fue aumentada recientemente al 20%, sí cumplió con sus pagos.
El eterno dilema de la estructura de poder en la ONU
Desde su fundación en 1945 tras la Segunda Guerra Mundial, el mayor reto de la ONU ha sido adaptar su estructura a los desafíos del siglo XXI sin perder legitimidad entre las naciones. A pesar de ser el secretario general el director ejecutivo de la organización, la verdadera toma de decisiones recae en manos de los 193 países miembro.
Esta dispersión de poder ha convertido a la ONU en un campo de tensiones geopolíticas. Reformas y modernización se topan constantemente con intereses nacionales y regionales, generando lentitud y resistencia institucional.
El académico especialista en derecho internacional Philip Alston lo resume así: "Intentar reformar la ONU es como pretender arreglar un barco en altamar mientras todavía se está navegando".
Repercusiones en el terreno
Las consecuencias prácticas de estos recortes están lejos de ser cosméticas:
- El WFP, que alimentaba a más de 128 millones de personas en 2023, ya ha tenido que suspender entregas cruciales en países como Yemen y Sudán del Sur por falta de recursos.
- La agencia UNHCR, responsable por el bienestar de más de 110 millones de personas desplazadas en el mundo, deberá reducir sus posiciones de alto nivel en un 50% y cerrar oficinas en zonas clave.
- UNRWA, muy cuestionada pero vital para millones de personas en Gaza, Cisjordania, Líbano y Jordanía, se encuentra nuevamente en riesgo.
La emergencia financiera no sólo amenaza puestos de trabajo, sino que tiene un impacto directo en operaciones esenciales de vacunación infantil, refugio de desplazados forzosos, gestión de crisis humanitarias y programas de desarrollo sostenible.
La paradoja de la ONU en su 80 aniversario
La iniciativa ONU80 se lanzó en marzo de 2025 justamente con la promesa de adaptar el sistema a los desafíos de nuevas potencias mundiales, tecnologías disruptivas y una ciudadanía más consciente de problemáticas globales como el cambio climático y las crisis de derechos humanos. Pero irónicamente, ese objetivo parece chocar contra un retroceso operativo sin precedentes.
Como señaló Richard Gowan, analista del International Crisis Group, “Durante décadas la ONU ha sido un ‘bombero global’ sin suficiente presupuesto para agua. Ahora le están quitando incluso las mangueras.”
¿Y ahora qué?
Las propuestas de recorte deben presentarse antes del 13 de junio para ser incorporadas en el proyecto presupuestario 2026 que será discutido y votado en diciembre por la Asamblea General. Esto coincide, además, con un entorno internacional particularmente volátil, desde la guerra en Ucrania a la crisis en Gaza, pasando por las crecientes tensiones en el Indo-Pacífico.
Mientras tanto, continúan las dudas políticas sobre el compromiso real de muchos miembros de sostener el multilateralismo. El problema puede no ser de eficiencia, sino de voluntad. Como dijo una vez Kofi Annan, “la ONU es tan fuerte como lo quieran los Estados que la componen.”
Si bien algunos argumentan que la reestructuración conlleva mejoras operativas y elimina duplicidades, otros advierten que la ONU corre el riesgo de convertirse en una organización simbólica, atada de manos ante las necesidades contemporáneas.
Así, el octogenario organismo enfrenta un punto de inflexión: o logra convertirse en una entidad eficaz para un mundo más fragmentado, o se ve reducido a una reliquia burocrática con escasa influencia real.