Stalin resurge como símbolo en Moscú: ¿nostalgia o manipulación política?

La reinstalación de un monumento a Josef Stalin en el metro de Moscú marca un inquietante giro hacia la glorificación del autoritarismo soviético. ¿Qué hay detrás de este renovado culto al líder más temido del siglo XX?

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Un regreso inquietante en pleno siglo XXI

El 21 de mayo de 2025, pasajeros que transitaban por la estación Taganskaya del metro de Moscú se encontraron con una imagen que parecía sacada del pasado: una escultura de Josef Stalin rodeado de niños sonrientes y trabajadores portando flores. Esta imagen, reinstalada después de más de medio siglo de haber sido retirada, marca un nuevo episodio en lo que muchos observadores consideran una revisión histórica intencionada, promovida desde los puntos más altos del poder ruso.

Stalin en el centro de Moscú: contexto y simbolismo

La estatua forma parte de una conmemoración oficial del 90º aniversario del Metro de Moscú, uno de los sistemas subterráneos más emblemáticos del mundo, conocido por su arquitectura opulenta y su historia profundamente ligada a la era soviética. No es cualquier estación; Taganskaya fue construida bajo el mandato de Stalin y es un sitio simbólico del poder soviético.

La reinstalación de la figura del dictador ocurre en un momento de fuerte control estatal sobre la narrativa histórica, con el gobierno de Vladimir Putin impulsando una visión nacionalista que ensalza los logros militares y políticos del pasado soviético, incluso si esto significa blanquear uno de los regímenes más represivos de la historia moderna.

Una figura tan venerada como temida

Josef Stalin sigue siendo una figura polarizadora no solo en Rusia, sino en el mundo entero. Su régimen es responsable de la muerte de aproximadamente 20 millones de personas a través de purgas políticas, hambrunas inducidas, deportaciones masivas y gulags. Incluso después de su muerte en 1953, el culto a la personalidad fue oficialmente desmantelado bajo Nikita Jrushchov en un intento de "desestalinización" del país.

Sin embargo, en las últimas dos décadas, el número de rusos que ven a Stalin como un héroe ha crecido considerablemente. Encabezando esa visión están jóvenes como Aleksei Zavatsin, de 22 años, quien declaró: “Fue un gran hombre. Levantó a este país desde las rodillas”. Son declaraciones que alarman tanto como sorprenden.

Renombramientos, flores y lágrimas

Este renovado interés por la figura de Stalin no se limita a estatuas. En marzo, por ejemplo, una anciana fue capturada por fotógrafos mientras lloraba frente a su retrato en el Kremlin durante la conmemoración del 72º aniversario de su muerte. Ese mismo mes, Putin firmó un decreto que renombra el aeropuerto de Volgogrado como “Stalingrado” durante fechas conmemorativas relacionadas con la Segunda Guerra Mundial, reviviendo otra de las narrativas clave del pasado soviético.

Estos gestos no son aleatorios. Se insertan claramente en una estrategia más amplia de revalorizar símbolos del poder absoluto, las victorias militares y la fuerza del Estado como unidad indivisible y autoritaria.

Un culto funcional al autoritarismo moderno

El analista político ruso Pyotr Miloserdov fue contundente: “Stalin era un tirano, un déspota, y eso es exactamente lo que se busca promover”. Las autoridades, sugiere, usan la figura de Stalin para justificar tanto la represión interna como una política exterior agresiva, como se ve en el contexto de la guerra en Ucrania.

“Bajo Stalin, había guerra, y se justificaba el uso de la fuerza. Ahora tenemos una ‘operación militar especial’, y se justifica lo mismo. Es una construcción narrativa peligrosa que establece que cualquier brutalidad es válida bajo circunstancias extraordinarias”, explicó.

Putin y la instrumentalización del pasado

Desde hace años, el presidente ruso Vladimir Putin ha demostrado una inclinación por el uso estratégico de la historia. Recordemos que en 2005 llegó a declarar que la caída de la URSS había sido “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, señal inequívoca de su convicción de que el Estado ruso debe recuperar su “grandeza” perdida.

La rehabilitación parcial de Stalin aparece entonces como un componente clave de esta narrativa. No se trata solo de reivindicar victorias de antaño, sino de establecer un precedente emocional e ideológico que conecta el pasado glorioso con el presente convulso de Rusia.

Un juego peligroso con la memoria colectiva

Los intentos de rescribir la historia no son exclusivos de Rusia. Pero en este caso, la reaparición oficial y pública de Stalin da cuenta de un proceso de adormecimiento cívico, donde la represión y la violencia estatal se pintan con tintes de orgullo nacional.

Aunque organizaciones como “Society.Future”, de corte pro-democrático y nacionalista, han intentado contrarrestar esta tendencia colocando carteles con citas condenatorias de líderes, entre ellos el mismo Putin, sus esfuerzos son marginales en un ambiente cada vez más opresivo para la disidencia.

¿Un modelo exportable?

La reinterpretación del estalinismo también es observada desde el extranjero con preocupación, especialmente por aquellos países que tienen vínculos históricos —o actuales— con el autoritarismo. ¿Podría servir como modelo para otros regímenes en ascenso? Es una pregunta que resuena particularmente en un mundo cada vez más polarizado, donde el desprecio por la democracia parece ganar terreno.

¿Nostalgia o herramienta de control?

No cabe duda: para una gran parte de la población rusa, la nostalgia por la estabilidad percibida del régimen estalinista —especialmente en contraste con las dificultades económicas del presente— resulta emocionalmente poderosa. El problema surge cuando esta emocionalidad se convierte en propaganda estatal.

En tiempos de incertidumbre, ofrecer una figura dominante como guía puede ser tentador. Pero como lo demuestra la historia del siglo XX, idealizar a un dictador nunca trae libertad; lo que suele seguir es más represión, más silencio y menos responsabilidad gubernamental.

La pregunta no es si Stalin volverá. Es si la sociedad rusa logrará resistirse a su sombra.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press