El alto costo de ser bella: cómo los aranceles están afectando la industria del cuidado del cabello afro en EE.UU.

Los aranceles a productos chinos impulsados por la administración Trump y la inflación están elevando los precios en una industria esencial para millones de mujeres negras, desafiando estándares de belleza y equidad económica.

Una rutina de belleza en crisis

Antes de que el calor húmedo del verano azote Atlanta, la terapeuta Brittanee Sims tenía una rutina clara: visitar un salón y hacerse trenzas para mantener su pelo saludable. No solo era una cuestión estética, sino práctica. Pero este año, Sims tuvo que cambiar sus planes: solo pudo pagar los peinados de sus dos hijos adolescentes. “No tener el pelo trenzado causa más problemas en todos lados”, afirma Sims, quien pertenece al grupo de decenas de millones de mujeres que invierten regularmente en la industria del cuidado del cabello afro.

¿El culpable? Aranceles que alcanzaron un 145% sobre productos esenciales importados, especialmente desde China, uno de los principales proveedores de pelo sintético y natural para extensiones, productos de estilización y herramientas.

Un peinado demasiado caro

Las nuevas tarifas están afectando directamente al bolsillo de consumidoras y estilistas. Según Market.us, la industria global del cuidado del cabello afro fue valorizada en aproximadamente $3,2 mil millones en 2023. Las mujeres negras gastan hasta seis veces más en productos para el cabello que otras etnias, debido a las necesidades únicas de sus texturas capilares y, en muchos casos, a presiones laborales por cumplir estándares eurocentristas de apariencia profesional.

Las estilistas en Atlanta han comenzado a sentir el peso. Yana Ellis, que también revende pelucas, pagó un extra de $245 en marzo por un envío que en diciembre le costaba menos, mientras que AaNiyah Butler vio cómo los costos de envío de cabello humano se duplicaron entre febrero y mayo. Algunas tiendas mayoristas ya no pueden ofrecer ciertas marcas.“Es frustrante. No quiero subir mis precios, pero si esto sigue, mis manos están atadas”, dice Dajiah Blackshear, otra estilista de la ciudad.

Las desigualdades que el cabello expone

El aumento de precios revela una verdad más profunda: las enormes desigualdades salariales en EE.UU. Según el Censo de EE.UU., el ingreso medio de un hogar blanco en Atlanta en 2023 fue de $131,319, mientras que en los hogares negros fue de apenas $47,937. En palabras de la estilista Mitzi Mitchell, “Simplemente hacemos mucho menos dinero. Intento mantener precios bajos, pero sé que tendré que incrementarlos pronto”.

Esta disparidad impone una carga injusta en mujeres negras que muchas veces enfrentan restricciones laborales para usar peinados naturales. Tanya Washington, profesora de derecho en la Universidad Estatal de Georgia, ha sido testigo de cómo jóvenes negras deben alisarse el cabello para entrevistas o prácticas. "Favorecer un fenotipo europeo como definición de profesionalismo es inaceptable", afirma.

Fabricantes en alerta

Incluso marcas de larga trayectoria como Design Essentials, fabricada por McBride Research Laboratories en Atlanta, prevén grandes dificultades en sus planes de producción. El presidente de la empresa, Cornell McBride Jr., dice: “Nadie quiere trasladar el incremento al consumidor, pero finalmente es quien termina pagando”.

Design Essentials intenta contener aumentos significativos hasta 2026 o 2027, considerando hacer recortes en su personal o pausar campañas promocionales. “Los empaques de plástico vienen de China y los ingredientes desde distintos países. Si algo falla en la cadena, el precio sube”, explica McBride Jr.

La cadena de suministro global no se ha recuperado completamente desde la pandemia, y las tarifas exacerban la incertidumbre. Marty Parker, experto en logística de la Universidad de Georgia y exprofesional de la industria capilar, señala: “Los precios suben muy rápido, pero bajan muy lento”.

Orgullo vs. presión económica

Para muchas mujeres, renunciar a sus estilos favoritos representa mucho más que un ajuste presupuestario. Es una pérdida de identidad, expresión y autoestima. Hawa Keita, copropietaria de Eve’s African Hair Braiding en College Park, se esfuerza por mantener precios accesibles aunque los costos aumenten. “Nuestros clientes no pueden pagar en Atlanta los precios que se ven en otras partes”, dice con convicción. Incluso así, el precio por una caja de 100 paquetes de cabello sintético pasó de $250 a $300, la primera subida en dos años.

Keita prioriza la relación con sus clientes: “Una joven vino a hacerse un peinado especial para su cumpleaños. Cuando terminé, se levantó y me dio el mayor abrazo. Gritaba de felicidad. Eso es lo que importa”.

¿Y si dejamos los estándares atrás?

Los riesgos que conlleva el uso de productos químicos en alisadores y pelucas sintéticas han impulsado un debate creciente en torno al orgullo por el cabello natural. Muchas mujeres exploran estilos que no dependen tanto de productos importados, pero el cambio cultural es lento y complejo. La presión al interior de espacios corporativos y jurídicos para mantener un "look profesional" impide transiciones más ágiles.

Desde 2019, varios estados en EE.UU. han aprobado leyes conocidas como CROWN Act (Create a Respectful and Open World for Natural Hair), que prohíben la discriminación basada en peinados naturales asociados a razas específicas. Sin embargo, la implementación y aceptación completa aún son limitadas.

¿El futuro del cabello afro?

La incertidumbre no va a cesar pronto. Aunque EE.UU. anunció la reducción temporal del arancel del 145% al 30% mientras negocia con China, expertos advierten que varios productos no estarán disponibles en los próximos meses. Esto incluye incluso los paquetes más accesibles de cabello sintético que rondaban los $6 a $10.

El desafío, entonces, no es solo económico ni logístico: es también cultural. “Los estándares de belleza deben evolucionar para reflejar la diversidad”, concluye la profesora Washington. Y mientras tanto, estilistas como Janice Lowe, que dirige 5 Starr Salon en un barrio de bajos ingresos, hacen malabares. “Estoy pidiendo a mis clientas que traigan su propio cabello”, dice. “Y aun así, estoy atrasada en mis cuentas”.

El cuidado del cabello afro no es un lujo, es una necesidad cultural y profesional. Y mientras las políticas arancelarias lo traten como otra mercancía, millones verán reflejadas las injusticias estructurales de siempre... justo en el espejo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press