Putin, Trump y la Guerra en Ucrania: ¿Quién controla realmente el destino del conflicto?
El tira y afloja entre Moscú y Washington mientras Ucrania lucha por sobrevivir en el campo de batalla y en las mesas de negociación
Un conflicto alimentado por el orgullo, la geopolítica y los intereses personales
En el tercer año de la guerra entre Rusia y Ucrania, las negociaciones de paz parecen más un teatro geopolítico que una verdadera vía para la resolución del conflicto. El presidente ruso Vladímir Putin ha dejado claro con sus acciones y exigencias que su visión de paz implica prácticamente la rendición de Kyiv. Por otro lado, Donald Trump, expresidente de Estados Unidos y candidato presidencial para 2024, no ha seguido la línea tradicional de Washington y ha mostrado un extraño coqueteo con Moscú que siembra incertidumbre entre los aliados occidentales.
Putin endurece sus condiciones y aumenta los ataques
Las conversaciones en mayo de 2025 en Estambul entre delegaciones de Rusia y Ucrania terminaron sin avances significativos. Moscú exigió nuevamente la retirada total de tropas ucranianas de Donetsk, Luhansk, Zaporiyia y Jersón, las regiones que ilegalmente anexó en septiembre de 2022. Kyiv las rechazó de inmediato, como era de esperar, respaldado por la Unión Europea y países de la OTAN.
A pesar de mostrarse dispuesto a dialogar, Putin ha intensificado los ataques con misiles y drones contra ciudades ucranianas. El mes de mayo ha visto una subida notable en la presión militar rusa, especialmente en la región de Donetsk, donde los rusos han avanzado como no lo hacían desde el otoño pasado. Simultáneamente, el ejército ruso lanzó ofensivas en Sumy y Járkov, buscando crear una "zona de amortiguamiento" según la retórica del Kremlin.
Trump: ¿pacificador o catalizador de la inestabilidad?
Donald Trump ha jugado un rol ambiguo en el conflicto. Por un lado, afirma que habría resuelto la guerra en “24 horas” si aún estuviera en la Casa Blanca. Por otro, ha conversado directamente con Putin, debilitando años de política exterior estadounidense enfocada en aislar al Kremlin y ha desacreditado públicamente al presidente ucraniano Volodímir Zelenski.
Recientemente, Trump habría perdido la paciencia con Putin, llamándolo “loco” y advirtiendo que está “jugando con fuego”. Sin embargo, esta dura retórica convive con una diplomacia paralela de tono suave, donde Moscú ve una oportunidad para lograr concesiones sin renunciar realmente a nada. Según Tatiana Stanovaya, analista del Carnegie Russia Eurasia Center, “Putin ha ideado una forma para ofrecerle a Trump un resultado tangible sin hacer concesiones reales”.
Ucrania, entre la espada y la pared
Ucrania enfrenta una escasez crítica de armas, especialmente en sistemas de defensa aérea. Esto ha dejado al país vulnerable ante los cada vez más frecuentes bombardeos rusos. Con más de mil kilómetros de frente activo y un ejército exhausto, la situación en el terreno es preocupante.
De acuerdo con Jack Watling, del Royal United Services Institute de Londres, "Rusia intenta incrementar su ventaja militar y establecer nuevas condiciones antes de cualquier acuerdo de paz, que serían mucho más duras para Kyiv". A esto se suma el temor de que si Trump gana las elecciones, recorte o suspenda por completo la ayuda militar estadounidense, lo que podría cambiar el rumbo del conflicto.
Juegos psicológicos y diplomacia cínica
El conflicto entre Rusia y Ucrania dejó de ser un asunto bilateral hace mucho tiempo. La relación entre Putin y Trump se ha convertido en una especie de juego psicológico, como sugiere el analista ruso Fyodor Lukyanov. Mientras Putin aumenta su presión militar, también mide sus pasos para no enfurecer a Trump, calculando que el líder republicano aún puede beneficiarlo.
En ese sentido, la ofensiva rusa del verano podría servir para crear una sensación de urgencia y debilidad en Kyiv, destinatario necesario de la ayuda occidental, sin llegar a traspasar líneas rojas que compliquen los posibles acercamientos con un nuevo gobierno estadounidense.
Un negociador con pasado y mensaje del pasado
Putin ha puesto nuevamente a Vladímir Medinski al frente de las negociaciones. El burócrata, autor de libros sobre supuestos complots occidentales contra Rusia, ya lideró las primeras conversaciones fallidas en 2022. Su reciente referencia a la guerra ruso-sueca del siglo XVIII, que duró 21 años, es un claro recordatorio de que el Kremlin está dispuesto a esperar lo necesario para imponer sus condiciones.
Esta estrategia apunta a meter presión no solo en Kyiv, sino también en las capitales europeas, donde crece la preocupación de que la guerra se prolongue y Estados Unidos reduzca su implicación bajo una administración trumpista.
El rol de Europa: presión a Trump, apoyo a Ucrania
Los aliados europeos han optado por una postura proactiva: pedir a Trump que respalde más sanciones contra Rusia y que presione a Putin para aceptar un alto el fuego bajo términos más equilibrados. Sin embargo, dada la creciente polarización política en EE.UU. y la imprevisibilidad de Trump, nadie en Bruselas se hace muchas ilusiones.
Muchos líderes europeos temen que, ante la retórica de “América Primero”, Ucrania quede desprotegida frente al expansionismo ruso. El conflicto amenaza con ampliarse si Rusia decide avanzar hacia otras zonas no controladas y generar inestabilidad en países vecinos.
Putin, la OTAN y los objetivos reales del Kremlin
Desde el comienzo de la invasión, uno de los argumentos centrales de Putin ha sido detener la expansión de la OTAN. También ha justificado la intervención como una protección a los ciudadanos rusoparlantes. Sin embargo, para los analistas y gobiernos occidentales, estos motivos son excusas para una guerra de conquista y restauración imperial.
Dentro de sus exigencias actuales se incluyen también limitaciones a la soberanía ucraniana, como restricciones al tamaño de su ejército y una reinterpretación histórica que Moscú quiere imponer sobre líderes nacionalistas de Ucrania durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Una salida negociada o la prolongación del conflicto?
Mientras la guerra continúa, muchos temen que la situación termine en un punto muerto prolongado. Una especie de "guerra congelada" como la que ocurrió en Transnistria o Abjasia, con líneas de frente estables pero sin solución duradera.
Para Ucrania, el reto más grande no es solo resistir a la máquina militar rusa, sino navegar una diplomacia incierta en la que dos potencias —Rusia y EE.UU.— están más preocupadas por sus propios intereses y egos que por la soberanía y el sufrimiento de un país invadido.
Mientras tanto, el futuro de Ucrania sigue pendiendo de un hilo, entre misiles, cumbres diplomáticas estériles y una campaña electoral en Estados Unidos que podría redefinir todo el mapa geopolítico de Europa Oriental.