Tragedia en Mokwa: el cambio climático y su crudo impacto en Nigeria
Más de 150 muertos y miles de desplazados por las inundaciones en una región clave del país africano
Por Redacción
Una tragedia de escala devastadora sacudió al pueblo de Mokwa, en el estado de Níger, al norte de Nigeria. Lo que comenzó como una tormenta más del breve periodo lluvioso se transformó en un desastre de gran magnitud: hasta ahora, 151 personas han sido confirmadas como fallecidas y más de 3,000 habitantes quedaron sin hogar.
Un pueblo bajo el agua
Según las autoridades de emergencia nigerianas, la catástrofe ocurrió tras lluvias intensas ocurridas en la madrugada del viernes 30 de mayo. Las precipitaciones causaron un desbordamiento que arrasó con casas, mercados y depósitos de alimentos en tres comunidades principales de la región.
Ibrahim Audu Husseini, vocero de la Agencia Estatal de Manejo de Emergencias del Estado de Níger (NSEMA), declaró que más de 500 hogares se vieron afectados. Algunas casas quedaron con los techos apenas visibles y el nivel del agua llegaba a la cintura de los residentes que intentaban recuperar algo de sus pertenencias.
Corazón comercial golpeado
Mokwa no es un pueblo cualquiera. Se trata de un nodo clave en la red comercial agrícola del norte de Nigeria. Desde allí se abastecen comerciantes del sur con productos como cebolla, frijol, ñame y maíz. En palabras de Kazeem Muhammed, un lugareño: “Perdimos muchas vidas, y todas nuestras propiedades y productos agrícolas. Los que tenían almacenaje también lo perdieron.”
Esta pérdida no solo afecta a las familias y agricultores locales; se proyecta en la cadena de suministro alimentaria nacional. Y en un país donde más de 133 millones de personas ya viven en condiciones de pobreza multidimensional (según el Banco Mundial, 2022), estas pérdidas agudizan la inseguridad alimentaria.
Un ciclo de extremos: sequía e inundación
El caso de Mokwa no es único. Nigeria enfrenta un patrón creciente de eventos climáticos extremos vinculados al cambio climático. En el norte del país, se siguen presentando largas y severas sequías que reducen las cosechas y endurecen el suelo. Cuando llega la temporada de lluvias, la tierra árida no absorbe el agua con facilidad, provocando inundaciones catastróficas.
Este desequilibrio hídrico —llamado secuencia hidroclimática extrema— ha ido aumentando con el tiempo. Según la Agencia Meteorológica Nigeriana (NiMET), se espera que más del 20% del territorio nacional enfrente inundaciones severas al menos una vez al año para 2030 si no se implementan medidas efectivas de adaptación.
Impacto humano: entre el luto y la desolación
El número de muertos, que sigue en ascenso, refleja la falta de mecanismos de alerta temprana y sistemas de evacuación. Entre las víctimas hay mujeres, niños y ancianos que dormían cuando las aguas comenzaron a subir. Las labores de rescate se mantienen activas, aunque las condiciones de acceso son difíciles.
Los desplazados, más de 3,000 según la NSEMA, han sido trasladados a refugios temporales con recursos limitados. El presidente Bola Tinubu aseguró que se activó el Centro Nacional de Respuesta a Emergencias e indicó que se están distribuyendo materiales de ayuda humanitaria, incluidos alimentos, medicamentos y mantas.
“Nos aseguraremos de que ningún ciudadano afectado por este desastre quede atrás o sin atención,” declaró Tinubu en un comunicado en la noche del sábado.
Infraestructura en ruinas
Una de las causas que agrava estas tragedias es la fragilidad de la infraestructura urbana en muchas comunidades rurales de Nigeria. Los drenajes son obsoletos o inexistentes, y la planificación urbana brilla por su ausencia. En las últimas dos décadas, la urbanización no planificada ha aumentado en al menos un 50% en Nigeria, según datos del World Resources Institute.
Esta falta de infraestructura resistente al clima ha convertido a pueblos como Mokwa en puntos vulnerables. Aunque las autoridades han prometido reconstrucción, la realidad es que la capacidad del estado es limitada sin ayuda internacional y cooperación sostenida.
Clima y conflicto: una ecuación peligrosa
Mokwa se encuentra en el denominado Cinturón Medio de Nigeria, una zona históricamente golpeada por el conflicto entre pastores y agricultores debido a la escasez de tierras y agua. Las consecuencias del cambio climático —como las inundaciones y los desplazamientos forzados— añaden tensión a una región que ya lucha con problemas estructurales de seguridad.
A medida que las familias pierden sus tierras, surgen luchas por terrenos disponibles más seguros o fértiles, exacerbando los conflictos locales e interétnicos. Esta presión social, aparejada con desempleo y pobreza, se convierte en un caldo de cultivo para el reclutamiento de jóvenes por parte de grupos armados o extremistas.
Una respuesta que deberá ser mucho más que asistencia de emergencia
Aunque el gobierno federal ha enviado ayuda de emergencia, voces de la sociedad civil, como la ONG Climate Action Nigeria, piden que se transforme esta catástrofe en un punto de inflexión. Es decir, que se adopte un enfoque preventivo, y no reactivo, ante el cambio climático.
Lo que se requiere es una combinación de:
- Infraestructura resiliente: drenajes, represas y canales con capacidad para manejar lluvias intensas.
- Educación comunitaria: programas de concientización sobre riesgos climáticos y evacuación temprana.
- Gestión de recursos hídricos: recuperación de cuencas, reforestación de zonas afectadas.
- Inversión internacional: acceso a financiamiento climático mediante mecanismos como el Fondo Verde para el Clima.
En 2022, Nigeria sufrió una de las peores inundaciones de su historia, con más de 600 muertos, 1.3 millones de desplazados y pérdidas económicas valoradas en más de 9,000 millones de dólares. Mokwa nos recuerda que estos desastres no son eventos aislados, sino síntomas de una crisis sistemática que requiere una política pública integral.
¿Cómo prevenir la próxima tragedia?
La prevención de desastres naturales en contextos de cambio climático pasa por la articulación de actores locales, nacionales e internacionales. Nigeria, como el país más poblado de África con más de 220 millones de habitantes, necesita estructurar un marco de protección ambiental adecuado a su escala.
Además, debe evitarse la politización de las ayudas y garantizar la transparencia en la distribución de recursos. Para ello, se proponen mecanismos ciudadanos de vigilancia, mayor colaboración con agencias de Naciones Unidas y transparencia en los contratos públicos de reconstrucción.
Lo ocurrido en Mokwa es también un llamado urgente a las naciones desarrolladas que más contribuyen al calentamiento global. África apenas emite el 4% de los gases de efecto invernadero globales, pero es una de las regiones más afectadas. Este desequilibrio climático solo puede abordarse con soluciones de justicia ambiental y cooperación internacional.
Hoy, Nigeria llora a sus muertos. Y el mundo debería detenerse a escuchar ese llanto como una alarma global.